?Es posible apreciar la obra de un ¡®monstruo¡¯? Mi compleja relaci¨®n con la obra de Polanski
La atracci¨®n de la cr¨ªtica Claire Dederer hacia las pel¨ªculas del director franco-polaco la llevaba a cuestionar su propio feminismo. Hasta que capt¨® que la biograf¨ªa del autor extiende una nueva tonalidad sobre nuestro juicio
He llamado ¡°monstruos¡± a esos hombres y el resto del mundo lo ha hecho tambi¨¦n. Pero ?qu¨¦ quer¨ªa decir esa palabra?
Hab¨ªa ciertas cosas que me gustaban de ella: es una palabra descarada, varonil, testicular, antigua. Es una palabra peluda, con dientes. Es una palabra que significa ¡°algo que no te gusta¡±. Para el diccionario es algo terror¨ªfico, algo gigantesco, algo magn¨ªfico (¡°un monstruo de las tablas¡±). (¡)
[Pero] la palabra ¡°monstruo¡± parec¨ªa cada vez m¨¢s complicada y, al mis...
He llamado ¡°monstruos¡± a esos hombres y el resto del mundo lo ha hecho tambi¨¦n. Pero ?qu¨¦ quer¨ªa decir esa palabra?
Hab¨ªa ciertas cosas que me gustaban de ella: es una palabra descarada, varonil, testicular, antigua. Es una palabra peluda, con dientes. Es una palabra que significa ¡°algo que no te gusta¡±. Para el diccionario es algo terror¨ªfico, algo gigantesco, algo magn¨ªfico (¡°un monstruo de las tablas¡±). (¡)
[Pero] la palabra ¡°monstruo¡± parec¨ªa cada vez m¨¢s complicada y, al mismo tiempo, demasiado simple, demasiado f¨¢cil. Empec¨¦ a rebelarme contra las restricciones de la palabra y contra la manera en que (como un monstruo) se cargaba los matices. Un monstruo, en ese sentido, es otra cosa. Un monstruo no soy yo, ni somos nosotros. Ser un monstruo implica que la persona en cuesti¨®n es tan horrible que nunca podr¨ªamos ser como ella. Como ¨¦l.
Durante esa primera y amarga temporada del #MeToo, cuando las v¨ªctimas se apoyaban entre ellas para hacer acopio de fuerzas y formulaban sus acusaciones, desfil¨® por la plaza p¨²blica una procesi¨®n de monstruos en apariencia interminable. Empezamos a ver (aunque siempre lo hab¨ªamos sabido) que esos hombres estaban en todas partes. Eso quer¨ªa decir que sus v¨ªctimas tambi¨¦n estaban en todas partes. Cuanto m¨¢s pensaba en las hordas de v¨ªctimas silenciosas e invisibles, m¨¢s me daba cuenta de que la palabra ¡°monstruo¡± pone el foco en el lugar equivocado. ¡°Monstruo¡± mantiene el foco sobre ellos, sobre la megafauna carism¨¢tica que aspira todo el aire. Ser¨ªa f¨¢cil hacer una lista de todos los monstruos y de todas las cosas horribles que hicieron, pero ?de qu¨¦ servir¨ªa? ?Llamarlos monstruos, escribir sobre su monstruosidad y enumerar sus monstruosos pecados no era acaso una forma de hacer que siguieran estando en el centro de la historia?
Yo misma era culpable de ello; al fin y al cabo, era yo la que segu¨ªa volviendo a Polanski una y otra vez. Lo usaba como una especie de hombre de paja en mi ¨²ltimo libro y volv¨ªa a dar vueltas a su alrededor en este, convirti¨¦ndolo en mi monstruo.
El feminismo que yo conoc¨ªa era un feminismo que buscaba defectos. Que se?alaba. J¡¯accuse. Tal como yo lo entend¨ªa, hab¨ªa dos formas de ser: pod¨ªas ser una feminista que llamaba monstruos a los hombres, o pod¨ªas ignorar el problema. Yo me consideraba una feminista, pero al mismo tiempo ten¨ªa la sensaci¨®n inc¨®moda de que el se?alamiento no lo era todo. Ese feminismo que denunciaba, que castigaba, empezaba a parecer una trampa. Mi feminismo, que era, en esencia, una ideolog¨ªa liberal, empezaba a entrar en conflicto con mis ideas pol¨ªticas, cada vez m¨¢s escoradas a la izquierda, con mi deseo creciente de ampliar el foco para ver d¨®nde y c¨®mo confluye el poder material. Esas dos mitades de mi yo pol¨ªtico no acababan de estar a gusto la una junto a la otra. En cualquier caso, llamar monstruo a alguien no solucionaba el problema de qu¨¦ hacer con su obra. Yo pod¨ªa denunciarlo a ¨¦l cuanto quisiera, pero la obra de Polanski segu¨ªa atray¨¦ndome. Esa atracci¨®n insistente ¡ªy mi incapacidad para dejar de lado la obra¡ª trastocaba la idea que ten¨ªa de m¨ª misma. Hac¨ªa que yo ¡ªy no solo yo¡ª cuestionara mi propio feminismo.
Me hab¨ªa preguntado, al principio, qu¨¦ deb¨ªamos hacer con las obras de las personas monstruosas. Pero, al pensar un poco m¨¢s en ello, me di cuenta de que lo que buscaba no era que alguien me prescribiera lo que deb¨ªa hacer. He publicado dos libros de memorias, lo que me convierte, supongo, en una memorialista, aunque esa es una etiqueta muy inc¨®moda. Como memorialista, he luchado durante a?os por separar la prescripci¨®n de la descripci¨®n. Las buenas memorias describen la vida de quien las escribe; no le dicen al lector lo que hacer con su propia vida. Me di cuenta de que ese mismo impulso operaba aqu¨ª: me interesaba m¨¢s diseccionar el problema que hallar para ¨¦l una soluci¨®n inequ¨ªvoca. ?Qu¨¦ es lo que ocurre cuando consumimos esa obra?
La palabra ¡°monstruo¡± no aguanta bien frente a una curiosidad desapasionada como esa, frente a un deseo as¨ª de entender. Empieza a parecer un poco tonta o exagerada. O, dig¨¢moslo todo, hist¨¦rica. Y nadie es ¨²nicamente un monstruo, claro. Las personas son complejas. Llamar a alguien ¡°monstruo¡± es reducirlo a un solo aspecto del yo. (¡)
Me di cuenta de que, para m¨ª, en todos aquellos a?os dedicados a pensar en Polanski, a pensar en Woody Allen, a pensar en todos esos hombres complicados que me gustaban, la palabra hab¨ªa adoptado un significado nuevo. Quer¨ªa decir algo m¨¢s matizado y algo m¨¢s elemental. Quer¨ªa decir ¡°alguien cuya conducta altera nuestra capacidad de entender la obra por s¨ª misma¡±.
Un monstruo, en mi cabeza, era un artista al que no se lo pod¨ªa separar de alg¨²n aspecto turbio de su biograf¨ªa. (Puede que sirva tambi¨¦n para los aspectos luminosos. Quiz¨¢ haya monstruos buenos. Pero parece poco probable, o al menos muy poco frecuente).
Los l¨ªmites de la palabra ¡°monstruo¡± se me hicieron evidentes al intercambiar mensajes un d¨ªa con un amigo, historiador y cr¨ªtico musical, sobre el problema de Michael Jackson. ?l dijo (en un lenguaje de mensaje telegr¨¢fico que me pareci¨® elegante): ¡°Ahora mismo estoy intentando hacer el c¨¢lculo est¨¦ticomoral con relaci¨®n a la m¨²sica de MJ [Michael Jackson]. Por ejemplo, ?est¨¢ bien escuchar a los Jackson 5? Oh, pero, en un sentido distinto, en aquello hubo tambi¨¦n abuso y explotaci¨®n infantil, y del propio Michael. ?Y qu¨¦ pasa con la ¨¦poca de Don¡¯t Stop ¡®til You Get Enough y Rock With You? ?l no deb¨ªa de estar haciendo nada entonces, ?no? ?O la mancha tiene efectos retroactivos? En la pr¨¢ctica imagino que ser¨¢ dif¨ªcil resistirse al tir¨®n de la m¨²sica cuando la oigas estando por ah¨ª, como pasa con las pel¨ªculas de Polanski¡±.
Esa imagen de la mancha se apoder¨® de mi cerebro de inmediato (era una imagen especialmente adecuada en el contexto de Michael Jackson y la antimancha blanqueada de su piel). La palabra ¡°monstruo¡± es como una maleta llena de rabia: la rabia que lleva a pronunciarla, la rabia con la que la escucha ya sea un amigo o enemigo o el monstruo en cuesti¨®n. La mancha vuelve a ser otra cosa. La mancha es simplemente triste. Indeleblemente triste. Nadie quiere que aparezca una mancha. La mancha ocurre.
Me acord¨¦ del mensaje de mi amigo cr¨ªtico sobre Michael Jackson un par de semanas despu¨¦s, cuando, desayunando en una cafeter¨ªa, empez¨® a sonar I Want You Back, de los Jackson 5. Bailote¨¦ un poco en mi taburete, no pude evitarlo. Era justo como ¨¦l hab¨ªa dicho: costaba resistirse al tir¨®n de la m¨²sica flotando en el aire. Y, al mismo tiempo, hab¨ªa algo que estropeaba el momento. Mientras ensartaba pl¨¢cidamente pastelitos de patata con el tenedor, ten¨ªa, de alg¨²n modo, la sensaci¨®n de que algo horrible estaba pasando.
As¨ª es como funciona la mancha. La biograf¨ªa a?ade un matiz a la canci¨®n, que a su vez la a?ade un matiz al instante luminoso de la cafeter¨ªa. No lo decidimos nosotros ese matiz. No decidimos nosotros la mancha. Ya es demasiado tarde. Lo impregna todo. Nuestra forma de entender la obra ha adquirido una nueva tonalidad, nos guste o no.
La m¨¢cula de la obra es menos una decisi¨®n filos¨®fica que una cuesti¨®n de pragmatismo, o de simple realidad. Por eso la mancha es una met¨¢fora tan poderosa: es repentina, es permanente y, sobre todo, es inexorablemente real. La mancha es algo que simplemente aparece. La mancha no es una elecci¨®n. La mancha no es una decisi¨®n que tomamos. La indelebilidad no es voluntaria. Cuando alguien dice que tenemos que separar la obra del artista, lo que nos est¨¢ pidiendo es que eliminemos la mancha. Que dejemos a la obra inmaculada. Pero no es as¨ª como funcionan las manchas.
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