Aqu¨ª el camarero es un robot, ?es esto el inicio de una distop¨ªa?
Una cadena abre en Nueva York su primera cafeter¨ªa atendida en exclusiva por m¨¢quinas. ?Es el fin del trabajo aburrido o el principio de un futuro s¨®rdido?
¡°Los humanos pueden ser impredecibles, deja que el robot te haga el caf¨¦¡±, es el eslogan de la cadena de cafeter¨ªas Botbar, que inaugur¨® el d¨ªa 10 el primer local de esta ¨ªndole en Nueva York. La cafeter¨ªa est¨¢ ubicada en Greenpoint, el barrio de moda, concretamente en el 666 de Manhattan Avenue, un n¨²mero que para los m¨¢s esot¨¦ricos podr¨ªa augurar el principio de una distop¨ªa ominosa donde prime la deshumanizaci¨®n. Pero para la fundadora del bar, Denise Chung, los robots vienen para ayudarnos y c...
¡°Los humanos pueden ser impredecibles, deja que el robot te haga el caf¨¦¡±, es el eslogan de la cadena de cafeter¨ªas Botbar, que inaugur¨® el d¨ªa 10 el primer local de esta ¨ªndole en Nueva York. La cafeter¨ªa est¨¢ ubicada en Greenpoint, el barrio de moda, concretamente en el 666 de Manhattan Avenue, un n¨²mero que para los m¨¢s esot¨¦ricos podr¨ªa augurar el principio de una distop¨ªa ominosa donde prime la deshumanizaci¨®n. Pero para la fundadora del bar, Denise Chung, los robots vienen para ayudarnos y contribuir a que la calidad de vida, tanto de los camareros como de los clientes, mejore. ¡°Seguir¨¦ teniendo alg¨²n empleado que solo tendr¨¢ que rellenar de granos de caf¨¦ las m¨¢quinas y saludar a los clientes. De la parte mec¨¢nica se encargar¨¢ el robot¡±. El botbar cuenta con varias mesas y tres m¨¢quinas donde los clientes pueden hacer su pedido en una pantalla t¨¢ctil. Adam, un robot, se encarga de prepararles el caf¨¦ (puede hacer 50 en una hora). ¡°Es una mejora para la comunidad; en lugar de que les atienda un camarero cansado de hacer 500 caf¨¦s al d¨ªa, tendr¨¢n un robot que garantiza que el caf¨¦ se haga r¨¢pido y perfecto¡±, contin¨²a Chung.
El argumento no es nuevo. Seg¨²n Mar¨ªa Jos¨¦ de Abreu, profesora de Antropolog¨ªa en la Universidad de Columbia, el avance tecnol¨®gico siempre ha generado ansiedades profundas ¡°no solo por la idea de que las m¨¢quinas reemplacen a los humanos, sino tambi¨¦n, a un nivel m¨¢s metaf¨ªsico, por el mito de la perfecci¨®n asociada con la m¨¢quina, que la equiparar¨ªa a una especie de dios o incluso a una bestia¡±. Pero seg¨²n un reciente estudio elaborado por economistas de Deutsche Bank Research, a la larga, la inteligencia artificial (IA) generar¨¢ m¨¢s puestos de trabajo de los que destruir¨¢. Es m¨¢s, de acuerdo con el pensamiento del historiador estadounidense Louis Hyman, la automatizaci¨®n no nos conduce hacia el final del trabajo, sino hacia ¡°el final del trabajo aburrido¡±. En un art¨ªculo en The New York Times, Hyman hace hincapi¨¦ en c¨®mo ¡°la automatizaci¨®n nos permite ser m¨¢s productivos y ganar m¨¢s dinero utilizando nuestra tecnolog¨ªa para volver a ser m¨¢s humanos¡±.
Y el ejemplo no es ¨²nico. En California, cuna de Silicon Valley, ya se han lanzado iniciativas similares, como Artly, The Barista Bot (que tambi¨¦n se encuentra en Seattle y Portland), obra de una start-up que ya ha recaudado en torno a 10 millones de d¨®lares (algo m¨¢s de 9 millones de euros). Tambi¨¦n destacan los Monty Cafe, con franquicias presentes en seis ciudades de Rusia y en Dub¨¢i. Y el Henn Na Cafe de Tokio, donde un robot llamado Sawyer sirve caf¨¦s desde 2018 e interpela a los clientes: ¡°?Le apetecer¨ªa un delicioso caf¨¦? Puedo hacerle uno mejor que los humanos de por aqu¨ª¡±. Adam, el camarero de Botbar, trae consigo nuevos alicientes. Tiene dos largos brazos articu?lados (no un mero brazo automatizado), se da un aire a R2-D2 (La guerra de las galaxias), saluda y, adem¨¢s, baila para entretener a los clientes. Las canciones ir¨¢n variando, pero en la actualidad est¨¢ programado el cl¨¢sico de Village People Y.M.C.A.
Para Ethiraj Gabriel Dattatreyan, profesor de Antropolog¨ªa en la Universidad de Nueva York, los botbares resultan problem¨¢ticos. ¡°Se aprovechan de la oportunidad de un trabajo deshumanizado y sin fricciones¡±. No hay que dar propinas, se puede insultar al robot sin consecuencias y el empleador se ahorra un salario. ¡°La automatizaci¨®n alivia a los propietarios de la responsabilidad hacia las clases que dependen del trabajo asalariado para vivir dentro de nuestro sistema econ¨®mico¡±, apunta. Y con el inicio de la desaparici¨®n de la figura del camarero humano, puede que se empiece a perder tambi¨¦n la idea del bar o cafeter¨ªa como reducto social.
Silencio, estamos trabajando
En los ¨²ltimos a?os, es patente el crecimiento de las franquicias de dise?o inmaculado sustituyendo a los establecimientos de toda la vida. El aumento de freelancers y del trabajo remoto contribuye a que bares y cafeter¨ªas se conviertan en lugares de trabajo donde una conversaci¨®n puede molestar a quienes est¨¢n trabajando. Es algo que ya est¨¢ sucediendo en Estados Unidos. Se acabaron los chistes, las sonrisas, las recomendaciones personalizadas, las confesiones. En ese contexto de alienaci¨®n, la figura de un robot camarero cobra sentido contribuyendo a la eficiencia y a la productividad.
¡°La ecuanimidad ejercida por empresarios dotados de cualidades morales es la clave. El progreso ha de ser integral, no solo pertenece al ¨¢mbito tecnocient¨ªfico, sino tambi¨¦n a la moral¡±, apunta Jos¨¦ Luis Mora Garc¨ªa, profesor em¨¦rito de Historia del Pensamiento en la Universidad Aut¨®noma de Madrid, quien considera ¨²tiles los robots en locales abiertos 24 horas siempre que su uso no imponga una l¨®gica infernal de consumismo para hacer rentable econ¨®micamente el aparato. ¡°Si Luis Vives apel¨® a los jueces como int¨¦rpretes de las leyes, apelemos a la ecuanimidad de quienes disponen de la tecnolog¨ªa para que los robots ocupen espacios muy limitados en nuestros bares, cuando no haya m¨¢s remedio¡±, a?ade Mora Garc¨ªa.
En Espa?a, los bares y cafeter¨ªas han sido sitios que se caracterizan como lugares de encuentro. Para ver partidos, a los amigos, para citas, tertulias, debates pol¨ªticos, presentaciones culturales. Pero tambi¨¦n para ir solo, sentarse en la barra y conversar tanto con el camarero como con otros clientes. Son espacios de socializaci¨®n, los lugares p¨²blicos m¨¢s populares para el ocio. Y seg¨²n la psic¨®loga Susan Pinker, el secreto de la longevidad radica precisamente en la vida social. Numerosas canciones de la cultura popular homenajean a estos lugares que han sido el epicentro de muchas vidas. Y los camareros desempe?an un papel fundamental para crear esa comodidad: seg¨²n un estudio realizado por Sondea para Coca-Cola, el 30% de los espa?oles le dejar¨ªan las llaves de su casa al camarero de su bar de confianza.
Seg¨²n el INE, Espa?a es el pa¨ªs con m¨¢s bares por habitante del mundo. En 2020 se llev¨® a cabo una campa?a (liderada por la plataforma Juntos con la Hosteler¨ªa) que postulaba al sector espa?ol como candidato a ser declarado patrimonio de la humanidad. ¡°Tirar una buena ca?a es un arte¡± o ¡°La tradici¨®n de preparar un caf¨¦ tiene m¨¢s de 350 a?os¡± son frases que pod¨ªan leerse en la candidatura. ?Qu¨¦ pasa si esa tradici¨®n y arte se vuelven un proceso mecanizado y controlado?
Para Jos¨¦ Antonio Gonz¨¢lez Alcantud, catedr¨¢tico de Antropolog¨ªa Social de la Universidad de Granada, la atm¨®sfera que rodea el bar es proclive a la sociabilidad. ¡°Gracias a la ebriedad y la comida se producen estados modificados de conciencia que facilitan las iluminaciones y liberan la palabra de sus sujeciones. La Revoluci¨®n Francesa comenz¨® en las tabernas. Todos sus poetas, desde Baudelaire hasta Verlaine, o escritores, desde Balzac hasta Sartre, ten¨ªan sus sitios preferidos, tabernarios. En Espa?a o Italia, ni qu¨¦ decir. ?Pensar en robots sirviendo? No es inveros¨ªmil, pero no va a tener ¨¦xito¡±, prosigue Gonz¨¢lez Alcantud. Y remata: ¡°Si triunfa la f¨®rmula, estaremos en el camino ya absoluto de la distop¨ªa, en un ambiente s¨®rdido. Aun as¨ª, tendr¨ªamos que humanizar los robots y darles funciones lit¨²rgicas. Los antropomorfizar¨ªamos, poni¨¦ndoles apodos y bromeando con ellos. El bar seguir¨¢ siendo la ¨²ltima trinchera de la humanidad¡±.
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