Relaciones s¨¢dicas
Los ¡°contratos de adhesi¨®n¡± de las grandes tecnol¨®gicas son del tipo de ¡°lo tomas o lo dejas¡±
Los usuarios de WhatsApp han recibido estos d¨ªas un mensaje en el que se les dice que esta aplicaci¨®n de mensajer¨ªa instant¨¢nea, utilizada por miles de millones de personas de todo el mundo, ¡°actualizar¨¢ sus condiciones y su pol¨ªtica de privacidad¡±. Esto se traduce en que, a partir del pr¨®ximo 8 de febrero, WhatsApp obligar¨¢ a compartir con Facebook (su propietaria) los datos y conversaciones que posee, aunque el usuario no sea miembro de Facebook. Este es uno m¨¢s de los mensajes que los ciudadanos que utilizan los servicios y productos de algunas de las grandes empresas tecnol¨®gicas reciben de vez en cuando a trav¨¦s de sus tel¨¦fonos inteligentes o tabletas, y que son denominados por los expertos jur¨ªdicos ¡°contratos de adhesi¨®n¡± porque imponen unas condiciones de ¡°lo tomas o lo dejas¡±, desde el momento en que se hace clic en la casilla de ¡°s¨ª, acepto¡±.
La profesora de Derecho Nancy Kim (mencionada por Shoshana Zuboff en su ya cl¨¢sico estudio sobre el capitalismo de la vigilancia) define las relaciones entre los ciudadanos y las grandes tecnol¨®gicas como ¡°relaciones s¨¢dicas¡±. El poder de los gigantes tecnol¨®gicos en el mundo actual es enorme, tanto en t¨¦rminos pol¨ªticos como en su capacidad para afectar nuestras vidas. Paralelamente, son los grandes beneficiarios de que la pandemia de la covid-19 haya acelerado extraordinariamente la digitalizaci¨®n.
El economista Carlos Sebasti¨¢n, en el recientemente aparecido El capitalismo del siglo XXI (Galaxia Gutenberg), destaca el crecimiento de las big tech en medio de la permisividad de las autoridades de la competencia: han renunciado a regular su poder y su capacidad de manipulaci¨®n, al mismo tiempo que ellas laminaban literalmente a su competencia potencial (la pol¨ªtica de ¡°comprar o enterrar¡±). Facebook pudo adquirir Instagram y WhatsApp sin ninguna traba reguladora; o Google compr¨® YouTube por un precio desorbitado con el objeto de asegurarse el control de los datos y h¨¢bitos de los consumidores de v¨ªdeos.
Los ¡°contratos de adhesi¨®n¡± digitales son, en su generalidad (parecen copiados unos de otros), excesivamente largos y complejos, y est¨¢n escritos en una letra min¨²scula, de modo que esas caracter¨ªsticas disuaden a los usuarios de leerlos, y mucho menos hasta el final. El presidente del Tribunal Supremo de EE UU, John Roberts, confes¨® en una ocasi¨®n que ni ¨¦l le¨ªa la letra peque?a de esos documentos. Otra experta legal citada por Zuboff, Margaret Rodin, comenta que nociones tan sagradas como las de ¡°acuerdo¡± o ¡°promesa¡±, fundamentales para la evoluci¨®n de la instituci¨®n del contrato desde la ¨¦poca de los romanos, han retrocedido en el tiempo para volver a ser una especie de simples se?ales que ¡°indican meramente que la empresa elaboradora de ese texto modelo quiere que el receptor del servicio quede autom¨¢ticamente vinculado¡±. Esta manera de actuar de los Apple, Microsoft, Amazon, Google, Facebook¡ ser¨ªa una forma de ¡°expropiaci¨®n privada¡±, una confiscaci¨®n unilateral de derechos sin el consentimiento de las personas a las que se les confisca; y considera que tales documentos representan una degradaci¨®n moral del Estado de derecho y de la instituci¨®n contractual misma, una perversi¨®n que reestructura muchos de los derechos que los ciudadanos han conquistado a trav¨¦s de los procesos democr¨¢ticos y los sustituyen por el sistema que el gigante tecnol¨®gico quiere imponer. Para poder realizar transacciones con este ¨²ltimo, los destinatarios deben incorporarse al universo legal dise?ado por ¨¦l. Las cinco empresas citadas suman ahora una capitaci¨®n burs¨¢til de cinco billones de d¨®lares. Para situar en contexto esta cifra, el PIB espa?ol ser¨ªa el equivalente a 1,5 billones de d¨®lares, lo mismo que vale Microsoft.
Existe un consenso generalizado sobre la necesidad de establecer l¨ªmites al poder de este oligopolio tecnol¨®gico (?troce¨¢ndolo?). Mientras tanto, la mayor¨ªa de la ciudadan¨ªa que utiliza sus servicios contin¨²a ignorando los rapaces t¨¦rminos que permiten que las big tech adquieran derechos sin negociaci¨®n previa e incorporen pr¨¢cticas antes de que los usuarios y los reguladores (no capturados) hayan tenido tiempo siquiera de percatarse de lo que est¨¢ sucediendo. Esta es otra cara del capitalismo de vigilancia.
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