Ning¨²n animal puede construir un rascacielos. La cognici¨®n es lo que distingui¨® a la especie humana
Si hemos sobrevivido y prosperado no es por ser m¨¢s grandes, ni m¨¢s r¨¢pidos ni m¨¢s fuertes, sino por ser m¨¢s inteligentes. Es una de las ideas que el neurocient¨ªfico Joseph LeDoux desarrolla en su nuevo libro
Nuestra especie ha sobrevivido y prosperado no por ser m¨¢s grande, ni m¨¢s r¨¢pida ni m¨¢s fuerte, sino por ser m¨¢s inteligente. No hemos evolucionado, como muchos organismos, adaptando el bauplan [el arquetipo corporal] al mundo a medida que cambia; hemos usado nuestras capacidades cognitivas para cambiar el mundo. Lo hacemos porque pensamos que puede ser ventajoso para el cuerpo y para nuestro modo de vida, o porque simplemente puede ser interesante jugar con la naturaleza. Ning¨²n otro animal, ni siquiera los primates m¨¢s cercanos a nosotros, puede tener ideas, como, por ejemplo, construir un rascacielos, encontrar la cura para una enfermedad, componer una ¨®pera o escribir una novela, despu¨¦s describ¨ªrsela a un colega, planear c¨®mo ejecutarla y, finalmente, llevarla a cabo. El que la cognici¨®n humana sea ¨²nica no significa de ning¨²n modo que seamos mejores o que tengamos m¨¢s derechos que nuestros antepasados o que los animales con los que actualmente compartimos el planeta. Solo significa que somos diferentes.
Por muy ¨²nica que sea, la cognici¨®n humana emergi¨® a partir de las capacidades cognitivas que pose¨ªan nuestros antepasados mam¨ªferos. Para entender el origen de nuestras capacidades cognitivas, primero debemos especificar cu¨¢les son.
Lo m¨¢s habitual es usar el t¨¦rmino cognici¨®n en relaci¨®n con pensar, razonar, planificar, decidir y otras acciones similares. La cognici¨®n ha sido una parte crucial del conocimiento filos¨®fico desde los antiguos griegos. Pero fue el c¨¦lebre aforismo de Descartes, cogito, ergo sum, ¡°pienso, luego existo¡±, el que igual¨® la cognici¨®n con la autorreflexi¨®n consciente, o la conciencia ¨ªntima de uno mismo como parte integral de la experiencia de pensar. Seg¨²n Descartes, la conciencia es una caracter¨ªstica definitoria de lo que es un ser humano y, para ¨¦l, los animales eran m¨¢quinas de reflejos sin mente. Dos siglos m¨¢s tarde, Darwin dot¨® a las bestias mec¨¢nicas de pensamiento y emociones como las humanas y su antropomorfismo llev¨® a la revoluci¨®n conductista en la psicolog¨ªa. Como Darwin, los conductistas quer¨ªan estrechar el trecho psicol¨®gico entre los humanos y los animales, pero tomaron una postura totalmente distinta, eliminando la conciencia como un factor en ambas, la conducta animal y la humana. Tipificando este hecho, el fil¨®sofo conductista Gilbert Ryle se refiri¨® despectivamente a la conciencia como ¡°el fantasma en la m¨¢quina¡± (...)
Bas¨¢ndose en las aparentes similitudes que existen entre la manera en que pensamos los humanos y el modo en que procesan la informaci¨®n los ordenadores, a mediados del siglo XX, emergi¨® una nueva concepci¨®n de la psicolog¨ªa. La ¡°ciencia cognitiva¡±, como el conductismo, hizo una aproximaci¨®n rigurosa concentr¨¢ndose en las respuestas conductuales. Aunque usaba la conducta para medir los estados internos, lleg¨® suavemente a ellos, poniendo inicialmente la conciencia a un lado. La mente se ve¨ªa como un sistema de procesamiento de informaci¨®n. Y el procesamiento cognitivo, algunas veces, pod¨ªa dar como resultado experiencias conscientes, pero el foco estaba puesto en el procesamiento, que, en efecto, era tratado como una actividad no consciente (es decir, inconsciente). Por lo tanto, la ciencia cognitiva trajo la mente de vuelta a la psicolog¨ªa, pero no la mente consciente que los conductistas hab¨ªan eliminado.
Sigmund Freud hab¨ªa popularizado la noci¨®n de inconsciente mucho tiempo antes de que surgiese la ciencia cognitiva. El inconsciente, para ¨¦l, era un lugar adonde se enviaban y se aislaban los pensamientos y los recuerdos inquietantes para prevenir que produjesen sentimientos de ansiedad y angustia. Pero la ciencia cognitiva ofreci¨® un punto de vista distinto: el llamado inconsciente cognitivo, como se conoci¨® a los procesos cognitivos no conscientes, no es inconsciente debido a la represi¨®n de la informaci¨®n, sino a que est¨¢ organizado de tal manera que gran parte del procesamiento de la informaci¨®n simplemente tiene lugar fuera de la regi¨®n de la conciencia. Por ejemplo, cuando caminamos hacia un destino (digamos que vamos al bar de la esquina desde el trabajo para tomar un caf¨¦). Una vez decidido, no tienes que pensar c¨®mo ir, simplemente vas. De igual modo, cuando hablamos, normalmente lo podemos hacer bastante bien, generando frases gramaticalmente correctas sin tener que planear conscientemente el lugar de las palabras en la oraci¨®n. Esto nos permite pensar de forma consciente sobre otras cosas mientras el trabajo rutinario se produce en el trasfondo; pero si algo va mal mientras llevamos puesto el piloto autom¨¢tico (hay un obst¨¢culo en el camino al bar, o una frase no nos sale bien), nos damos cuenta. Esto es, circunstancias inesperadas o no deseables captan nuestra atenci¨®n, haciendo que sepamos de su presencia como contenido consciente, echando a un lado cualquier otra cosa que estemos pensando en ese momento (...)
Tal como la hemos usado aqu¨ª, la cognici¨®n se referir¨¢ a los procesos que sustentan la adquisici¨®n de conocimiento, creando representaciones internas de sucesos externos, y a su almacenamiento como recuerdos que posteriormente se pueden usar para pensar, evocar, reflexionar y comportarse (...)
Una de las ramas de la ciencia cognitiva y su conexi¨®n temprana con la ciencia computacional fue el campo de la inteligencia artificial (IA). Hay algunos autores que abogan por la que se llama inteligencia artificial fuerte (IAF) ¡ªla idea de que la cognici¨®n e incluso la conciencia se pueden dar como resultado de la representaci¨®n de informaci¨®n en sistemas artificiales¡ª. Yo me decanto por una versi¨®n m¨¢s d¨¦bil, que considera que la investigaci¨®n puede explorar las similitudes entre la cognici¨®n humana y el procesamiento de informaci¨®n en los sistemas artificiales para ayudar, de forma valiosa, a entender la cognici¨®n humana. En otras palabras, el flujo de electrones en los aparatos electr¨®nicos puede arrojar luz para el entendimiento de la cognici¨®n, pero no es suficiente para crearla. Por lo tanto, mi punto de vista es que la cognici¨®n es producto de la evoluci¨®n biol¨®gica y, como tal, requiere del procesamiento de la informaci¨®n biol¨®gica. Aun as¨ª, no cuentan todos los tipos de procesamiento de informaci¨®n biol¨®gica. Cada c¨¦lula, por ejemplo, emplea el procesamiento de la informaci¨®n biol¨®gica en cada uno de los momentos de su vida. Algunos cient¨ªficos restringen la cognici¨®n al procesamiento de informaci¨®n biol¨®gica que es la base de la conducta. De acuerdo con este posicionamiento, las actividades conductuales de las plantas, los fungi e incluso los microbios unicelulares reflejan capacidades cognitivas rudimentarias. Arthur Reber, en su libro The First Minds, asegura que, como las bacterias muestran fototaxias, poseen una mente cognitiva. En mi opini¨®n, igualar la cognici¨®n con la capacidad de generar una respuesta a partir de est¨ªmulos ambientales estira tanto el t¨¦rmino que lo vac¨ªa de significado.
Joseph LeDoux (Eunice, Luisiana, 1949) es neurocient¨ªfico. Este extracto pertenece a su libro ¡®Una historia natural de la humanidad. El apasionante recorrido de la vida hasta alcanzar nuestro cerebro consciente¡¯, que editorial Paid¨®s ha publicado este 16 de junio.
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