Estados Unidos y la UE no son democracias reales
Los sistemas democr¨¢ticos est¨¢n en crisis y presentan carencias. Parecen abocados a la tecnocracia o al populismo, escribe la fil¨®sofa ¡ªy disc¨ªpula de Habermas¡ª Cristina Lafont
La democracia est¨¢ en crisis. Aunque las causas son m¨²ltiples, todas ellas apuntan a que los ciudadanos han perdido la capacidad de influencia pol¨ªtica porque existen demasiados atajos que permiten a actores poderosos tomar decisiones pol¨ªticas al margen de la ciudadan¨ªa. Aunque en las sociedades democr¨¢ticas los ciudadanos siguen teniendo todos los derechos pol¨ªticos formales de voto, libertad de expresi¨®n, etc¨¦tera, esos derechos ya no garantizan un poder real de influenciar las decisiones pol¨ªticas...
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La democracia est¨¢ en crisis. Aunque las causas son m¨²ltiples, todas ellas apuntan a que los ciudadanos han perdido la capacidad de influencia pol¨ªtica porque existen demasiados atajos que permiten a actores poderosos tomar decisiones pol¨ªticas al margen de la ciudadan¨ªa. Aunque en las sociedades democr¨¢ticas los ciudadanos siguen teniendo todos los derechos pol¨ªticos formales de voto, libertad de expresi¨®n, etc¨¦tera, esos derechos ya no garantizan un poder real de influenciar las decisiones pol¨ªticas.
Usando ese est¨¢ndar, los polit¨®logos Benjamin Page y Martin Giles ofrecen evidencia emp¨ªrica de que EE UU ya no es una democracia. T¨¦cnicamente, es una oligarqu¨ªa. Las preferencias y opiniones de la mayor¨ªa de los ciudadanos no tienen influencia efectiva en las decisiones pol¨ªticas.
La situaci¨®n en Europa no es muy diferente. La UE nunca fue un proyecto democr¨¢tico. Naci¨® como un proyecto de integraci¨®n econ¨®mica sin integraci¨®n pol¨ªtica y sus d¨¦ficits democr¨¢ticos se han criticado desde hace d¨¦cadas. Pero lo que refleja la crisis actual es que, a consecuencia de dichos d¨¦ficits, los pa¨ªses europeos est¨¢n dejando de ser democracias tambi¨¦n. A m¨¢s tardar desde la crisis de 2008, los ciudadanos han podido comprobar que ejercer el derecho al voto tiene poco que ver con poder influenciar las pol¨ªticas a las que est¨¢n sujetos. El ejemplo m¨¢s extremo fueron las elecciones griegas de 2015. La mayor¨ªa de los ciudadanos eligieron un partido con una agenda expl¨ªcita de rechazo a las pol¨ªticas de austeridad y lo ¨²nico que consiguieron es que ese partido fuera el que administrara las mismas pol¨ªticas de austeridad que los ciudadanos hab¨ªan rechazado por m¨¢rgenes masivos. Elecciones m¨¢s recientes (por ejemplo, en Italia) y referendos como el del Brexit confirman esta tendencia. Tras tres d¨¦cadas de tecnocracia neoliberal que culminaron en la crisis financiera de 2008 y las pol¨ªticas de austeridad impuestas al margen de las necesidades y preferencias ciudadanas, el surgimiento del populismo y el etnonacionalismo como reacci¨®n en la mayor¨ªa de sociedades democr¨¢ticas es un claro s¨ªntoma de la crisis profunda de representaci¨®n pol¨ªtica. Los l¨ªderes populistas prometen devolver el control al ¡°pueblo¡± quit¨¢ndoselo a las ¨¦lites pol¨ªticas y las minor¨ªas a las que supuestamente sirven. La situaci¨®n pol¨ªtica actual sugiere que los pa¨ªses democr¨¢ticos s¨®lo pueden elegir entre la tecnocracia y el populismo, entre el gobierno de expertos y el de las masas ignorantes. La pandemia parece estar empeorando la situaci¨®n. La necesidad de proteger la salud p¨²blica con confinamientos o mandatos de vacunas est¨¢ polarizando a la ciudadan¨ªa entre los populistas que desconf¨ªan de los expertos y los tecn¨®cratas que desconf¨ªan de los ciudadanos ignorantes.
Sin embargo, si el descontento de la ciudadan¨ªa se debe a la exclusi¨®n, la soluci¨®n no puede ser m¨¢s exclusi¨®n. Por muy diferentes que parezcan el populismo y la tecnocracia, los dos son incompatibles con la inclusi¨®n democr¨¢tica. Representan una amenaza al compromiso democr¨¢tico de que todos los ciudadanos puedan determinar las decisiones pol¨ªticas a las que est¨¢n sujetos. El populismo defiende el gobierno de la mayor¨ªa electoral a la que identifica como ¡°verdadero pueblo¡± y exige que las minor¨ªas defieran ciegamente de las decisiones de la mayor¨ªa. La tecnocracia defiende el gobierno de la minor¨ªa a la que identifica como ¡°los expertos¡± y exige que la mayor¨ªa ignorante defiera ciegamente a las decisiones de la minor¨ªa. Ambas opciones aceptan una divisi¨®n permanente entre los ciudadanos que toman decisiones pol¨ªticas y los que obedecen ciegamente. La expectativa de deferencia ciega es el rasgo autocr¨¢tico com¨²n al populismo y la tecnocracia.
En momentos de crisis las propuestas de reforma proliferan, pero muchas caen en la tentaci¨®n de buscar atajos populistas o tecnocr¨¢ticos. Ejemplos europeos preocupantes son las reformas populistas en Polonia y Hungr¨ªa dirigidas a socavar la independencia judicial, con argumentos supuestamente democr¨¢ticos de devolver el control al ¡°pueblo¡± y quit¨¢rselo a una ¨¦lite ileg¨ªtima de jueces, dejando a grupos minoritarios (ciudadanos LGTBQ+, mujeres, inmigrantes, minor¨ªas ¨¦tnicas o religiosas¡) indefensos para proteger sus derechos y sin m¨¢s alternativa que deferir ciegamente a las decisiones de la mayor¨ªa dominante. Una tendencia tambi¨¦n preocupante son propuestas tecnopopulistas que prometen incrementar la participaci¨®n ciudadana, por ejemplo, organizando asambleas ciudadanas para tomar decisiones pol¨ªticas dif¨ªciles sobre el cambio clim¨¢tico, la inmigraci¨®n o las pandemias. Estas propuestas se justifican como una manera de permitir que los ciudadanos tomen las decisiones pol¨ªticas que les afectan en vez de dejarlas en manos de bur¨®cratas o partidos. La participaci¨®n est¨¢ limitada a un grupo min¨²sculo de ciudadanos seleccionados al azar a los que se les da la informaci¨®n necesaria y la oportunidad de deliberar sobre una cuesti¨®n. El car¨¢cter antidemocr¨¢tico de estas propuestas radica en la expectativa de que la inmensa mayor¨ªa de la ciudadan¨ªa defiera ciegamente a las decisiones de unos pocos sobre los que no puede ejercer ning¨²n control democr¨¢tico. Frente a estas propuestas, los ciudadanos deber¨ªan reclamar que las asambleas se organicen con fines genuinamente democr¨¢ticos. En vez de empoderar a unos pocos para que piensen y decidan por ellos, los ciudadanos podr¨ªan usar dichas asambleas para empoderarse a s¨ª mismos. Las asambleas pueden proporcionar informaci¨®n fiable sobre razones a favor y en contra de decisiones importantes, pero no pueden ni deben sustituir a la ciudadan¨ªa en la toma de decisiones.
Las propuestas populistas y tecnocr¨¢ticas ni son democr¨¢ticas ni pueden funcionar. Tientan a los ciudadanos con la trampa antidemocr¨¢tica de creer que los resultados pol¨ªticos a los que aspiran se podr¨ªan conseguir m¨¢s r¨¢pidamente con un atajo y dejan a sus conciudadanos detr¨¢s. Los tecn¨®cratas conf¨ªan en que, si se dejara gobernar a los ¡°expertos¡±, se conseguir¨ªan mejores resultados m¨¢s r¨¢pidamente. Los populistas creen que, si se dejara gobernar al ¡°pueblo¡± verdadero, se conseguir¨ªan mejores resultados. Ambos olvidan que una sociedad no puede ser mejor que sus miembros. A menos que los ciudadanos acepten las pol¨ªticas a las que est¨¢n sujetos y hagan su parte para que los objetivos de dichas pol¨ªticas se cumplan, no se conseguir¨¢n los resultados en cuesti¨®n. Ser dem¨®crata consiste precisamente en reconocer que no hay atajos para obtener mejores resultados. La ¨²nica manera de mejorar la sociedad es aceptar el largo camino democr¨¢tico de cambiar los corazones y las mentes de nuestros conciudadanos para que hagan su parte y se logren resultados que todos puedan considerar, al menos, razonables.
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