Por qu¨¦ nos cuesta tanto elegir qu¨¦ serie ver
Internet nos ha dado acceso a contenidos culturales casi infinitos, pero la abundancia tambi¨¦n produce ansiedad, falta de paciencia, tendencia al ¡®zapping¡¯ compulsivo y desidia
Era todo un acontecimiento: la banda favorita de uno anunciaba nuevo disco y uno se pon¨ªa a esperar su publicaci¨®n. Ahorraba dinero, le¨ªa rese?as, se lo imaginaba escuchando el single por la radio. Cuando por fin consegu¨ªa hacerse con el disco, se aprend¨ªa los t¨ªtulos de las canciones, las letras al mil¨ªmetro, escrutaba sin cesar la ilustraci¨®n de la portada, lo escuchaba hasta que echaba humo. Qu¨¦ experiencia.
Pero este acontecimiento es cada vez menos com¨²n: desde la llegada de la abundancia cultural en Internet, la ilusi¨®n no embarga con frecuencia al cultureta de a pie. Llegan, en cambio, la ansiedad por abarcarlo todo, la falta de paciencia o tiempo para disfrutarlo, el zapping compulsivo, el tedio cultural, la desidia que sigue al empacho de contenidos. En tiempos de confinamiento esta sobreoferta se hizo m¨¢s evidente, cuando, adem¨¢s de las plataformas de cine y series (Netflix, HBO, Filmin), m¨²sica (Spotify, Deezer), podcasts (Ivoox), libros o audiolibros (Storytel, Nubico), se unieron al men¨² cotidiano versiones digitales de las visitas a los museos, las salas de conciertos o los teatros. Adem¨¢s de las creaciones que cualquier artista, profesional o amateur, comparti¨® en la Red. Una variedad inabarcable.
¡°La sobreproducci¨®n y la sobreoferta ya exist¨ªan antes de la pandemia, pero estaban algo m¨¢s repartidas en los centros culturales¡±, opina el cr¨ªtico literario y escritor Jorge Carri¨®n, autor del reciente libro Contra Amazon (Galaxia Gutenberg). Ahora, en la pantalla, est¨¢n m¨¢s concentradas. A juicio de Carri¨®n tambi¨¦n ha influido ¡°la ficci¨®n de que todos somos creadores, de que todos somos agentes culturales, productores de discurso, y de que todos tenemos derecho a publicar, a exhibir, a exponer, a proyectar. A ser profesionales de la cultura¡±.
Si hace unos a?os nos hubiesen dicho que dispondr¨ªamos de tal oferta cultural a golpe de clic y a precios irrisorios (por menos de lo que costaba un disco podemos acceder a la mayor parte de la producci¨®n musical de la humanidad, y lo mismo ocurre con las entradas de cine y las pel¨ªculas), nos hubiese parecido un sue?o. Lo cierto es que el acceso masivo a la cultura nos forma, nos enriquece, nos maravilla, pero tambi¨¦n tiene su lado negativo.
Un 49% de los usuarios estadounidenses de plataformas audiovisuales sienten frustraci¨®n ante la enorme oferta audiovisual, seg¨²n un informe de la consultora Deloitte
Un 49% de los usuarios estadounidenses de plataformas audiovisuales declararon haber sentido frustraci¨®n ante la enorme oferta audiovisual de los 300 servicios diferentes disponibles, seg¨²n un informe de 2019 de la consultora Deloitte. Queremos libertad de elecci¨®n, pero con mesura. En un estudio del a?o 2000, los psic¨®logos Iyengar y Lepper, de las universidades de Columbia y Stanford, descubrieron que a sus investigados les resultaba mucho m¨¢s satisfactorio elegir entre seis tipos de mermelada o chocolate que entre 24 o 30 opciones. Cuando disponemos de una oferta demasiado amplia llega el bloqueo y la desmotivaci¨®n. ?Qui¨¦n no se ha enfrentado a Spotify sin saber qu¨¦ canci¨®n poner? Es lo que el psic¨®logo Barry Schwartz ha llamado ¡°la paradoja de la elecci¨®n¡±: reducir las opciones disponibles puede ayudar a reducir la ansiedad del consumidor.
¡°Cuando tenemos tanto donde elegir, cuando estamos expuestos a esta sobrecarga, tendemos a no valorar las cosas y a consumir de forma m¨¢s compulsiva¡±, apunta el psic¨®logo Jos¨¦ Antonio Molina, profesor de la Universidad Complutense de Madrid y autor de libros como SOS, tengo una adicci¨®n (Pir¨¢mide). En nuestra trayectoria vital solemos pasar por procesos que nos llevan a conseguir nuestras metas, pero ahora nos estamos acostumbrando a disponer de ciertas cosas sin demora, lo que nos hace ser m¨¢s impulsivos y tener poca paciencia, asegura.
¡°Ante la oferta ilimitada de contenido acabamos recurriendo a prescriptores o algoritmos. Es como si quisi¨¦ramos volver a ver la televisi¨®n programada por un programador¡±Elena Neira, autora de 'Streaming Wars, la nueva televisi¨®n'
La Red abruma. Un estudio de Netflix ha descubierto que si pasamos m¨¢s de un minuto y medio buscando un contenido tendemos a bloquearnos, explica la experta en plataformas Elena Neira, autora del libro Streaming Wars, la nueva televisi¨®n (Libros C¨²pula). Si, en un principio, la irrupci¨®n de las plataformas nos promet¨ªa una libertad de elecci¨®n sin l¨ªmites, ¡°acabamos recurriendo a listas de reproducci¨®n predeterminadas, a las recomendaciones de prescriptores o algoritmos. Es como si quisi¨¦ramos volver a ver la televisi¨®n programada por un programador, porque no podemos gestionar tanta informaci¨®n¡±. Parad¨®jicamente, volvemos a ser espectadores pasivos y con tendencia ansiosa a lo que los anglosajones llaman binge watching (atrac¨®n de visionados), que consiste en tragarnos del tir¨®n un mont¨®n de cap¨ªtulos de la misma serie. Las series tienen la ventaja de que permiten disfrutar muchas horas sin tener que decidir qu¨¦ vemos, simplemente siguiendo el hilo. ¡°Devorar o saborear, he aqu¨ª el gran dilema¡±, reflexiona Elena Neira.
Los fen¨®menos culturales transitan ahora con mayor rapidez, son m¨¢s intensos, se diluyen y son r¨¢pidamente sustituidos por otros. En busca del ¨¦xito, la producci¨®n de series ha ido en aumento, tanto que se ha llegado a hablar de burbuja. Y la fragmentaci¨®n de las plataformas hace que cada vez cueste m¨¢s estar al d¨ªa: hay demasiados sitios a los que suscribirse y esto tambi¨¦n puede generar la ansiedad de estar perdi¨¦ndonos algo que es debatido por doquier en las redes sociales y en la m¨¢quina de caf¨¦. Para Neira, esta fragmentaci¨®n puede llevar a un repunte de la pirater¨ªa o, muy probablemente, a procesos de agregaci¨®n de varias plataformas bajo una sola factura.
El paseo por los contenidos se ha convertido en un contenido en s¨ª mismo. A veces podemos echar la tarde navegando entre los oc¨¦anos culturales, viendo tr¨¢ileres, leyendo sinopsis, elaborando listas de aquello que planeamos disfrutar en el futuro¡ aunque ese disfrute nunca llegue. ¡°Nosotros queremos transmitir la idea de que navegar por nuestra plataforma es como curiosear en una librer¨ªa, como quien pasa horas hojeando libros¡±, explica Jaume Ripoll, cofundador y director editorial de Filmin, la plataforma audiovisual pionera en Espa?a, que durante el confinamiento ha detectado un aumento del 70% en visionados. ¡°Aunque tambi¨¦n es cierto que se pueden dar problemas de gesti¨®n de la abundancia. Es el s¨ªndrome del turista en el gran museo, propio de nuestras generaciones¡±. Tenemos poco tiempo para ver un mont¨®n de obras de arte imprescindibles y, al final, lo hacemos con prisa, sin acabar nada, casi sin disfrutar. A¨²n as¨ª, Ripoll es optimista: cada vez m¨¢s usuarios de Filmin ven las pel¨ªculas enteras y no abandonan tras el primer acto.
Infoxicaci¨®n, intoxicaci¨®n informativa, es el t¨¦rmino que acu?¨® el consultor en innovaci¨®n Alfons Cornella hace m¨¢s de 15 a?os para definir a este asedio constante de est¨ªmulos por Internet ¡ªy eso que entonces la Red estaba a¨²n lejos de ser lo que es ahora¡ª. Primero lleg¨® el mail y la World Wide Web, luego los tel¨¦fonos inteligentes y las redes sociales, m¨¢s recientemente la avalancha de productos culturales en directo: no nos da la vida. El recurso que no se puede extender es nuestro tiempo, reflexiona Cornella, de modo que tenemos que aprender a seleccionar y a profundizar, a no caer en esta macdonalizaci¨®n del consumo de estos contenidos. Quien mucho abarca poco aprieta. El remedio es personal: tomar conciencia y decidir aportar calidad a nuestras actividades. ¡°Este es uno de los grandes retos de la humanidad¡±, concluye Cornella, ¡°aprender a lidiar con esta avalancha de informaci¨®n y sacarle provecho¡±.
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