¡°?Otra vez una pared de ladrillo?¡±: Las im¨¢genes que m¨¢s de 200 fot¨®grafos no querr¨ªan ver nunca m¨¢s
En su nuevo libro, Jason Fulford ha recopilado las respuestas de m¨¢s de 200 compa?eros de profesi¨®n a la pregunta: ?qu¨¦ es lo que nunca fotograf¨ªas?
No le result¨® f¨¢cil a Jason Fulford conseguir que los m¨¢s de 200 fot¨®grafos que aparecen en su libro Photo No-Nos: Meditations on What Not to Photograph (Foto No-Nos: Meditaciones sobre qu¨¦ no fotografiar) que acaba de editar Aperture, desvelasen sus principales tab¨²es a la hora de ponerse detr¨¢s de la c¨¢mara. A nadie le gusta pensar que se autocensura pero nos pasamos el d¨ªa tomando decisiones y todas tienen un motivo, aunque en ocasiones resulte dif¨ªcil reconocerlo, incluso ante nosotros mismos.
Para facilitar las respuestas, Jason decidi¨® abrir el alcance de la pregunta. ¡°Le dije a los fot¨®grafos que pod¨ªan hablar de im¨¢genes que les pareciesen poco ¨¦ticas, que evitasen en el pasado y ahora no, de escenas que alguien les dijo que nunca deb¨ªan fotografiar, de temas que ya hab¨ªan tratado demasiado o de objetos que nunca hab¨ªan conseguido retratar de forma satisfactoria para ellos mismos¡±, cont¨® Fulford en exclusiva para ICON.
De esta manera, el libro se fue enriqueciendo, recopilando una larga lista de m¨¢s de mil t¨¦rminos, ordenados alfab¨¦ticamente, que nos hablan de la autocensura, pero tambi¨¦n de la validez o no de los t¨®picos, de la influencia del racismo, el feminismo o el colonialismo europeo de los siglos XIX y XX. ¡°Al principio muchos daban una lista de clich¨¦s muy obvios, pero cuando volv¨ªan a pensar sobre ello, era cuando daban con cuestiones m¨¢s complejas. Otros tambi¨¦n me dijeron, simplemente, que no ten¨ªan ning¨²n tab¨² a la hora de disparar¡±.
La mayor¨ªa de las entrevistas se realizaron a trav¨¦s del correo electr¨®nico entre marzo y octubre de 2020. Las respuestas: confeti, t¨ªos guapos, escaleras que no van a ninguna parte, atardeceres, met¨¢foras visuales, Paris Hilton, edificios abandonados, bolsas de basura con un smiley impreso o la falta de sinceridad.
¡°Me parece absolutamente repulsivo poner l¨ªmites a lo que fotograf¨ªo¡±, escribe por ejemplo el cotizado fot¨®grafo Jason Nocito, encargado de la ¨²ltima campa?a de iPhone en la que fotografi¨® a varios perros y gatos vestidos como personas. ¡°Disparar o no disparar, esa es la cuesti¨®n. No suelo pensar mucho en el momento en el que estoy disparando. Es mientras navego entre miles de im¨¢genes, mientras espero que mi computadora se bloquee conforme las carga, cuando empiezo a pensar, ?por qu¨¦ todas esas paredes de ladrillo? ?Otra vez con las paredes de ladrillo? ?En serio? M¨¢s paredes de ladrillo (¡). Sigo haciendo la misma foto una y otra y otra vez y nunca da como resultado algo diferente. ?Es esa la definici¨®n de la locura?¡±
¡°Trato de evitar fotografiar a la gente desde arriba, especialmente a otras mujeres¡±, explica la fot¨®grafa Eva O¡¯Leary. ¡°No me opongo moralmente a ello, pero a veces siento que esta forma de mirar se asemeja a la mirada masculina. Prioriza un tipo espec¨ªfico de atractivo f¨ªsico: cuando miras hacia abajo, ves ojos grandes y un cuerpo peque?o. Es una perspectiva que me hace pensar en peque?ez, sumisi¨®n y poder¡±.
Uno de los clich¨¦s m¨¢s t¨ªpicos de la fotograf¨ªa con pretensiones art¨ªsticas es el de las fotos en cementerios. Era imposible que faltase en el libro. Estas im¨¢genes habitualmente son en blanco y negro, muy contrastadas y buscan un dramatismo que suele funcionar para ocultar carencias m¨¢s profundas. ¡°Como muchos fot¨®grafos principiantes, hice algunas de mis primeras fotos en cementerios¡±, cuenta el artista de Minneapolis, miembro de Magnum Photos, Alec Soth. ¡°Pero a medida que mi obra se volvi¨® m¨¢s sofisticada, los cementerios se unieron a las v¨ªas del tren, los edificios abandonados y las puestas de sol en mi lista de t¨®picos prohibidos. Un d¨ªa, hablando de esto con mis amigos fot¨®grafos Ed Panar y Melissa Catanese, Ed me cont¨® que ¨¦l todav¨ªa hace fotos en cementerios. Queriendo que se me contagiara un poco de su entusiasmo, le pregunt¨¦ si me llevar¨ªa alg¨²n d¨ªa a uno de ellos. Era casi la hora del atardecer y fuimos a uno que estaba cerca de su casa. Se?al¨® un lugar en particular donde hab¨ªa hecho varias fotograf¨ªas. No pod¨ªa imaginarme fotografiando en el mismo lugar. Todo era demasiado espectacular. Pero despu¨¦s de configurar mi c¨¢mara y mirar a trav¨¦s del visor, me di cuenta de por qu¨¦ Ed estaba tan feliz¡±. Soth interrumpe aqu¨ª su relato, dej¨¢ndonos con la intriga de por qu¨¦ entendi¨® a su amigo.
¡°Me digo a m¨ª misma que no lo tengo que hacer, pero siempre tengo al menos una toma de alguien mirando al infinito: la mirada angustiada y lejana, la mirada de mil metros¡±, confiesa la fot¨®grafa argentino-estadounidense Alessandra Sanguinetti. ¡°S¨¦, a estas alturas, que cuando me escucho decir: ¡®Mira hacia un lado y ponte serio¡¯, necesito encontrar una excusa para dejar la c¨¢mara, fingir que olvid¨¦ algo, volver al coche, darme una bofetada, pensar en ello y empezar de nuevo¡±.
El ¨²nico representante espa?ol del libro es el alicantino y miembro del colectivo de fot¨®grafos Blank Paper, Ricardo Cases, que realiza en el libro una interesante reflexi¨®n sobre fotografiar culturas remotas: ¡°Normalmente, ni siquiera siento que pueda hablar leg¨ªtimamente de mi propio vecino, y esta dificultad aumenta cuanto m¨¢s me alejo de mi casa, de mi barrio, de los suburbios que rodean mi ciudad y, m¨¢s concretamente y por extensi¨®n, de la costa mediterr¨¢nea de Espa?a. No me atraen las Cataratas del Iguaz¨² ni la peculiar y ancestral dieta de los habitantes de Pap¨²a Nueva Guinea. Yo siempre juego como local. Mi trabajo explora situaciones familiares y, para hacerles justicia, necesito las herramientas que solo alguien en contacto cotidiano con ese entorno cultural puede poseer. Por eso no necesito subirme a un avi¨®n para tomar fotograf¨ªas. Al contrario, para m¨ª tiene m¨¢s sentido salir a caminar o montar en bicicleta con mi c¨¢mara. Necesito centrar mi atenci¨®n en un territorio peque?o. Por ejemplo, hace unos d¨ªas me top¨¦ con una peculiar escena junto a la Albufera. Un trompetista estaba ensayando en un jard¨ªn de palmeras, disfrutando de la sombra y la tranquilidad del campo. Despu¨¦s de tomar su retrato, me encontr¨¦ atrapado, fotografiando toda la ma?ana en un radio de cien metros. Emocionalmente fui incapaz de dejar el espacio que el sonido hab¨ªa demarcado¡±.
El skater, artista y fot¨®grafo Ed Templeton plantea tambi¨¦n un tema muy interesante: fotografiar a gente con smartphones. ¡°Nada ha cambiado m¨¢s la relaci¨®n de las personas con el aburrimiento que el tel¨¦fono m¨®vil. Por lo general, la gente ya no lee peri¨®dicos ni libros en el metro o en los autobuses, no mira al vac¨ªo por la ventana o disfruta de su cigarrillo mientras est¨¢ sumido en sus pensamientos durante una pausa para fumar. Ahora, esos son momentos perfectos para revisar su correo electr¨®nico, contribuir a un grupo de WhatsApp, jugar a un videojuego o revisar sus redes sociales para ver si el Armaged¨®n ha comenzado ya. Esos sol¨ªan ser grandes momentos para fotografiar a alguien, pero ?qu¨¦ beneficio visual hay en dispararle a una persona mirando su tel¨¦fono? (¡) Es dif¨ªcil imaginar a la gente del futuro pensando en el 2020 con nostalgia, como hacemos con las fotos de Walker Evans de la d¨¦cada de 1930. Pero sospecho que lo haremos. ?C¨®mo habr¨ªan abordado Henri Cartier-Bresson o Helen Levitt esta actividad? Creo que, como cronistas de su ¨¦poca, habr¨ªan fotografiado magistralmente cualquier cosa que estuviera sucediendo, incluso que las calles estuvieran llenas de personas cuyas caras estuvieran enterradas en sus m¨®viles, porque as¨ª contar¨ªan la historia de esa era en particular para las generaciones futuras. Quiz¨¢s necesito record¨¢rmelo m¨¢s a m¨ª mismo¡±.
Es inevitable preguntarle a Fulford si, despu¨¦s de hablar con tantos profesionales, ha conseguido dar con la lista definitiva de im¨¢genes a evitar. La respuesta es negativa: ¡°Para m¨ª, como para la mayor¨ªa de los participantes en el libro, no hay verdades absolutas a la hora de decidir fotografiar algo o no. Cada uno dicta sus propias reglas, en cualquier momento. Y estas pueden cambiar seg¨²n las circunstancias. Lo que aparece en el libro son las historias de personas que siguen batallando con la duda de cu¨¢ndo decir ¡®no¡¯¡±, afirma. ¡°Hay muchos tipos de profesionales, desde fotoperiodistas a artistas, y cada uno tiene sus temas predilectos. Muchos tienen muy presente la ¨¦tica a la hora de trabajar, y piden siempre permiso antes de hacerle una foto a alguien. Otros se preocupan de si el ¨¢ngulo de la imagen empodera al fot¨®grafo o al sujeto; hay algunos que se preguntan si la imagen representa lo que est¨¢ ocurriendo en la realidad; otros, simplemente, intentan no copiar el estilo de otros fot¨®grafos¡±.
?Y qu¨¦ hay de los amateurs? ?Nos mueven las mismas cosas que a los profesionales a la hora de hacer una foto? ¡°Por lo general, muchos hacen fotos similares a las que han visto antes y que se consideran ¡®buenas¡¯. Esto se aplica tanto a los aficionados como a los profesionales. Atardeceres, beb¨¦s, mascotas, la comida que tenemos en nuestro plato, siluetas, selfies¡ Puedes entrar un rato en Instagram y hacer tu propia lista¡±.
En el libro de Fulford, las opiniones de los fot¨®grafos se contradicen de manera evidente. Lo que para uno es anatema, para otro es su imagen favorita, y quiz¨¢ ese es el mensaje ¨²ltimo del libro: nos invita a reflexionar sobre nuestras propias creencias pero con la advertencia de que quiz¨¢ solo ser¨¢n v¨¢lidas para nosotros.
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