El final del principio
Cuando esto amaine seremos los mismos. Menos, pero los mismos. Y cada uno ir¨¢ a lo suyo.
Dicen que despu¨¦s de este desastre llegar¨¢ el momento de los fil¨®sofos. Dicen que esta experiencia nos har¨¢ mejores, m¨¢s solidarios y m¨¢s capaces de apreciar lo que tenemos. Puede ser. El optimismo y la esperanza ayudan en los momentos dif¨ªciles. Yo tiendo a estar de acuerdo con el siempre brillante Javier Sampedro, que el otro d¨ªa, en este diario, explicaba que ninguna pandemia y ninguna crisis han conseguido jam¨¢s alterar nuestras miserias. Cuando esto amaine seremos los mismos. Menos, pero los mismos. Y cada uno ir¨¢ a lo suyo.
Ocurre, sin embargo, que las grandes sacudidas socioecon¨®micas tienen consecuencias pol¨ªticas. No me refiero a histerias cutres como la que promueve estos d¨ªas la ultraderecha espa?ola, sino a las ondas largas. Los efectos de la combinaci¨®n entre la Gran Guerra (1914-1918) y la Gran Depresi¨®n de 1929 son bien conocidos: el comunismo y el fascismo estuvieron a punto de adue?arse del planeta, y el primero de esos fen¨®menos logr¨® asentarse durante casi siete d¨¦cadas.
Lo que aport¨® a nuestras vidas la crisis financiera de 2008 empieza a hacerse evidente. Rebrotaron con fuerza la ultraderecha, los populismos de ambos signos y el nacionalismo, al calor de una insatisfacci¨®n profunda y generalizada. Brexit, Trump, Orb¨¢n, Puigdemont, Podemos, Salvini, Vox, y dejamos la enumeraci¨®n porque no es cuesti¨®n de hacer inventario completo, son frutos de aquella sacudida que Tony Judt examin¨® con lucidez en su obra casi p¨®stuma, Algo va mal.
Es pronto para asegurarlo, pero todo indica que la pandemia dejar¨¢ heridas mucho m¨¢s graves que la crisis de 2008. Habr¨¢ que recomenzar y salir adelante como se pueda. En eso estaremos m¨¢s o menos de acuerdo. El gran problema se reduce a una pregunta simple: ?c¨®mo? Esa es la pregunta con la que comienzan las grandes batallas ideol¨®gicas. A¨²n no atisbamos siquiera el final del principio. Eso llegar¨¢ cuando salgamos y examinemos las ruinas que dej¨® el vendaval: la cifra colosal de muertos, el desempleo, las quiebras, las deudas. A continuaci¨®n habr¨¢ que considerar en qu¨¦ instituciones se puede confiar todav¨ªa. Y a qu¨¦ personas se designa para organizar el desescombro. As¨ª se configurar¨¢ la nueva realidad.
Habr¨¢ quien espere un milagro como el ocurrido despu¨¦s de 1945: relativa armon¨ªa pol¨ªtica, r¨¢pida recuperaci¨®n econ¨®mica y d¨¦cadas de prosperidad. Hablamos de un milagro improbable. Primero, porque la batalla ideol¨®gica de entonces se hab¨ªa librado durante la guerra y hab¨ªa quedado ya provisionalmente resuelta: el capitalismo y el comunismo se dividieron el mundo. Segundo, porque esta vez no habr¨¢ que lanzar grandes proyectos de obras p¨²blicas con uso masivo de mano de obra: las infraestructuras siguen ah¨ª, intactas. Tercero, porque ahora no est¨¢n ni Washington ni Mosc¨² (es un decir) para prestar dinero y patrocinar. Est¨¢ Pek¨ªn. No es lo mismo.
En fin, paciencia. Lo suyo, hoy en d¨ªa, es hacer lo necesario para que llegue el final del principio y la pandemia quede m¨¢s o menos bajo control. A cada momento su af¨¢n. Y si cuando nos adentremos en el principio del final nos toca a?orar los dulces d¨ªas del confinamiento, los aplausos, las cacerolas y la muerte casi invisible (son muy pocos quienes ven f¨ªsicamente la mortandad), ya nos arreglaremos. Qu¨¦ tiempos.
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