Lo que queda de la esclavitud en Espa?a: estatuas, calles, pinturas y m¨²sica
En un pa¨ªs que fue la cuarta potencia del mundo en el comercio de esclavos, a¨²n quedan en el arte huellas de una poblaci¨®n que form¨® parte inseparable de su historia
Las manifestaciones contra el racismo que brotaron hace unas semanas en Estados Unidos han generado un impulso que, adem¨¢s de provocar un despertar internacional sobre el trato que reciben los negros, se est¨¢ llevando por delante s¨ªmbolos del racismo y la esclavitud no solo en aquel pa¨ªs sino en distintas partes del mundo: desde esculturas del presidente de los Estados confederados Jefferson Davis hasta otras m¨¢s controvertidas como las de Crist¨®bal Col¨®n, Fray Jun¨ªpero Serra y Cervantes, cuyas cabezas est¨¢n rodando en Norteam¨¦rica, a la efigie del periodista italiano Indro Montanelli, que en su juventud se cas¨® con una ni?a eritrea. La oleada revisionista ha alcanzado m¨¢s rincones del planeta: ha llegado a pa¨ªses como Francia, donde Macron se ha negado a desmontar ninguna imagen p¨²blica, y ya ven¨ªa de antes en Chile, donde la lectura colonialista de su pasado, montada en pedestales por todo el pa¨ªs, estaba siendo puesta en cuesti¨®n desde el inicio de las revueltas del pasado octubre. Aqu¨ª tampoco resultan ajenas estas controversias: en 2018, el Ayuntamiento de Barcelona, dirigido por Ada Colau, cumpli¨® su promesa electoral y retir¨® la estatua que rend¨ªa homenaje a Antonio L¨®pez, negrero que en el siglo XIX amas¨® una fortuna traficando personas en Cuba.
En aquella isla del Caribe, entonces colonia, Espa?a fue el ¨²ltimo pa¨ªs europeo en ilegalizar, en 1886, la esclavitud (en el mundo lo fue Brasil, dos a?os despu¨¦s). Tal es el papel que hist¨®ricamente ha jugado esta naci¨®n ¨Co lo que hoy se reconoce como tal¨C en el tan siniestro como lucrativo negocio de la explotaci¨®n y trata de seres humanos, una pr¨¢ctica que se prolong¨® entre, al menos, los siglos XV y XIX, y que coloc¨® a Espa?a en el cuarto puesto de las potencias esclavistas del mundo, solo por detr¨¢s de Portugal, Inglaterra y Francia. No obstante, como apunta Jos¨¦ Miguel L¨®pez, profesor de historia de la Universidad Aaut¨®noma de Madrid (UAM) y autor de La esclavitud a finales del Antiguo R¨¦gimen. Madrid, 1701-1837 (Alianza), existe un desconocimiento generalizado sobre esta cuesti¨®n, ausente de los libros de bachillerato y de los debates p¨²blicos. ¡°El racismo es el rev¨¦s de la esclavitud¡±, subraya el profesor, que lamenta ¡°la trata negrera infamante¡± que existi¨® en Europa y sugiere que ¡°las grandes potencias esclavistas deber¨ªan resarcir a ?frica¡±.
Espa?a no solo se convirti¨® con el tiempo en uno de los l¨ªderes mundiales en el comercio de esclavos, sino que desde muy pronto vivieron ¨Cy fueron subyugados¨C en la Pen¨ªnsula, tambi¨¦n en Portugal, muchos de esos siervos tra¨ªdos de diversas partes de ?frica y otros pa¨ªses como Turqu¨ªa. Cuando Cervantes visit¨® Sevilla describi¨® la urbe como un ¡°tablero de ajedrez¡±, porque en los siglos XVI y XVII su poblaci¨®n era un crisol de razas, con m¨¢s de un 10% de negros. En el siglo XVIII C¨¢diz la sustituir¨ªa como gran ¨Cy ¨²ltimo¨C puerto negrero de Europa (Lisboa fue otro enclave fundamental), y en esa misma ¨¦poca, como se?ala L¨®pez, en Madrid, ¡°capital del Imperio Atl¨¢ntico espa?ol¡±, en torno al 5% o 6% de sus habitantes eran esclavos, m¨¢s que el resto de for¨¢neos juntos. ¡°No solo eran negros, sino tambi¨¦n magreb¨ªes, muchos apresados en operaciones militares¡±, explica el profesor, que cuenta que no les daban de comer carne para evitar que se pusieran bravos. De aquella gente, aunque medio olvidados, a¨²n quedan vestigios intricados en las distintas formas de expresi¨®n art¨ªstica: desde esas estatuas que hoy se encuentran en proceso de revisi¨®n a la arquitectura, la pintura, el baile y la m¨²sica.
Existen ejemplos de trabajos art¨ªsticos realizados por esclavos, de obras que representan a esclavos y a esclavistas, y tambi¨¦n edificios, incluso barriadas, financiados, en parte, con dinero blanqueado del comercio de seres humanos: lugares como el barrio de Salamanca, en Madrid, y el Eixample, en Barcelona. ¡°El Palau Marc, que hoy alberga el departamento de Cultura de la Generalitat, lo compr¨® un catal¨¢n que probablemente estuvo vinculado con la esclavitud, Tom¨¤s Ribalta; y en el Palau Moja vivi¨® Antonio L¨®pez¡±, ilustra Mart¨ªn Rodrigo, catedr¨¢tico de la Universitat Pompeu Fabra y autor de Negreros y esclavos. Barcelona y la esclavitud atl¨¢ntica (siglos XVI-XIX) (Icaria). Aunque la Corona de Castilla tuvo parte en la trata de esclavos desde el siglo XVI, fue en el XIX (¨¦poca en que se ilegaliz¨® la pr¨¢ctica), cuando comerciantes catalanes, vascos, c¨¢ntabros, andaluces... ¡°empiezan a participar en el comercio transnacional de esclavos hacia Am¨¦rica¡±, con Cuba como principal destino. A ese pa¨ªs llegaron, en 50 a?os, m¨¢s de 600.000 esclavos solo desde Espa?a. Como recuerda Rodrigo, un capit¨¢n de aquellos buques negreros, Pere Mas Roig, conocido como el Pigat, a¨²n se sigue paseando en forma de mu?eco gigante en las fiestas de Vilassar de Mar, en Barcelona.
Si bien se trata de un tema muy poco estudiado (como dice L¨®pez, ¡°apenas somos cuatro¡±), poco a poco se est¨¢ arrojando luz sobre esta pr¨¢ctica que tambi¨¦n perme¨® el mundo de la pintura. Pocos artistas sevillanos de los siglos XVI y XVII carec¨ªan de esclavos y esclavas, que sol¨ªan pagarse m¨¢s caras: los tuvieron desde Herrera el Viejo hasta Pacheco, Vel¨¢zquez y Murillo. ¡°Estaban en el ¨²ltimo escalaf¨®n del taller: se dedicaban a aparejar lienzos, moler la pintura...¡±, explica Luis M¨¦ndez, catedr¨¢tico de Historia del Arte de la Universidad de Sevilla y autor de Esclavos en la pintura sevillana de los Siglos de Oro (Editorial US). Dos de aquellos siervos consiguieron su libertad para dedicarse ellos mismos, y con ¨¦xito, al arte: Sebasti¨¢n G¨®mez, el mulato de Murillo, y Juan de Pareja, cuyo amo fue Vel¨¢zquez. La existencia de aquellos negros y mestizos ¨Cque a veces se tra¨ªan a Espa?a desde Am¨¦rica, en el viaje inverso¨C qued¨® plasmada en obras como La cena de Ema¨²s (la mulata), de Vel¨¢zquez; Tres ni?os, de Murillo y La duquesa de Alba teniendo en sus brazos a Mar¨ªa de la Luz, de Goya, un dibujo de la ni?a de La Habana que adopt¨® la duquesa en el siglo XVIII.
La religi¨®n marca otro de los caminos donde, si se buscan, pueden seguirse las huellas de la esclavitud: ah¨ª est¨¢n santos como el negro san Benito de Palermo, cofrad¨ªas como la Hermandad de los negritos, a¨²n activa en Sevilla, y s¨ªmbolos como la letra S con un clavo superpuesto (el s¨ªmbolo del esclavo, que se marcaba a fuego sobre su piel) que preside una de las puertas de la iglesia de San Gin¨¦s, en Madrid. Tambi¨¦n perviven los nombres de algunos distinguidos esclavistas y antiabolicionistas en el callejero de distintas ciudades y en estatuas que presiden plazas y cruces (Mar¨ªa Cristina de Borb¨®n Dos Sicilias, el Conde de Pe?alver, C¨¢novas del Castillo, Esquilache, Felipe V, Fernando VI o Carlos III, que lleg¨® a tener hasta 20.000 esclavos), a pesar de que, como subraya el profesor L¨®pez, ¡°Espa?a se comprometi¨® a retirar esos s¨ªmbolos en la Conferencia contra el racismo de la ONU que se celebr¨® en 2001 en Durban¡±.
Pero es en el patrimonio inmaterial, especialmente en el baile y la m¨²sica flamencos, donde m¨¢s resuenan los ecos de aquellos esclavos que formaron parte inseparable de la vida de Espa?a, cuyos descendientes (aunque muchos, por las condiciones en que viv¨ªan, no los tuvieron) siguen en ciudades como C¨¢diz, Jerez, Huelva, Sevilla... ¡°Se ve en apodos como El zambo, El negro del puerto...¡±, ilustra Miguel ?ngel Rosales, que en 2016 present¨® el documental Gurumb¨¦. Canciones de tu memoria negra, una pel¨ªcula que ha calado no solo aqu¨ª (fue nominada a siete goyas) sino tambi¨¦n en EE UU, donde, cuenta su director, se est¨¢ reevaluando el papel de Espa?a y Portugal en el relato de la esclavitud. ¡°Fue un proceso sorprendente¡±, se?ala Rosales sobre los ¡°cuatro o cinco¡± a?os que se pas¨® investigando para el filme, que traza una genealog¨ªa entre los ritmos africanos y andaluces. ¡°Lo que descubro es un epistemicidio: se ha borrado a una poblaci¨®n que ha escrito parte de la historia del pa¨ªs¡±.
Para el cineasta, existen ¡°varios factores¡± por los que, a diferencia de otros pa¨ªses, la huella de los esclavos en Espa?a ha quedado poco menos que diluida. Uno es que, en el siglo XVIII, ¡°los historiadores est¨¢n inmersos en unas teor¨ªas muy racistas¡±. Otro, que ¡°en esa ¨¦poca, la movilidad social de la poblaci¨®n negra es imposible, y ellos mismos buscan el blanqueamiento por matrimonio y por alianzas con otras minor¨ªas como la gitana¡±, asegura. ¡°Que no haya habido pol¨ªticas de memoria es algo que nos equipara a Portugal, no as¨ª a otros pa¨ªses como Francia o el Reino Unido¡±, se?ala Mart¨ªn Rodrigo. ¡°Los historiadores tenemos la responsabilidad, pero tambi¨¦n los pol¨ªticos y la sociedad al completo¡±.
Babelia
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