Los esclavos que compraban su propia libertad
La dureza de ser negro a mediados del siglo XIX en Cuba o en Estados del sur de EE?UU presentaba matices debido a las diferentes tradiciones jur¨ªdicas y pol¨ªticas
A mediados del siglo XIX, Cuba, Virginia y Luisiana eran sociedades esclavistas maduras. En las tres, la esclavitud era parte de la vida, un elemento clave de sistemas de producci¨®n y organizaci¨®n social, instalados desde siglos atr¨¢s. La esclavizaci¨®n de los africanos y sus descendientes era lamentable para algunos y encomiable para otros, pero era algo aceptado por la mayor¨ªa de los blancos, fundamentado en la creencia, ampliamente compartida en todas las sociedades americanas, de que los negros eran irremediablemente inferiores en t¨¦rminos pol¨ªticos, morales, intelectuales y de civilizaci¨®n...
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A mediados del siglo XIX, Cuba, Virginia y Luisiana eran sociedades esclavistas maduras. En las tres, la esclavitud era parte de la vida, un elemento clave de sistemas de producci¨®n y organizaci¨®n social, instalados desde siglos atr¨¢s. La esclavizaci¨®n de los africanos y sus descendientes era lamentable para algunos y encomiable para otros, pero era algo aceptado por la mayor¨ªa de los blancos, fundamentado en la creencia, ampliamente compartida en todas las sociedades americanas, de que los negros eran irremediablemente inferiores en t¨¦rminos pol¨ªticos, morales, intelectuales y de civilizaci¨®n. En las tres sociedades, el orden racial colocaba a los negros en el pelda?o inferior de la sociedad. Sin embargo, hacia 1860, los ¨®rdenes raciales implantados en Cuba, Virginia y Luisiana difer¨ªan de manera importante entre s¨ª. En muchas partes de Virginia y Luisiana, una persona esclava pod¨ªa vivir toda su vida sin encontrar jam¨¢s a una persona libre de color. La negritud era sin¨®nimo de esclavitud. Esto era casi imposible en Cuba, donde las personas de color libres representaban un porcentaje importante de la poblaci¨®n total. En Virginia y Luisiana, cuando las personas de color desafiaban su esclavizaci¨®n o sus designaciones raciales en el ¨¢mbito judicial, las instituciones jur¨ªdicas asociaban sus reclamos de ciudadan¨ªa con la blanquitud. La asociaci¨®n entre blanquitud y ciudadan¨ªa, tan importante en la ideolog¨ªa de la supremac¨ªa blanca y la democracia de los blancos en los Estados Unidos, no se plasm¨® de la misma manera en Cuba. Una persona de color libre en Cuba pod¨ªa ser titular de derechos, participar en la vida p¨²blica y contraer un matrimonio interracial; en la antesala de la Guerra Civil, una persona de color en Virginia o Luisiana no pod¨ªa hacer nada de esto. Las tradiciones jur¨ªdicas, las acciones de los esclavizados, las instituciones imperiales, la pol¨ªtica y los vaivenes de la historia configuraron trayectorias muy divergentes.
Ir¨®nicamente, el fuerte legado jur¨ªdico ib¨¦rico en materia de esclavitud tuvo efectos contradictorios e inesperados en el Nuevo Mundo. Los colonizadores llegaron a Cuba con un corpus de precedentes jur¨ªdicos e institucionales que ya constitu¨ªa a los negros como sujetos socialmente abyectos. Al mismo tiempo, la manumisi¨®n [dar libertad a un esclavo] era una pr¨¢ctica bien establecida en la Espa?a mediterr¨¢nea, que se aplicaba a individuos de distintas religiones y antecedentes ¨¦tnicos. Las tradiciones jur¨ªdicas de la pen¨ªnsula Ib¨¦rica contribuyeron a que las diferencias raciales se introdujeran en las leyes de manera m¨¢s r¨¢pida en Cuba que en las otras jurisdicciones, pero tambi¨¦n ayudaron a instalar la pr¨¢ctica de la manumisi¨®n y la autocompra de la libertad, instituciones que funcionaban con independencia de la raza (...)
Las ¨¦lites esclavistas nunca lograron crear el mundo perfectamente dicot¨®mico que hab¨ªan so?ado. Las personas de color, libres y esclavas, subvirtieron ese orden racial aprovechando y a veces creando formas de escapar de la esclavitud, rechazando los aspectos negativos asociados con la negritud y manteniendo relaciones sexuales e incluso contrayendo matrimonio con personas de otras razas. En las tres jurisdicciones, estas estrategias dieron lugar a la creaci¨®n de grupos intermedios que no encajaban en categor¨ªas diferenciadas de personas blancas y libres, por un lado, y personas de origen africano y esclavas, por el otro.
Los colonizadores llegaron a Cuba con un corpus jur¨ªdico que constitu¨ªa a los negros como socialmente abyectos
(...) Las iniciativas de los propios esclavos demostraron ser igualmente importantes en el curso de la historia. En las tres jurisdicciones, los esclavizados hicieron uso de reformas jur¨ªdicas cuyo objetivo no era beneficiarlos, pero que les permiti¨® abrirse espacios y ganar mayor libertad. Entablaron demandas para obtener su libertad usando leyes sancionadas con otras motivaciones; intercambiaron informaci¨®n con otras personas de color, separadas a veces por grandes distancias; trabajaron y juntaron bienes para comprar su libertad y la de otros; y demandaron derechos adicionales una vez pagado parte del precio de compra de su libertad. En Cuba, los esclavos, libres y coartados [aquellos que compraban su libertad] transformaron la pr¨¢ctica habitual de la coartaci¨®n en un derecho que finalmente qued¨® consagrado en la legislaci¨®n. Esfuerzos similares emprendidos por personas de color en Virginia y Luisiana no prosperaron de la misma manera.
En este proceso, el tama?o de la comunidad de personas libres de color parece haber sido clave. Muchos esclavos que compraron su propia libertad lo hicieron con el apoyo econ¨®mico y el respaldo jur¨ªdico de parientes y vecinos negros libres. Cuanto m¨¢s grande era la comunidad, mayores las posibilidades de alcanzar la libertad. Las comunidades residenciales de negros libres tambi¨¦n eran refugios seguros para los esclavos fugitivos y espacios fundamentales para la difusi¨®n de importante informaci¨®n relativa a la libertad, desde el intercambio de los datos de abogados que pod¨ªan ayudar en los juicios por la libertad a compartir noticias sobre las acciones de los abolicionistas (¡)
La comunidad de personas libres de color de La Habana ¡ªy la de Nueva Orleans, que se expandi¨® significativamente bajo el control espa?ol a partir de la d¨¦cada de 1760¡ª deb¨ªa su existencia a concepciones jur¨ªdicas y a usos y costumbres del ancien r¨¦gime. Los esclavos que lograban comprar su libertad o, en casos m¨¢s excepcionales, que obten¨ªan la manumisi¨®n a trav¨¦s de otros mecanismos, se convert¨ªan en miembros de sociedades altamente estratificadas en las que los pelda?os sociales se defin¨ªan seg¨²n diversos ejes asociados al linaje, los ingresos, la religi¨®n y la respetabilidad. La libertad de los negros no implicaba igualdad social, sino que se fundaba en principios jur¨ªdicos y religiosos tradicionales. En cambio, en Virginia, el aumento en las manumisiones y los juicios por la libertad fue una consecuencia inexorable de los conflictos militares, las tensiones y las expectativas asociadas con la Era de las Revoluciones. En ese estado, la expansi¨®n de la manumisi¨®n estuvo ligada a cuestiones de ciudadan¨ªa y de participaci¨®n de los negros en el nuevo orden pol¨ªtico, bajo condiciones de igualdad. Los negros libres y esclavos infundieron un sentido de urgencia a estas cuestiones, al hacer uso de cada intersticio legal para comprar y reclamar su libertad. Sus acciones produjeron resultados sumamente significativos: a principios del siglo XIX, el porcentaje de personas de color libres en el Estado hab¨ªa aumentado con creces.
Los ciudadanos blancos observaban estas tendencias con horror y solicitaron la prohibici¨®n de las manumisiones. Fue, literalmente, una petici¨®n reaccionaria: restaurar la ley colonial de la libertad. La ley de 1806 que exig¨ªa que los esclavos libertos abandonaran el Estado no logr¨® cumplir con su cometido, pero fue el primer paso hacia un orden racial en el que los negros solo pod¨ªan ser esclavos. Despu¨¦s de la Rebeli¨®n de Nat Turner, se afianz¨® a¨²n m¨¢s la voluntad pol¨ªtica de los blancos de Virginia de excluir a los negros libres. Los Estados esclavistas del sur de los Estados Unidos respondieron a las amenazas de rebeli¨®n y a las demandas de emancipaci¨®n inmediata de los abolicionistas del norte esgrimiendo una defensa de la esclavitud como un bien positivo: la esclavitud era la mejor condici¨®n posible para los ¡°negros abyectos¡±. Para galvanizar el apoyo de los blancos no esclavistas, y para forjar la solidaridad racial entre los blancos, los Estados del sur definieron la ciudadan¨ªa y el derecho al voto en funci¨®n de la raza. As¨ª surge la paradoja de una democracia igualitaria que va de la mano de la expansi¨®n de pr¨¢cticas e ideolog¨ªas racistas.
Alejandro de la Fuente es director del Instituto de estudios afro-latinos de la Universidad de Harvard. Ariela J. Gross es codirectora del Centro de Derecho, Historia y Cultura de la Universidad de Carolina del Sur. Este texto es un adelanto de su libro ¡®Ser libre, ser negro¡¯, que la editorial Catarata publica el 26 de julio.