Blanco y negro saturado
Espa?a se parece cada vez m¨¢s a Catalu?a, donde parte de la sociedad est¨¢ convencida de vivir reprimid¨ªsima en un r¨¦gimen no democr¨¢tico
El otro d¨ªa, uno que conozco de vista del barrio hizo esta reflexi¨®n en voz alta en medio de gente: ¡°Yo viv¨ª una dictadura de derechas, y ahora, una de izquierdas¡±. Era un ni?o en el franquismo y estas dos vivencias suyas tan traum¨¢ticas se parecen en lo esencial: no las ha vivido, pero se las han contado. Dejando la infantil, la preocupante es la del adulto. Nunca se le habr¨ªa ocurrido a ¨¦l solito, alguien tiene esa responsabilidad, y son ideas delirantes que ya circulan alegremente.
Esta idea de la represi¨®n de fantas¨ªa les sonar¨¢: Espa?a se parece cada vez m¨¢s a Catalu?a, donde parte de la sociedad est¨¢ convencida de vivir reprimid¨ªsima en un r¨¦gimen no democr¨¢tico. Un exaltado de derechas podr¨ªa fundirse en un abrazo con un independentista recalcitrante: ¡°?El Estado nos roba! ?Suprime nuestros derechos y libertades!¡±. Les une la idea de patria, que en grandes dosis puede causar trastornos. Ya queda menos para un Tsunami Democr¨¢tico de extrema derecha.
El problema, como en Catalu?a, es que empiezan las grietas en la convivencia. Si l¨ªderes pol¨ªticos con estudios, viajados, dicen barbaridades, qu¨¦ no van a decir sus votantes m¨¢s cafres. Unos ven dictaduras chavistas, y otros, golpes de Estado. Ah¨ª se ve lo importante que es dar ejemplo, y lo malo que es darlo mal. He visto discusiones en la calle que perfectamente pod¨ªan haber acabado en bofetadas. Ya hay gente que no te apetece ver para no pelearte, grupos de WhatsApp que ni miras, familiares con los que se elude el tema. Y es solo el principio de una crisis que amargar¨¢ a much¨ªsima gente. Algunos necesitar¨¢n un enemigo a quien echarle la culpa y no les vale el virus, al que no puedes ni insultar porque ni sabes d¨®nde est¨¢. Todo es ya rematadamente raro con la gente embozada por la calle por la mascarilla, y solo ves ojos, ojos penetrantes, cansados, asustados, iracundos. Un lenguaje de miradas desconfiadas.
No s¨¦ qu¨¦ es peor, que los pol¨ªticos sean conscientes de la que est¨¢n liando y sea su plan o que les est¨¦ saliendo sobre la marcha. El efecto m¨¢s profundo, en todo caso, es cargarse la confianza en el sistema. Ellos sabr¨¢n qu¨¦ fant¨¢sticos progresos sacaremos de eso, al margen del propio que ellos creen calcular. Otro efecto ya lo vimos en Catalu?a: atacar al que se cree equidistante. No, no, ya hay que elegir bando y all¨ª te quedas a las duras y a las maduras. Por ejemplo, se hace inconciliable decir algo as¨ª en la misma frase: el ministro de Interior deber¨ªa dimitir, como m¨ªnimo por liante, y el informe ese de la Guardia Civil es un churro que tendr¨ªa que acabar con una patada en el culo a los responsables. Gobierno y oposici¨®n saben las dos cosas, pero jam¨¢s les oiremos reconocerlo. Ni al Gobierno lo primero, ni a la oposici¨®n lo segundo. No conjugan el verbo admitir: un error propio, un acierto del otro, un argumento complejo. Porque para cada cual el bien solo est¨¢ en su lado y el mal en el otro, y eso ya est¨¢ en la calle. El mi¨¦rcoles un tipo me llam¨® ¡°mat¨®n¡± por aplaudir a las ocho, y eso que era el d¨ªa del Premio Princesa de Asturias a los sanitarios (de la Concordia). Alguien en estos bandos de una Espa?a en blanco y negro deber¨ªa a?adir tonos grises, para regular el contraste. Porque un ciudadano preocupado concluye que no se puede fiar ni del Gobierno, ni de la oposici¨®n, ni de la Guardia Civil. Y sigue con los jueces y los medios. No est¨¢ mal como nueva normalidad. Y todo porque tampoco los pol¨ªticos conf¨ªan en la gente, hay que enga?arla, son como ni?os que luego votan y vete a saber qu¨¦ sale.
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