El ¡°metaverso¡±, m¨¢s all¨¢ del verso
La formaci¨®n m¨¢s esperable ser¨ªa ¡°metauniverso¡±, no m¨¢s larga que ¡°hipermercado¡± o ¡°ultraconservador¡±
El t¨¦rmino ¡°metaverso¡± proyecta a primera vista un significado concreto mediante su segundo elemento: los renglones que contienen un conjunto de palabras con cadencia y a veces tambi¨¦n medida. O sea, un verso. Sin embargo, nada hay en la intenci¨®n de ese t¨¦rmino que conduzca hacia la poes¨ªa.
Con ¡°metaverso¡± se produce un fen¨®meno parecido al que ocurrir¨ªa si en vez de ¡°limpiaparabrisas¡± dij¨¦ramos ¡°limpiabrisas¡±. O si en lugar de ...
El t¨¦rmino ¡°metaverso¡± proyecta a primera vista un significado concreto mediante su segundo elemento: los renglones que contienen un conjunto de palabras con cadencia y a veces tambi¨¦n medida. O sea, un verso. Sin embargo, nada hay en la intenci¨®n de ese t¨¦rmino que conduzca hacia la poes¨ªa.
Con ¡°metaverso¡± se produce un fen¨®meno parecido al que ocurrir¨ªa si en vez de ¡°limpiaparabrisas¡± dij¨¦ramos ¡°limpiabrisas¡±. O si en lugar de ¡°megadivertido¡± escribi¨¦ramos ¡°megavertido¡±. No es lo mismo.
¡°Metaverso¡± muestra en primer lugar el elemento griego meta, que suele significar ¡°despu¨¦s de¡± o ¡°m¨¢s all¨¢ de¡±, de una manera abstracta. Por ejemplo, los metadatos van m¨¢s all¨¢ de los datos, y a la vez son datos sobre los datos.
As¨ª pues, ¡°metaverso¡± significar¨ªa a primera vista ¡°m¨¢s all¨¢ del verso¡±. Pero esa base l¨¦xica no tiene nada que ver con tan l¨ªrica palabra, sino con las dos ¨²ltimas s¨ªlabas de ¡°universo¡±.
He ah¨ª la rareza. Cuando formamos vocablos dentro de nuestra lengua mediante piezas con valor de prefijo, en el segundo elemento no solemos utilizar la forma final de un vocablo, sino todo el t¨¦rmino al completo. Decimos ¡°macrogranja¡±, no ¡°macroja¡±.
El origen de ¡°metaverso¡± se halla en la novela de ciencia ficci¨®n Snow Crash (choque de nieve), del estadounidense Neal Stephenson, que la public¨® en 1992. En ella habla de entornos virtuales donde las personas se comunican socialmente. Stephenson usa en ingl¨¦s metaverse, que ofrece el mismo problema de su equivalente en espa?ol, pues verse significa tambi¨¦n ¡°poema¡±.
Tanto verse como universe (igual que ¡°verso¡± y ¡°universo¡±) proceden de un mismo origen. Nuestra lengua abuela, el indoeuropeo, contaba con la ra¨ªz *wer- (volver, girar), que da lugar en la lengua madre, el lat¨ªn, a los t¨¦rminos versus (surco, l¨ªnea, verso) y ?¡ªuni¨¦ndole el elemento uni- (uno)¡ª universus (todo, entero, conjunto de todo, universo). ¡°Verso¡± y ¡°universo¡± se relacionan con la idea de ¡°volver¡± (verto, en lat¨ªn, con su participio versus). El verso es el surco que da la vuelta y compone un poema con palabras que llegan hasta el final de la l¨ªnea, a la derecha, y que vuelve a la izquierda en el siguiente rengl¨®n. Y el uni-verso (originalmente un adjetivo) representa que algo variado y disperso se vuelve uno (universa natura es la naturaleza toda, hecha una sola cosa). Por eso a¨²n decimos ¡°el universo mundo¡±.
Esa relaci¨®n establecida hace miles de a?os entre ¡°verso¡± y ¡°universo¡± se ha perdido para la conciencia del hablante actual del espa?ol o del ingl¨¦s, que ve en ellos dos significados muy lejanos.
Si normalmente las bases l¨¦xicas que se sit¨²an a continuaci¨®n de los elementos compositivos y prefijos muestran todas sus s¨ªlabas (¡°hipermotivado¡±, ¡°preol¨ªmpico¡±), en ¡°metaverso¡± se lee a primera vista ¡°m¨¢s all¨¢ del verso¡±, y no ¡°m¨¢s all¨¢ del universo¡±. Y por tanto esa combinaci¨®n produce un neologismo ajeno al sistema de la lengua castellana que sonar¨¢ raro (y tal vez tambi¨¦n feo) a muchos hispanohablantes.
La formaci¨®n m¨¢s esperable en espa?ol ser¨ªa por tanto ¡°metauniverso¡±, no m¨¢s larga que ¡°hipermercado¡± o ¡°ultraconservador¡±, por ejemplo.
¡°Metauniverso¡± servir¨ªa como met¨¢fora comprensible, como expresi¨®n figurada que nos hace pensar nada m¨¢s o¨ªrla en un mundo virtual que se sit¨²a en un lugar diferente del que ocupa el universo real. El sistema de la lengua siempre ofrece recursos eficaces. Pero a veces, ay, hace falta personalidad para acudir a ellos y salirse del tedioso carril de la inercia.
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