El smartphone, ese arma de distracci¨®n masiva
La capacidad de concentraci¨®n se resiente con tantas aplicaciones que reclaman nuestro inter¨¦s. Saltamos de una cosa a otra, nos cuesta mantener el foco. El m¨®vil crea adicci¨®n. Domesticarlo no es sencillo.
Vamos por la vida con un arma de distracci¨®n masiva en el bolsillo. Con un dispositivo maravilloso que pone el mundo al alcance de nuestra mano, s¨ª, con un artilugio que es la puerta al conocimiento, o al menos a la informaci¨®n. Pero en ese objeto que ha cambiado nuestra forma de vivir anidan, agazapadas, toda una serie de aplicaciones que reclaman atenci¨®n con homologables grados de urgencia. ?Y si me pierdo algo? El miedo a perderse algo ¡ªen ingl¨¦s, fomo, fear of missing out¡ª, recelo, en ocasiones, angustia, que se multiplica en estos nuevos tiempos.
Bienvenidos a la era de las mentes dispersas, de los cerebros a los que les cuesta centrar el foco, de las microconversaciones y la microatenci¨®n, de personas que por momentos tienen la sensaci¨®n de operar cual pollo sin cabeza en el ecosistema digital (cuando no, tambi¨¦n, en la vida real).
Inciso: Dispersar, seg¨²n la Real Academia Espa?ola: dividir el esfuerzo, la atenci¨®n o la actividad, aplic¨¢ndolos desordenadamente en m¨²ltiples direcciones.
Pues eso.
Un estudio se?ala que cuando estamos trabajando frente al ordenador cambiamos de pantalla, de foco de atenci¨®n, cada 47 segundos
Domesticar esa arma de distracci¨®n masiva que reclama atenci¨®n sonando, silbando, vibrando, parpadeando no es cosa f¨¢cil. Por un lado, estamos nosotros, dotados de un cerebro que es un aut¨¦ntico devorador de informaci¨®n, un ¨®rgano que busca constantemente novedades, est¨ªmulos, con nuestra necesidad de sentirnos conectados con otros. Por otro, las pantallas, plagadas de aplicaciones dise?adas con todo tipo de trucos para captar nuestra atenci¨®n.
Fue en torno al a?o 2004 cuando la profesora Gloria Mark, titular del Departamento de Inform¨¢tica de la Universidad de California Irvine, compar¨® nuestra tendencia a chequear de modo compulsivo el correo electr¨®nico y las redes sociales con nuestro comportamiento ante una m¨¢quina tragaperras. Miramos el m¨®vil porque buscamos una gratificaci¨®n. Y la mera expectativa de poder obtenerla es suficiente para hacer que volvamos una y otra vez en su busca ¡ªrecurrimos al tel¨¦fono entre 80 y 110 veces al d¨ªa seg¨²n distintos estudios¡ª. Este comportamiento se mantiene gracias al llamado reforzamiento aleatorio (Randomly reinforced behaviour).
Esas p¨ªldoras de informaci¨®n que consumimos a trav¨¦s del m¨®vil generan descargas de dopamina como las que recibe el cerebro del fumador en el momento en que enciende un cigarro. Por eso regresamos con obstinaci¨®n en busca de nuevos caramelos digitales.
¡°Nos centramos demasiado en la gesti¨®n de nuestro tiempo y poco en la gesti¨®n de nuestra atenci¨®n¡±, dice la experta Linda Stone
Las investigaciones llevadas a cabo por Mark, doctorada en Psicolog¨ªa por la Universidad de Columbia, especializada desde 2003 en estudiar c¨®mo las tecnolog¨ªas de la informaci¨®n afectan a la multitarea, a la atenci¨®n, al humor y al estr¨¦s, resultan reveladoras. Su m¨¦todo consiste en escrutar minuciosamente el comportamiento de peque?os grupos escogidos de personas para de ah¨ª inferir nuestro modus operandi. Utiliza herramientas de precisi¨®n: sensores, contadores que miden las interacciones frente a la pantalla, biosensores que toman, por ejemplo, datos del ritmo cardiaco.
Con su estudio Los neur¨®ticos no pueden concentrarse: Un estudio in situ sobre la multitarea online en el trabajo (2016), que firma junto a especialistas de Microsoft y del prestigioso Media Lab del Massachusetts Institute of Tech?nology, observ¨® que cuando trabajamos frente al ordenador cambiamos de pantalla (es decir, el foco de atenci¨®n) cada 47 segundos. Fue la media que obtuvo del seguimiento al que someti¨® a 40 trabajadores de grandes empresas norteamericanas. Los resultados mostraron que las personas muy inclinadas a la multitarea, los denominados heavy multitaskers, se demostraban m¨¢s propensos a la distracci¨®n. Descubri¨® que cuanto m¨¢s neur¨®tica e impulsiva es una persona (y cuanto peor ha dormido), menor es su capacidad de concentrarse.
Cerebros centrados
Mentes errantes, mentes infelices. Lo dec¨ªa un art¨ªculo cient¨ªfico de la revista Science, publicado en noviembre de 2010 (A wandering mind is an unhappy mind: Matthew A. Killingworth and David T. Gilbert): una mente errante es una mente infeliz. Conclusi¨®n a la que se lleg¨® tras insertar una app en los m¨®viles de 5.000 personas de 83 pa¨ªses distintos para que contestaran a preguntas sobre sus pensamientos, sentimientos y sensaciones en tiempo real. Somos m¨¢s felices si centramos la atenci¨®n.
Hay marcha atr¨¢s para la dispersi¨®n. Esa dificultad de centrar la atenci¨®n calificada como monkey mind es reversible. El cerebro es un ¨®rgano que se adapta constantemente, que se puede reeducar. La capacidad de concentrarse es algo que se recupera con entrenamiento. Hay ejecutivos que recurren a t¨¦cnicas de desconexi¨®n digital y pagan a coaches para que se encarguen de redirigir sus procesos atencionales.
Estrategias de defensa. Llevar el m¨®vil en modo silencio. Desactivar las notificaciones que aparecen en pantalla para que las alertas no nos interrumpan una y otra vez en la tarea que estemos llevando a cabo. No dormir junto al tel¨¦fono para no acostarse y levantarse con ¨¦l. Aparcarlo un poco durante el fin de semana y tambi¨¦n en las vacaciones. Son tan solo algunas de las medidas que proponen neuropsic¨®logos y estudiosos de la atenci¨®n consultados para este reportaje y que ellos mismos usan para no mermar su capacidad de concentraci¨®n.
En otro estudio, Concentrados, despiertos, pero tan distra¨ªdos: una perspectiva temporal de la multitarea y las comunicaciones, realizado en 2015 mediante el seguimiento detallado de 32 trabajadores, revel¨® que consultaban el correo electr¨®nico 74 veces al d¨ªa (de media) y entraban en Facebook una media de 21 veces (con un m¨¢ximo de 264 visitas diarias).
¡°La multitarea ha existido siempre¡±, dice Mark en conversaci¨®n telef¨®nica desde la Costa Oeste norteamericana, ¡°pero la capacidad de atenci¨®n de la gente se ha reducido. En mi opini¨®n, es algo que no es positivo. Sabemos que cambiar el foco de atenci¨®n incrementa el estr¨¦s, y que puede tener un impacto en aspectos como la innovaci¨®n y la productividad¡±.
El ser humano est¨¢ dise?ado para virar su atenci¨®n con facilidad. Es algo que garantiza su supervivencia desde los primeros d¨ªas de la especie. Hubo un tiempo en que los est¨ªmulos proven¨ªan de la naturaleza, y tend¨ªan a ser lentos. La hoja que ca¨ªa del ¨¢rbol. El vuelo de la mosca. En la era moderna, todo empez¨® a ir m¨¢s deprisa. En la digital, todo se ha acelerado.
Pero la atenci¨®n, que funciona gracias a la interacci¨®n entre el l¨®bulo frontal, el parietal y el cerebro emocional, es algo dif¨ªcilmente divisible. Cuando parece que estamos haciendo dos cosas a la vez es porque una de las tareas se puede automatizar (como, por ejemplo, caminar). Hacer dos cosas que impliquen un esfuerzo cognitivo (como hablar y escribir un mensaje de texto) a la vez no es posible. En realidad, lo que hacemos es cambiar r¨¢pidamente el foco de una tarea a otra. As¨ª lo explica el neuropsic¨®logo Marcos R¨ªos Lago, cuya investigaci¨®n se centra en el ¨¢rea de la atenci¨®n, las funciones ejecutivas y la velocidad de procesamiento.
Linda Stone, una exejecutiva de Apple y Microsoft, miembro del consejo asesor del MIT Media Lab, desarroll¨® a finales del siglo pasado el concepto de atenci¨®n parcial continua. Para ella, la multitarea consiste en hacer varias cosas a la vez porque exigen poca capacidad cognitiva (ordenar papeles y hablar por tel¨¦fono mientras comemos un s¨¢ndwich). Atenci¨®n parcial continua (APC), sin embargo, es prestar atenci¨®n a varias fuentes de informaci¨®n de manera superficial.
Stone afirma que esa conexi¨®n permanente para no perdernos nada, ese estar permanentemente conectados y en alerta, acaba pasando factura cuando se convierte en modo de vida. Genera estr¨¦s y compromete la capacidad para tomar decisiones, para ser creativo.
La proliferaci¨®n de dispositivos electr¨®nicos parece haber multiplicado nuestra capacidad de manejar distintos flujos de informaci¨®n en paralelo, algo para lo que parecen particularmente dotados los llamados millennials, que han mamado desde la cuna el nuevo paradigma tecnol¨®gico. Lo suyo es hiperatenci¨®n. As¨ª lo bautiz¨® Katherine Hayles en el a?o 2007. Con este t¨¦rmino, la profesora de literatura de la Duke University, autora de Hiperatenci¨®n y Atenci¨®n profunda: la divisi¨®n generacional en los modos cognitivos, denominaba una nueva manera de absorber el conocimiento que, sostiene, obliga a una reevaluaci¨®n de los m¨¦todos educativos.
A Hayles le preocupa que en algunos colegios estadounidenses se est¨¦n introduciendo ipads en las clases de primero de primaria, con ni?os que apenas tienen seis a?os. ¡°Los cerebros son muy maleables, y eso puede afectar a sus neuroestructuras¡±, manifiesta en conversaci¨®n telef¨®nica desde Los ?ngeles, California. ¡°Creo que lo mejor es ser conservador en estas cuestiones hasta que tengamos un mayor conocimiento de las implicaciones de la introducci¨®n de estos sistemas, y limitar el tiempo que los ni?os pasan ante las pantallas¡±.
El nuevo escenario tecnol¨®gico nos est¨¢ conduciendo a lo que el neuropsic¨®logo ?lvaro Bilbao denomina un estilo de atenci¨®n monkey mind ¡ªel t¨¦rmino procede del budismo¡ª, una mente que salta de una cosa a la otra, que va y vuelve, que hace que cada vez m¨¢s nos interrumpamos m¨¢s los unos a los otros por la incapacidad de mantener la atenci¨®n en lo que el otro nos est¨¢ diciendo. ¡°Tendemos a perder capacidad de atenci¨®n sostenida, de concentraci¨®n¡±, dice Bilbao, autor de Cuida tu cerebro. Y la atenci¨®n sostenida, la profundidad, es la que da pie a ideas novedosas, a la creatividad, como se?ala R¨ªos Lagos. Hayles incide en esta l¨ªnea argumental: ¡°Todos los logros intelectuales del siglo XX requirieron de una atenci¨®n profunda¡±.
El debate en torno al impacto de las nuevas herramientas tecnol¨®gicas en nuestro cerebro y productividad, no obstante, est¨¢ abierto. Hay expertos, como Enrique Dans, profesor de Innovaci¨®n en IE Business School y autor de Todo va a cambiar, que nos recuerdan que esa hiperatenci¨®n es algo que nos hace m¨¢s eficientes. ?l nunca tiene menos de 10 pesta?as abiertas en su ordenador, explica. Y se considera bastante productivo. ¡°Es una capacidad que se desarrolla y que se entrena¡±, manifiesta. Para ¨¦l, en esta historia hay ¡°ganadores y perdedores¡±, gente que se adapta a las interrupciones, que se distrae pero vuelve de manera r¨¢pida a lo que estaba haciendo; y gente que no.
Dans se?ala que las notas no han bajado de nivel en las ingenier¨ªas, que el nivel de comprensi¨®n lectora ha mejorado, y que los j¨®venes que han crecido con los nuevos dispositivos procesan una mayor cantidad de informaci¨®n y son m¨¢s eficientes.
En la misma longitud de onda se sit¨²a Anna Cox, psic¨®loga y estudiosa de la interacci¨®n entre humanos y computadoras que ha llevado a cabo estudios sobre interrupciones y multitarea. Afirma que la gente ha ido aprendiendo a distinguir r¨¢pidamente qu¨¦ e-mail hay que contestar de modo urgente y cu¨¢l puede esperar. Esta profesora del University College of London Interactive Center (UCLIC) sostiene que las distracciones no son siempre malas.
A veces nos interrumpimos a nosotros mismos porque la tarea se ha vuelto muy dura y ya no estamos siendo productivos. Entonces pasamos a algo m¨¢s f¨¢cil, que nos granjea una recompensa m¨¢s r¨¢pida (como chequear las redes sociales). Al regresar a la tarea principal, en ocasiones, se?ala Cox, tenemos m¨¢s claro lo que busc¨¢bamos o quer¨ªamos hacer. ¡°Lo importante¡±, asegura en conversaci¨®n telef¨®nica desde Londres, ¡°es que la gente tome el control de la tecnolog¨ªa y que no se convierta en esclava de ella¡±.
No caer en las trampas que se nos tienden con los dise?os de algunas aplicaciones no es cosa f¨¢cil. Las grandes corporaciones tecnol¨®gicas, sus desarrolladores y dise?adores, saben c¨®mo manejar los resortes para dirigir o reclamar nuestra atenci¨®n. ¡°Por supuesto que se usan todo tipo de trucos¡±, dice Gloria Mark, ¡°se vienen usando desde que existe la publicidad y ahora se hace lo mismo en Internet¡±. El neuropsic¨®logo R¨ªos Lago abunda en la cuesti¨®n: ¡°Han conseguido que cada interacci¨®n requiera poco esfuerzo y sea reforzante¡±. Ah¨ª est¨¢n los me gusta de Facebook, por ejemplo.
Proteger y cultivar la atenci¨®n de los seres humanos, preservar el derecho de las personas a concentrarse, es uno de los retos que ahora est¨¢ sobre la mesa. El Manifiesto Onlife, encargado a un panel de expertos por la Comisi¨®n Europea, reclama que la atenci¨®n no sea considerada como una mercanc¨ªa.
¡°Creo que en el futuro, aquellos de nosotros que sepan cultivar herramientas para concentrarse disfrutar¨¢n de una mayor calidad de vida¡±, sentencia en conversaci¨®n telef¨®nica desde Boston la experta Linda Stone. ¡°Bill Gates, Jeff Bezos y muchos m¨¢s l¨ªderes de la era digital hablan de que es importante cultivar la capacidad de usar bien la atenci¨®n. Nos centramos demasiado en la gesti¨®n de nuestro tiempo y demasiado poco en la gesti¨®n de nuestra atenci¨®n¡±.
En un mundo cada vez m¨¢s regido por las l¨®gicas de la llamada ¡°econom¨ªa de la atenci¨®n¡±, donde la valoraci¨®n de una gran empresa del nuevo ecosistema tecnol¨®gico est¨¢ ligada a su capacidad para atraer ojos e interac?ciones, necesitamos de una tecnolog¨ªa que est¨¦ al servicio del ser humano, que nos permita elegir, que haga que nuestra vida sea mejor, que nos haga m¨¢s libres, y no una que secuestre nuestra atenci¨®n y que se rija por la l¨®gica del negocio.
En nuestras manos est¨¢ reclamarla. Atentos.
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