Las ideas que inspiran a los gur¨²s de Silicon Valley
La herencia de Rand pervive en ese fen¨®meno, mezcla de capitalismo y contracultura, de los pioneros tecnol¨®gicos
No sabemos hasta qu¨¦ punto Malebranche vivi¨® seg¨²n la filosof¨ªa de Malebranche, y entre el Marx hombre y el Marx pensador hubo de seguro algunas discrepancias: si la congruencia entre vida y doctrina fuera un valor absoluto, Ayn Rand, en cambio, bien podr¨ªa disputarle el podio a Agust¨ªn de Hipona. No en vano, la vida de Ayn Rand parece salida de una novela de la propia Ayn Rand: una novela que contar¨ªa ¡ªen las generosas paginaci...
No sabemos hasta qu¨¦ punto Malebranche vivi¨® seg¨²n la filosof¨ªa de Malebranche, y entre el Marx hombre y el Marx pensador hubo de seguro algunas discrepancias: si la congruencia entre vida y doctrina fuera un valor absoluto, Ayn Rand, en cambio, bien podr¨ªa disputarle el podio a Agust¨ªn de Hipona. No en vano, la vida de Ayn Rand parece salida de una novela de la propia Ayn Rand: una novela que contar¨ªa ¡ªen las generosas paginaciones de la autora ¡ª el choque con el colectivismo en la Uni¨®n Sovi¨¦tica y el triunfo en una sociedad, la americana, cuyo libre mercado pod¨ªa premiar el m¨¦rito individual.
Y su m¨¦rito, tras a?os de periferia intelectual y trabajos ganapanes, fue de escala heroica. Quiz¨¢, de igual modo que cierto existencialismo tuvo siempre algo boulevardier, en Rand hay un arraigo tan americano que solo con dificultad se ha logrado trasplantar a otras partes. Americana fue la dimensi¨®n de su ¨¦xito en el momento de los primeros medios de masas. Americano fue su entronque con un cierto esp¨ªritu pionero propio de la nacionalizaci¨®n del pa¨ªs, con unas clases medias que legitimaban en su obra un ideal de prosperidad prometida. Su propia historia de rags-to-riches filos¨®fica, de mujer hecha a s¨ª misma, parec¨ªa una par¨¢bola de la felicidad a la americana. Y, a la vez, todos estos rasgos han contribuido a que se la considere como una planta invasora en el jard¨ªn de la filosof¨ªa acad¨¦mica: una do?a nadie que publica novelas y no tratados, que avienta sus ideas por quioscos y no por c¨¢tedras, y que cuenta con seguidores y no con estudiosos. Ha ocurrido con alguna frecuencia: pienso en Rudolf Steiner. Pero Rand no solo era la fil¨®sofa de quien jam¨¢s hubiera pensado en leer filosof¨ªa: sus libros ¡ªcon lectores convertidos en devotos¡ª han sido, a veces, el refugio de quienes ya no juzgaban necesario leer otros. Digamos en su favor que ser la intelectual de cabecera de Trump hubiera quemado cualquier reputaci¨®n.
Hay algo en Rand que parece floraci¨®n de un cierto siglo XX, en el marco de un rearme ideol¨®gico que, junto a los esfuerzos de otros pensadores ¡ªme acuerdo, tan distinto, de Reinhold Niebuhr¡ª, quiso detener el avance de los planteamientos colectivistas como Burke hab¨ªa detenido el avance de los planteamientos revolucionarios en la antigua metr¨®poli. Pero hay otros rasgos randianos que no solo se proyectan, sino que parecen haber llegado a plenitud ya en el siglo XXI. M¨¢s all¨¢ del estupor que siempre causa una derecha no conservadora ¡ªy ah¨ª est¨¢ lo que pensaba Rand del aborto, los ej¨¦rcitos o las drogas¡ª; m¨¢s all¨¢ de un libertarismo de dif¨ªcil traslaci¨®n a la pol¨ªtica dura de los partidos y las C¨¢maras legislativas, la herencia de Rand pervive en un fen¨®meno que ha dado forma a nuestro mundo. En concreto, esa econom¨ªa de pioneros del garaje ¡ªApple, Microsoft, Tesla¡¡ª que mezclaron capitalismo y contracultura.
Hoy somos ajenos al miedo al colectivismo que recorre las p¨¢ginas de Rand para darle una respuesta desde la voluntad del individuo: si su lucha es tan fiera, compensa recordar que el colectivismo ¡ªel comunismo¡ª fue la tentaci¨®n intelectual de tantos de su ¨¦poca, y explica en parte su desinter¨¦s por cualquier tradici¨®n comunitarista. Encerrar a Rand en la categor¨ªa de autoayuda para emprendedores, en todo caso, parece injusto, como siempre ser¨¢ objeto de controversia dirimir si en su compromiso con el libre mercado estaban contempladas sus disfunciones: no fue casualidad que se la mencionara tanto en la crisis financiera como en las manifestaciones del Tea Party. V¨¦ase, en todo caso, un rasgo hermoso ¡ªinspirador se dice hoy¡ª en Rand. Ante el colectivismo, Orwell sella dos finales funestos en 1984 y Rebeli¨®n en la granja; Rand llama al despertar de Atlas. Uno no ver¨ªa c¨®mo, pese a todo, lo que llamamos mundo libre vencer¨ªa al colectivismo; la otra muri¨® cuando le iba ya ganando el pulso. En todo caso, la lecci¨®n de la posguerra en Europa es que uno puede ser h¨¦roe randiano y querer sanidad p¨²blica.
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