La resurrecci¨®n de Ayn Rand
Los conservadores estadounidenses usan a la escritora de 'El manantial' como arma intelectual contra Obama
"Es un pecado escribir esto. Es un pecado pensar palabras que otros no piensan y ponerlas en un papel que otros no ven. No hay transgresi¨®n m¨¢s siniestra que actuar o pensar a solas. La ley dice que nadie puede estar solo, pues ¨¦sa es la gran transgresi¨®n, la ra¨ªz de todo mal". Son palabras del principio de Himno (1937), f¨¢bula futurista de Ayn Rand. El h¨¦roe que as¨ª habla, sin nombre, s¨®lo un n¨²mero, comete otro delito aborrecible: gasta luz, no para trabajar en provecho de todos sino escribiendo ¨²nicamente para s¨ª. Rand, novelista y fil¨®sofa anticolectivista, estrella intelectual de la radiotelevisi¨®n estadounidense en los a?os cincuenta y sesenta del siglo pasado, a¨²n sirve de gu¨ªa espiritual al viejo caudillo financiero Alan Greenspan, y est¨¢ de moda en el siglo XXI, proyectil ultraconservador contra el presidente Obama.
"El d¨®lar es el colof¨®n de la filosof¨ªa", sentenci¨® en una ocasi¨®n
Rusa de San Petersburgo, Alissa Zinovievna Rosenbaum (1905-1982) naci¨® en una familia jud¨ªa no practicante. La revoluci¨®n bolchevique arruin¨® al padre, farmac¨¦utico, y Alissa conoci¨® personalmente los efectos pr¨¢cticos del comunismo: miseria, caos callejero, polic¨ªa secreta, sustituci¨®n de la intimidad por la intimidaci¨®n, purgas, redadas, deportaciones, ejecuciones y suicidios. Estudi¨® pedagog¨ªa social en su ciudad, que ya se llamaba Petrogrado y pronto ser¨ªa Leningrado. Explicaba los cr¨ªmenes del zarismo, gu¨ªa tur¨ªstica en la fortaleza de Pedro y Pablo, pero pensaba en Estados Unidos. En las pel¨ªculas de Hollywood hab¨ªa descubierto el horizonte de Nueva York, y le parec¨ªa la plasmaci¨®n m¨¢s alta de la potencia humana. En el invierno de 1926 estaba en Chicago. Lleg¨® a la industria del cine. Cambi¨® de nombre. Fue extra, guionista, autora de novelas antisovi¨¦ticas y sentimentales que la Italia de Mussolini convertir¨ªa en pel¨ªculas.
Pero tambi¨¦n exist¨ªa el mal en Am¨¦rica: Roosevelt y su New Deal, la amenaza del Estado social, los izquierdistas, la palabrer¨ªa en torno al bien com¨²n. Eso era esencialmente el comunismo: la aniquilaci¨®n de lo puramente individual, de la vida privada, la privacy, palabra para la que no existe equivalente exacto en ruso, dec¨ªa Rand, como tampoco existe en espa?ol. El inter¨¦s de uno mismo por uno mismo y su felicidad es lo ¨²nico indiscutible, moral y razonable. La raz¨®n significa individualismo, que es capitalismo, y a los Estados Unidos los hunde el peso del Gobierno, la intromisi¨®n estatal, los impuestos y los servicios sociales. Americana por elecci¨®n y convicci¨®n, Rand se proclamaba abogada del ego¨ªsmo ilustrado y racional. "?Por qu¨¦ nos ense?an que lo malo y lo f¨¢cil es hacer lo que uno quiere, que debemos disciplinarnos? Lo m¨¢s dif¨ªcil del mundo es hacer lo que uno quiere", escrib¨ªa.
Ten¨ªa, sin embargo, una mentalidad sovi¨¦tica en cuestiones de literatura. Sus novelas son did¨¢cticas. Sus superh¨¦roes son doctrinarios. Practicaba un realismo capitalista, paralelo al realismo socialista. Si en la URSS los valientes eran obreros metal¨²rgicos o campesinos colectivizadores, en el mundo de Rand se encarnaban en arquitectos de vanguardia e industriales, inventores de m¨¢quinas, siempre ego¨ªstas monumentales, de piedra o hierro, pura fuerza creadora, sin contradicciones ni conflictos interiores, capaces de montar, como ped¨ªan los estalinistas, rebeliones y organizaciones clandestinas: una huelga mundial de empresarios, que, ante el intervencionismo corrupto-caritativo del Gobierno, abandonan sus negocios y paran el motor del mundo. Pero el universo de Rand no se divide en clases, como querr¨ªan los marxistas, sino en individuos creadores, productores de riqueza, contra saqueadores y par¨¢sitos, gente de segunda mano. El hombre de la inteligencia se enfrenta a las masas, millones de almas insulsas, marchitas, pasivas, sin voluntad, ideas ni sue?os propios, que "comen, duermen y mastican impotentes las ideas que otros ponen en sus cerebros". Hay una prueba del estado real de las masas: compraban los libros de Rand. Iban a ver El manantial, la pel¨ªcula de King Vidor en 1949, con Gary Cooper y Patricia Neal, sobre el primer novel¨®n de Rand, que public¨® en Espa?a Planeta en 1954, traducido por Luis de Paola.
Vencido el comunismo, la obra de Ayn Rand no ha sido embalsamada en una biblioteca: hoy es el arma viva con la que los conservadores extremos atacan a Obama, nuevo e inveros¨ªmil pe¨®n del socialismo. Vuelven la fe y el fervor de los a?os cincuenta y sesenta, cuando el culto a Rand conquistaba disc¨ªpulos entre la juventud, y la papisa se multiplicaba en giras, charlas, fiestas, cenas en la Casa Blanca, viajes, cursos para aprender a vivir en los que nacer¨ªa la vigente superstici¨®n de la autoestima, polemista encendida por un impulso b¨ªblico, anfetam¨ªnico. Le dedicaron un sello de correos de 33 centavos en el que aparece sobre rascacielos como una estrella de los a?os treinta. Se coronaba con diademas con el signo del d¨®lar. "El d¨®lar es el colof¨®n de la filosof¨ªa", sentenci¨®. Un gran d¨®lar de flores presid¨ªa sus funerales. Muri¨® de c¨¢ncer de pulm¨®n. La lumbre del cigarrillo era el reflejo de la chispa que arde en la mente creadora, o as¨ª lo vio uno de sus h¨¦roes, cuando Estados Unidos propagaba cinematogr¨¢fica e internacionalmente el tabaco. Grito Sagrado se llama la editorial argentina que publica hoy a Ayn Rand en el mundo hisp¨¢nico.
Babelia
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