El pelo afro como derecho civil en Estados Unidos
S¨ªmbolo de la lucha contra el racismo, el pelo natural en la comunidad afroamericana, sin tratamientos de alisado, forma parte de la discriminaci¨®n racial en EE UU pese a d¨¦cadas de demandas en los tribunales
El pelo afro como derecho civil en Estados Unidos
como derecho civil en
Estados Unidos
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No es extra?o que una conversaci¨®n con Malaika-Tamu Cooper, propietaria de una peluquer¨ªa, arranque trat¨¢ndose de su cabello y acabe abordando la esclavitud. Ser afroamericana la oblig¨® a enfrentarse a un dilema que las mujeres de otras etnias pueden ignorar: dejar crecer su pelo natural, rizado, o someterlo a productos qu¨ªmicos para domarlo. Lo que para unos puede parecer un acto trivial, incluso vanidoso, para ella implica decidir c¨®mo ¡°sobrevivir en la Am¨¦rica corporativa blanca¡±. Llevar sus rastas es una especie de declaraci¨®n de principios frente a ¡°los c¨¢nones de belleza euroc¨¦ntricos¡±, seg¨²n afirmaba en uno de sus salones en Baltimore (Maryland) antes de que la crisis del coronavirus forzase su cierre temporal. Cuando la peluquer¨ªa volvi¨® a abrir, a finales de mayo, estall¨® la mayor ola de protestas raciales en medio siglo en Estados Unidos.
La mayor¨ªa de las mujeres negras usan lociones qu¨ªmicas para alisarse el pelo. Muchas quieren lucir un estilo afro o rastas o trenzas, como sus antepasados, pero no se atreven. Les puede el temor a perder un empleo o el miedo a ser rechazadas, incluso, por los mayores de sus familias, que no conciben el cabello libre como una opci¨®n. S¨ªmbolo de la lucha por los derechos civiles, pese a d¨¦cadas de demandas en los tribunales, el pelo natural en los afroamericanos es a¨²n una excusa para la discriminaci¨®n racial en EE UU. Una discriminaci¨®n sist¨¦mica que en las ¨²ltimas semanas ha dado la vuelta al mundo por las revueltas contra el abuso policial hacia la comunidad a ra¨ªz de la muerte de George Floyd a manos de un agente blanco durante un arresto brutal, el pasado 25 de mayo en Minneapolis. Pero que, en realidad, es una lacra que se extiende por todos los rincones de la sociedad y que tambi¨¦n se puede contar a trav¨¦s de los salones de belleza.
La madre de Cooper, una de las primeras mujeres en la organizaci¨®n Panteras Negras de Baltimore, divid¨ªa la melena afro de su peque?a en dos coletas. Pero su abuela ¨D¡°una cat¨®lica estoica¡±, recuerda¨D, con quien viv¨ªa la mitad del a?o, se lo planchaba. ¡°Mi abuela naci¨® en los a?os veinte y su madre a finales del siglo XIX. Durante ese tiempo quer¨ªan asegurarse de que luci¨¦ramos limpias, de que tuvi¨¦ramos lo que ellas entend¨ªan que era un pelo saludable. Esa es una generaci¨®n v¨ªctima de un lavado de cerebro del que todav¨ªa quedan reminiscencias¡±, se lamenta Cooper.
La peluquer¨ªa Dreadz N Head Saloon es un hervidero de gente un viernes de febrero. El olor a champ¨² se mezcla con el del pollo frito que reposa en un envase de comida para llevar en la mesa de Cooper. Las delgadas rastas de la mujer alcanzan el metro y medio de largo. No siempre lo llev¨® as¨ª. En los a?os noventa trabajaba en la compa?¨ªa fotogr¨¢fica Picture People. Seg¨²n cuenta, tras 10 a?os como empleada, inform¨® a su jefe, blanco, de que empezar¨ªa a lucir un estilo afro. ¡°[Mi jefe] me respondi¨® que no pod¨ªa porque no se ver¨ªa profesional. O me hac¨ªa la permanente lisa o perd¨ªa mi trabajo¡±. Cooper renunci¨® y se convirti¨® en una ¡°m¨¢ster del pelo natural¡±. Lleva casi tres d¨¦cadas ofreciendo charlas sobre la importancia de valorar el cabello natural, un empe?o que la ha llevado a grandes capitales como Londres y Par¨ªs, y pa¨ªses de ?frica como Nigeria.
Malaika-Tamu Cooper es ahora propietaria de dos salones de belleza especializados en peinar melenas caracter¨ªsticas de los afroamericanos. La pandemia golpe¨® el negocio con fuerza el primer mes, pero ahora dice que la demanda es mayor que antes. En sus establecimientos no se utilizan productos qu¨ªmicos, algo que ha ayudado a incrementar su clientela, especialmente entre los millennials. ¡°Ellos nos est¨¢n redefiniendo porque est¨¢n poniendo en valor lo que nosotros creemos que es belleza, no lo que la tele dice que es¡±, explica. Llevar el pelo natural es, adem¨¢s, una ventaja para el bolsillo.
La industria del cabello en la comunidad afroamericana mueve unos 2.500 millones de d¨®lares (2.300 millones de euros), seg¨²n la agencia de investigaci¨®n de mercado Mintel. Esta cifra, de 2019, excluye lo que se invierte en pelucas, extensiones y visitas a la peluquer¨ªa, por lo que se considera una estimaci¨®n bastante conservadora. Las protestas contra el racismo han tenido un primer impacto en los departamentos de polic¨ªa por las acusaciones de abuso, pero tambi¨¦n en los escaparates de productos de belleza. La multinacional Walmart anunci¨® a mediados de junio que abandonar¨¢ la pol¨¦mica pr¨¢ctica de mantener bajo llave los productos para el cabello ¡°multiculturales¡±, que en la pr¨¢ctica consumen mayoritariamente las afroamericanas.
Pero la batalla no solo se ha dado en los salones de belleza. Los tribunales de EE UU llevan d¨¦cadas recibiendo demandas de afroamericanos que fueron despedidos de sus trabajos por llevar el pelo al natural, sin domar. En 2010, Chastity Jones, afroamericana de Alabama, recibi¨® una oferta para trabajar en el servicio al cliente de la empresa Catastrophe Management Solutions. Sin embargo, el requisito era que se cortara las rastas porque ¡°tend¨ªan a desordenarse¡±. La Comisi¨®n de Igualdad de Oportunidades en el Empleo present¨® una demanda en nombre de Jones en 2013 y perdi¨®. En 2016, un Tribunal de Apelaciones confirm¨® el fallo y desestim¨® el caso. El Tribunal Supremo no quiso escucharlo. Como muchas, Jones se negaba a cambiar su peinado porque es una expresi¨®n de su ¡°herencia, cultura y orgullo racial¡±, como lo describi¨® otra demandante, que fue despedida por no destrenzar su cabello.
Aunque las mujeres son las m¨¢s afectadas en EE UU, este problema tambi¨¦n ata?e a los hombres. Malcolm X, el legendario activista por los derechos de los afroamericanos, narra en un cap¨ªtulo de su autobiograf¨ªa, publicada en los a?os sesenta, la primera vez que se hizo un conk, t¨¦rmino con el que se conoce el producto qu¨ªmico para alisar el cabello masculino. ¡°Fue mi primer gran paso hacia la autodegradaci¨®n: cuando soport¨¦ todo ese dolor [al echar lej¨ªa en mi cuero cabelludo], literalmente me quem¨¦ la piel para que pareciera el cabello de un hombre blanco¡±. Por eso, el director de cine Spike Lee decidi¨® que en Malcolm X, la pel¨ªcula sobre la vida del activista, el primer acto de rebeld¨ªa en su conversi¨®n fuese el de volver a lucir su pelo natural.
El caso recuerda al de J. West, de 40 a?os, con unas rastas que le caen hasta la cintura. Creci¨® en una escuela militar donde estaba obligado a llevar el pelo rapado casi al cero. ¡°Despu¨¦s de graduarme, mi pelo se transform¨® en parte de lo que soy, dej¨¦ de cortarlo en 2007¡±, dice orgulloso en Baltimore. Situaciones similares de afirmaci¨®n de la identidad se han producido tambi¨¦n en varios centros educativos del pa¨ªs. A principios de junio, Kieana Hooper denunci¨® p¨²blicamente al instituto en el que estudia su hija de 18 a?os en Texas por prohibirle participar en la ceremonia de graduaci¨®n si no se quitaba las trenzas. En ese mismo Estado, dos madres demandaron a finales de mayo a la escuela de sus hijos despu¨¦s de que los suspendieran por llevar rastas. Uno de ellos argument¨® que las usaba para honrar a su familia, originaria de Trinidad.
Pese a que este tipo de discriminaci¨®n recorre el pa¨ªs, hay algunos Estados que han empezado a tomar medidas. California, Nueva York y Nueva Jersey aprobaron el a?o pasado la ley Crown (Create a Respectful and Open Workplace for Natural Hair, crea un lugar de trabajo respetuoso y abierto para el cabello natural), que proh¨ªbe la discriminaci¨®n por el tipo de peinado, tambi¨¦n en los centros educativos. Colorado y Virginia hicieron lo mismo en marzo y otra veintena de Estados han presentado proyectos de ley para sancionar la discriminaci¨®n por el pelo afro en sus respectivos Congresos estatales.
¡°El viaje¡±
Cuando una afroamericana abandona los productos qu¨ªmicos para dejar su melena al natural, se refiere a la decisi¨®n como ¡°el viaje¡±. Es una traves¨ªa al amor propio. El de Gillian Scott-Ward, doctora en psicolog¨ªa de 38 a?os, comenz¨® en 2013 en un aula de la prestigiosa Universidad de Harvard, donde es profesora. ¡°Muchas alumnas negras ven¨ªan preocupadas a preguntarme si su apariencia iba a repercutir negativamente en su vida laboral¡±, cuenta por tel¨¦fono a pocos meses del estreno de su documental Volver a lo natural, que aborda el valor cultural del pelo para los procedentes de ?frica y las discriminaciones que padecen en distintas partes del mundo. ¡°No todos tienen el privilegio de ser quienes son¡±, agrega. Scott-Ward se hac¨ªa la permanente lisa desde que tiene memoria, pero se dio cuenta del mensaje err¨®neo que estaba transmitiendo a sus estudiantes y decidi¨® dejarse el pelo tal y como le crece de manera natural: rizado.
¡°El abuso policial, la discriminaci¨®n en el trabajo, el rechazo a nuestro pelo natural, todo eso est¨¢ unido en la idea de que los negros somos menos que seres humanos. Esta vez, las protestas [contra la brutalidad policial], al ser multirraciales, pueden ayudar a sanar este trauma colectivo¡±, agrega. ¡°Pasamos de la esclavitud a la segregaci¨®n, y ahora esto. No nos hemos sanado como pa¨ªs y para hacerlo tenemos que aceptar todo lo que incluye ser negro. ?C¨®mo son las personas en los libros infantiles, c¨®mo son sus pelos?¡±, plantea la psic¨®loga. Y es que la falta de referentes es una parte esencial de esta historia.
Fotorrelato: Voces en defensa del pelo natural
VERNON DONALDSON, 19 a?os
LALIA TOURE, 52 a?os
CAMILLE NELSON, 51 a?os
SHARON MALCOLM, 67 a?os
TASHEENA ANDERSON, 29 a?os
En las pasarelas, en los noticiarios y hasta en la Casa Blanca: cuando una mujer afroamericana alcanza gran exposici¨®n, lo com¨²n es verla llevando el pelo lacio, una peluca o extensiones con cabello ajeno o artificial. Michelle Obama, por ejemplo, se dej¨® ver con el pelo liso durante los ocho a?os que ejerci¨® de primera dama (2009-2017). Pero el pasado verano, durante una gira por Vietnam, luci¨® su melena encrespada y, desde entonces, se la ha visto as¨ª en reiteradas ocasiones. Algo est¨¢ cambiando.
En 2019, por primera vez en la historia de Estados Unidos, las ganadoras de los tres concursos de belleza m¨¢s importantes (Miss America, Miss USA y Miss Teen USA) fueron negras. Dos de ellas lucieron su pelo natural durante la competici¨®n. La abogada Cheslie Kryst afirm¨® que haber sido coronada Miss Estados Unidos con su melena rizada fue de suma importancia para que las ni?as la vieran por televisi¨®n y dijeran: ¡°Es alguien que se parece a m¨ª¡±. Otro espejo donde la comunidad afroamericana podr¨¢ verse reflejada es en Love Hair, el ganador del Oscar al mejor corto de este a?o, que narra la historia de un padre que no sabe c¨®mo peinar el rebelde pelo afro de su peque?a.
La lucha del pelo como s¨ªmbolo de identidad es inherente a la historia de EE UU. La afroamericana m¨¢s rica de comienzos del siglo XIX construy¨® su imperio gracias a productos para alisar el cabello de las mujeres negras. Se hizo llamar Madam C. J. Walker. Como muchas, padec¨ªa dolencias en el cuero cabelludo y se estaba quedando calva debido a la aplicaci¨®n de lociones agresivas para alisar su pelo, como la lej¨ªa. Despu¨¦s de trabajar en la industria del cuidado capilar, lanz¨® su propia l¨ªnea de productos.
La emprendedora comenz¨® vendiendo sus lociones para el alisado de puerta en puerta en el sur del pa¨ªs y termin¨® convirti¨¦ndose en la due?a de una f¨¢brica, una escuela de belleza y muchas peluquer¨ªas. Entre ellas, una en la meca de la cultura y el activismo negro en el barrio de Harlem, Nueva York. Todos all¨ª conoc¨ªan la l¨ªnea de productos y el ¡°peine caliente¡± de Madame C. J. Walker. Pese al ¨¦xito inicial, su legado ha envejecido mal y hoy son varios los que la critican por haber amasado una grand¨ªsima fortuna gracias a perpetrar la idea de que el cabello lacio conduce al avance econ¨®mico y social.
Una publicidad elocuente
¡°Mejora tu apariencia, guerra declarada contra el pelo malo¡±
Las primeras publicidades de productos para cabello afro insist¨ªan en la importancia de alisar el pelo para poder triunfar. En las im¨¢genes, anuncios de los a?os veinte de productos capilares de Madame C. J. Walker y de G. A. Morgan. / NATIONAL MUSEUM OF AFRICAN AMERICAN HISTORY & CULTURE¡°No importa c¨®mo lleves tu pelo: primero al¨ªsalo, y luego lo peinas¡±
En los a?os setenta, la publicidad segu¨ªa insistiendo en la importancia de tratar el cabello afro para mejorar el aspecto, bien mediante el uso de productos para alisarlo o directamente ocult¨¢ndolo con una peluca. En las im¨¢genes, un anuncio de una crema alisadora de la marca Perma Strate y otro de pelucas.¡°Cuida de tus negocios sin preocuparte de tu pelo¡±
La publicidad para hombres tambi¨¦n asoci¨® el uso de productos capilares para el pelo afro con el ¨¦xito.Romper tendencias
Pero los peque?os cambios est¨¢n provocando una transformaci¨®n en esta industria. Los millennials han roto las tendencias de sus madres, abuelas y bisabuelas. ¡°Ellos no tienen el miedo que nosotras ten¨ªamos¡±, reflexiona Cooper en su solicitada peluquer¨ªa de Baltimore. Como Brittney Maske, de 23 a?os, que solo se hizo la permanente una vez en su vida, a los 12. Desde entonces prefiere dej¨¢rselo al natural. ¡°A mis amigas que no les gusta su cabello, se hacen weaves [tejido con pelo ajeno]. En mi generaci¨®n ya no se usan las pelucas [que pueden agravar la p¨¦rdida de cabello]¡±, comenta.
Las ventas de relaxer, la crema alisante que tiene lej¨ªa entre sus ingredientes, consumida principalmente por negros, cayeron un 36,6% entre 2012 y 2017, seg¨²n Mintel. Casi tres de cada cuatro millennials dicen que no compran productos para el cabello con qu¨ªmicos, frente al 36% de los boomers ¨Cla generaci¨®n nacida entre 1946 y 1964¨C, seg¨²n revela un informe de 2019 de la consultora Euromonitor International.
Las afroamericanas gastan casi nueve veces m¨¢s que mujeres de otras etnias en productos para el cabello y belleza, informa Nielsen. ¡°Las weaves pueden costar 500 o 600 d¨®lares (460 o 552 euros), dependiendo de d¨®nde te la hagas, y te la tienes que quitar [cada dos meses]. Hay gente invirtiendo hipotecas en su apariencia¡±, cuenta Camille Robinns-Reed, due?a de un sal¨®n de belleza en Silver Spring, a las afueras de Washington.
Robinns-Reed, de 42 a?os, atiende en su sal¨®n de belleza a abogados, profesores, ingenieros... Lo primero que les pregunta es qu¨¦ se quieren hacer en el pelo. ¡°?C¨®mo es tu jefe?¡±, les consulta enseguida. En los ¨²ltimos cinco a?os la respuesta de sus clientes m¨¢s j¨®venes ha ido cambiando. Ya no les importa lo que sus superiores les digan en la oficina respecto al peinado. ¡°Cuando los millennials entraron a trabajar, cambi¨® totalmente el comportamiento de lo que se ve¨ªa hasta ahora¡±, explica la peluquera. En las grandes ciudades estadounidenses es m¨¢s f¨¢cil tomar la decisi¨®n de volver a llevar el pelo natural porque existe m¨¢s diversidad en la poblaci¨®n y porque hay peluquer¨ªas especializadas en la comunidad negra con productos sin componentes qu¨ªmicos, aclara. En muchos lugares del pa¨ªs, con 47,8 millones de habitantes afroamericanos, no hay oferta.
La gente que ha vivido en el sur, tradicionalmente conservador, epicentro de la esclavitud y la segregaci¨®n, suele tardar mucho m¨¢s en tomar la decisi¨®n de emprender ¡°el viaje¡±. Algunas mujeres acuden a la peluquer¨ªa con la intenci¨®n de hacerlo, pero necesitan casi seis meses de largas conversaciones con las estilistas hasta que toman la decisi¨®n. Una vez realizado el cambio, a menudo no se atreven a mirarse al espejo. Tienen p¨¢nico. Toda la vida la gente les han dicho que no ten¨ªan una apariencia digna de respeto, explica Robinns-Reed, pero cuando finalmente tienen el coraje de girar la silla para ver el resultado, ella les susurra con dulzura: ¡°Mira lo hermosa que eres¡±.
Cr¨¦ditos
- Coordinaci¨®n y formato: Patricia R. Blanco y Guiomar del Ser
- Dise?o: Ana Fern¨¢ndez
- Front-end: Alejandro Gallardo
- Direcci¨®n de arte: Fernando Hern¨¢ndez
- Infograf¨ªa: Yolanda Clemente