La irresistible llamada del tel¨¦fono m¨®vil: cada d¨ªa nos distrae 150 veces
Tener un ¡®smartphone¡¯ al alcance altera nuestro rendimiento intelectual, incluso cuando est¨¢ inactivo, escribe el investigador franc¨¦s Michel Desmurget en su nuevo libro ¡¯La f¨¢brica de cretinos digitales¡¯
Cada d¨ªa, los propietarios de un smartphone, ya sean adultos o adolescentes, sufren de media entre cincuenta y ciento cincuenta interrupciones, es decir, una cada diez-treinta minutos, o, si quitamos el tiempo de sue?o (pongamos siete horas diarias), una cada siete-veinte minutos. En la mitad de los casos, esas interrupciones se corresponden con elementos externos intrusivos (mensajes, SMS, llamadas, etc.). La otra mitad se deben a un movimiento end¨®geno compulsivo. Ese movimiento es innato: es la consecuencia de una selecci¨®n progresiva que, a lo largo del proceso biol¨®gico de nuestra ...
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Cada d¨ªa, los propietarios de un smartphone, ya sean adultos o adolescentes, sufren de media entre cincuenta y ciento cincuenta interrupciones, es decir, una cada diez-treinta minutos, o, si quitamos el tiempo de sue?o (pongamos siete horas diarias), una cada siete-veinte minutos. En la mitad de los casos, esas interrupciones se corresponden con elementos externos intrusivos (mensajes, SMS, llamadas, etc.). La otra mitad se deben a un movimiento end¨®geno compulsivo. Ese movimiento es innato: es la consecuencia de una selecci¨®n progresiva que, a lo largo del proceso biol¨®gico de nuestra evoluci¨®n, se ha ido obrando a favor de los individuos m¨¢s ¡°curiosos¡±, es decir, de los m¨¢s r¨¢pidos a la hora de percibir y analizar la informaci¨®n procedente de su entorno (en forma de oportunidades o de peligros). Adem¨¢s, esta curiosidad se alimentar¨ªa a trav¨¦s de la activaci¨®n del sistema cerebral de recompensa. En otras palabras, si consultamos de un modo tan fren¨¦tico nuestros dispositivos m¨®viles incluso en situaciones en las que no tenemos ninguna necesidad objetiva de hacerlo es, por una parte, porque sentimos (inconscientemente) miedo de perdernos alg¨²n dato vital, y, por otra, porque cumplir ese proceso de comprobaci¨®n nos brinda un peque?o chute de dopamina muy agradable (y adictivo). A este doble mecanismo se le suele conocer como ¡°FoMO¡±, acr¨®nimo de fear of missing out (algo as¨ª como ¡°el miedo de perderse algo¡±).
De acuerdo con un reciente estudio, basta con perder la atenci¨®n dos o tres segundos para que ¡°el tren del pensamiento descarrile¡±
En l¨ªnea con esta idea, una investigaci¨®n reciente ha demostrado lo dif¨ªcil que es resistirse a la ¡°llamada del tel¨¦fono m¨®vil¡±. En ella se observ¨® a una muestra variada de estudiantes (de educaci¨®n secundaria o de universidad) durante una sesi¨®n de trabajo de un cuarto de hora. De media, los participantes solo dedicaron diez minutos a estudiar. Pese a la inquisitoria presencia de un experimentador, no consiguieron pasar m¨¢s de seis minutos concentrados sin abalanzarse como muertos de hambre sobre sus dispositivos electr¨®nicos. Seguramente, esos seis minutos constituyen un mejor resultado que el de la carpa dorada est¨¢ndar de Microsoft, pero tampoco es que sea para tirar cohetes.
Esta observaci¨®n coincide con la de otro estudio que revela que el mero hecho de tener un m¨®vil al alcance de la mano es capaz de distraernos lo suficiente como para alterar nuestro rendimiento intelectual, incluso cuando el aparato permanece inactivo. Este fen¨®meno se debe a la dura lucha interna que libramos contra la necesidad impulsiva de ¡°comprobar¡± el entorno, es decir, de asegurarnos de que no nos estamos perdiendo ninguna informaci¨®n importante. El procedimiento es similar al que se desencadena cuando aparece un elemento externo que nos reclama (una alarma, un timbre, una vibraci¨®n, etc.): la ¨²nica diferencia estriba en la naturaleza del est¨ªmulo activador (ex¨®geno, en este ¨²ltimo caso; end¨®geno, en el anterior). En ambas situaciones, el resultado es el mismo: el funcionamiento cognitivo se ve alterado, la concentraci¨®n se merma y el rendimiento intelectual baja.
Lo que debemos tener presente es que una interrupci¨®n no necesita ser persistente para provocar un efecto perjudicial. De acuerdo con otro reciente estudio, basta con perder la atenci¨®n dos o tres segundos para que ¡°el tren del pensamiento descarrile¡±, probablemente porque ese tren es sorprendentemente fr¨¢gil y, una vez que ha perdido su estabilidad, no es f¨¢cil devolverlo a su estado anterior. Imagine, por ejemplo, que alguien le pide que haga un trabajo de s¨ªntesis. Usted se pone a ordenar sus argumentos, a seleccionarlos, a clasificarlos, a estructurarlos... y, de repente, su tel¨¦fono vibra o emite una se?al sonora. Lo quiera o no, su atenci¨®n se dirigir¨¢ inmediatamente hacia ese mensaje que acaba de recibir. Entonces se har¨¢ varias preguntas: ?lo miro o no lo miro? ?Deber¨ªa esperar, mejor? ?Respondo? ?Qui¨¦n ser¨¢?...
El 50% de los padres consultan sus mensajes mientras conducen en presencia de sus hijos, ?y el 30 % incluso se permiten escribir!
El problema es que, aun cuando usted decida inmediatamente que va a ignorar el aviso, el mal ya est¨¢ hecho: a diferencia de lo que se suele pensar, no es que usted tenga que recuperar el hilo de una reflexi¨®n que se ha interrumpido moment¨¢neamente, pero permanece guardada, intacta, en alguna parte de su cerebro, lista para ¡°volver a cargarse¡± en el coraz¨®n de la maquinaria neuronal. No es as¨ª. Tras la interrupci¨®n, tendr¨¢ que reconstruir el flujo reflexivo, volver a encontrar los elementos que lo constitu¨ªan y reensamblarlos para regresar al estado inicial previo a la interrupci¨®n.
Como es l¨®gico, el tiempo y la energ¨ªa que esta actividad requiere afectan de un modo considerable a la fiabilidad y a la productividad cognitivas. Eso, en el mejor de los casos, porque tambi¨¦n hay que tener en cuenta que el perjuicio aumenta de forma autom¨¢tica cuando el pensamiento est¨¢ avanzando a partir de datos que se le van ofreciendo progresivamente, por ejemplo durante una clase, una conferencia o, simplemente, un di¨¢logo. En tales situaciones, la suspensi¨®n de la atenci¨®n abre una doble brecha en el acceso a la informaci¨®n y el proceso de reflexi¨®n, lo cual, obviamente, resulta poco propicio para la comprensi¨®n del contenido expuesto (...)
Al debate sobre el impacto que provocan en el desarrollo cognitivo los dispositivos digitales empleados en la escuela cabr¨ªa a?adir los numerosos datos experimentales que demuestran la incre¨ªble capacidad que tienen las notificaciones y el uso de los m¨®viles para atrapar nuestra atenci¨®n cuando estamos conduciendo y, por tanto, para aumentar enormemente el riesgo de que suframos accidentes. Por ejemplo, ese riesgo se multiplica por 23 en el caso de los SMS, seg¨²n un amplio estudio realizado por el Ministerio de Transportes de Estados Unidos. Sin embargo, eso no impide que el 50% de los padres consulten sus mensajes mientras conducen en presencia de sus hijos, ?y que el 30 % incluso se permitan escribir! No pretendo aqu¨ª culpabilizar a nadie, pero s¨ª subrayar el extraordinario potencial de nuestros tel¨¦fonos para generar comportamientos compulsivos.
¡®La f¨¢brica de cretinos digitales¡¯ (Pen¨ªnsula), de Michel Desmurget, se publica el martes 1 de septiembre.