Laura Bates, activista: ¡°La ¡®manosfera¡¯ se ha infiltrado en la cabeza de adolescentes que consideramos normales¡±
La feminista brit¨¢nica denuncia que las webs machistas est¨¢n colocando sus mensajes en la conciencia p¨²blica y que la misoginia avanza
Laura Bates (Oxford, 36 a?os) pide a EL PA?S que no revele el nombre del barrio londinense donde vive. Lleva m¨¢s de una d¨¦cada recibiendo miles de amenazas de muerte o de violaci¨®n por parte de muchos individuos que forman parte de la manosfera, ese mundo de internet donde grupos de hombres resentidos ¡ªlos llamados incel, o c¨¦libes involuntarios; o los que adiestran a adolescentes sobre c¨®mo seducir o violar a las mujeres¡ª alimentan un odio que, asegura, ha acabado alcanzando a muchos ad...
Laura Bates (Oxford, 36 a?os) pide a EL PA?S que no revele el nombre del barrio londinense donde vive. Lleva m¨¢s de una d¨¦cada recibiendo miles de amenazas de muerte o de violaci¨®n por parte de muchos individuos que forman parte de la manosfera, ese mundo de internet donde grupos de hombres resentidos ¡ªlos llamados incel, o c¨¦libes involuntarios; o los que adiestran a adolescentes sobre c¨®mo seducir o violar a las mujeres¡ª alimentan un odio que, asegura, ha acabado alcanzando a muchos adolescentes y no tan adolescentes que podr¨ªamos considerar normales.
En la terraza trasera de un pub, aislada del ruido de la calle, la autora de Los hombres que odian a las mujeres (Capit¨¢n Swing) cuenta c¨®mo decidi¨®, camuflada bajo seud¨®nimo masculino, investigar un mundo aterrador, pero no tan marginal como algunos quisieran pensar. Y c¨®mo, sobre todo, esos grupos consiguen trasladar su mensaje de odio al debate cotidiano.
Pregunta. ?Qui¨¦nes son los hombres que odian a las mujeres?
Respuesta. Es un grupo amplio y diverso. Pero uno de los errores que cometemos al hablar de ellos es simplificar el problema. En las comunidades en las que me pude infiltrar vi una gran variedad. Adolescentes vulnerables que se deslizan en ellas en busca de consejo sobre c¨®mo hablar con las chicas; o reci¨¦n divorciados que dan con ellas despu¨¦s de indagar en la red sobre sus experiencias personales y acaban amargados por estas formas peculiares de radicalismo. Hemos visto c¨®mo algunas de las personas que han sido desenmascaradas tras pertenecer a estas comunidades resultaron ser un pol¨ªtico estadounidense o un padre afable que entrenaba el equipo de f¨²tbol de sus hijos.
P. ?No son un reducto marginal?
R. Hay demasiados como para pensar que son solo un grupo de tipos raros en internet.
P. ?Influyen, como afirma, en el debate p¨²blico de forma indirecta?
R. Estos foros pueden tener decenas de miles de miembros, pero lo importante es prestar atenci¨®n a su n¨²mero de visitas. Algunas de estas webs plagadas de insultos reciben hasta dos millones y medio de lecturas mensuales. Y logran colocar su mensaje en la actitud y la conciencia p¨²blica. Hay dos modos de medir su eficacia. Uno es comprobar el n¨²mero de hombres que se registran en ellos y consumen su contenido, pero otro es ver cu¨¢ntos hombres han absorbido sus ideas sin saber necesariamente de d¨®nde vienen. Eso es lo preocupante. En Espa?a, uno de cada cinco de los hombres de entre 15 y 29 a?os creen que la violencia de g¨¦nero es una invenci¨®n ideol¨®gica. En Estados Unidos, un 27% de los hombres dicen que ya no tendr¨ªan nunca una reuni¨®n de trabajo a solas con una mujer, por las llamadas acusaciones falsas.
En EE UU, uno de cada cuatro no tendr¨ªa una reuni¨®n de trabajo a solas con una mujer por miedo a las ¡®acusaciones falsas¡±
P. Usted se dio a conocer con el proyecto Sexismo Diario, que traslad¨® a un libro. Pero ese machismo no parec¨ªa revelar este otro aterrador.
R. Si eres una activista feminista conoces a estos hombres, ya habr¨¢n intentado contactar contigo. Desde la segunda semana en que comenc¨¦ aquel proyecto, en 2012, recib¨ªa cada d¨ªa en torno a 200 amenazas de muerte o de violaci¨®n. Y, con altibajos, es algo que no ha desaparecido desde entonces. No fue una sorpresa para m¨ª. Pero lo que me hizo querer indagar fue percatarme de que se hab¨ªan infiltrado en la cabeza de adolescentes que consideramos normales.
P. Y lleg¨® a la conclusi¨®n de que era necesario sacarlos a la luz.
R. Al principio tambi¨¦n cre¨ªa que hablar de ellos era darles publicidad. Pero cuando los escuchas repetir teor¨ªas de la conspiraci¨®n y mitos que han recabado de esos espacios de internet, como que las mujeres mienten sobre la violaci¨®n, o que hay hombres buenos perdiendo su empleo por culpa de las pol¨ªticas de g¨¦nero, entiendes que el gran peligro es no hablar sobre ello.
P. Muchas personas de buena fe, sin embargo, creen que hemos avanzado en la lucha contra el machismo.
R. La idea de que hemos progresado es bastante cuestionable. Solo un 1,4% [c¨¢lculo realizado por el diario The Guardian, con base a los datos ofrecidos por el Ministerio del Interior] de las violaciones reportadas a la polic¨ªa en el Reino Unido terminan con una acusaci¨®n formal. No es hist¨¦rico afirmar que, de alg¨²n modo, la violaci¨®n se ha descriminalizado en este pa¨ªs. Pero s¨ª es cierto que se ha creado una percepci¨®n p¨²blica [de avance de la mujer], alimentada por unos medios convencionales a los que les gusta meter miedo con el feminismo. Hemos presenciado debates en medios relevantes sobre si el feminismo ha ido demasiado lejos y si no son los hombres realmente las verdaderas v¨ªctimas. Por eso la gente se vuelve m¨¢s vulnerable frente a estas teor¨ªas conspiratorias.
La idea de que hemos progresado en igualdad es bastante cuestionable¡±
P. Se?ala el papel desempe?ado por algunos de ellos.
R. Los medios tradicionales han entrado en crisis. Necesitan lectores, audiencia, van en busca de noticias con muchos pinchazos. As¨ª que, en vez de invitar a alguien a discutir los problemas a los que se enfrentan hoy las mujeres y c¨®mo abordarlos, muchos prefieren sacar a un hombre afirmando que las mujeres utilizan favores sexuales para poder ascender. Por supuesto que hay medios brillantes que se esfuerzan duramente en explicar el problema, pero en general, cuando los medios intentan sanear o suavizar estas pol¨¦micas, lo que logran es que el adolescente asuma con m¨¢s naturalidad que alguien en YouTube le diga que la brecha salarial es un mito.
P. Este fen¨®meno ha sido utilizado adem¨¢s por algunos pol¨ªticos.
R. Es una relaci¨®n simbi¨®tica. Ya vimos a hombres en estos foros celebrando las palabras del presidente [Donald] Trump lamentando lo duro que era ser un hombre joven en Estados Unidos. En Espa?a, partidos como Vox se apoyan en esta ideolog¨ªa antifeminista virulenta, en estos sentimientos. Tambi¨¦n hablan de feminazis, un t¨¦rmino que podemos leer en las primeras p¨¢ginas de algunos tabloides brit¨¢nicos.
P. Plantea usted la necesidad de combatir esta amenaza como si se tratara de un delito de terrorismo.
R. Si un grupo est¨¢ siendo entrenado y radicalizado a trav¨¦s de internet para odiar a un particular grupo demogr¨¢fico ¡ªmujeres, en este caso¡ª, y alentados a cometer actos de violencia f¨ªsica o sexual en la vida real, creo que se ajusta a la definici¨®n internacional de terrorismo.
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