La esperanza reside en la Comisi¨®n Europea
La negativa del PP a respaldar a Ribera se basa en su intento de ocultar la responsabilidad de Maz¨®n en Valencia
La Uni¨®n Europea sin la Comisi¨®n no ser¨ªa la Uni¨®n, sino un mero tratado comercial, como tantos otros. Fue desde el primer momento la parte m¨¢s original de la construcci¨®n europea y sin ella, sin la capacidad de iniciativa legislativa que le reconoce el Tratado de Roma y sin los brillantes personajes que en muchas ocasiones han estado a su frente, nada de lo que conocemos habr¨ªa sido posible. El Consejo Europeo y los presidentes de los pa¨ªses miembros tienen el poder final, pero seguramente ellos nunca habr¨ªan llegado tan lejos sin el empuje de las sucesivas Comisiones. Por supuesto, unos peri...
La Uni¨®n Europea sin la Comisi¨®n no ser¨ªa la Uni¨®n, sino un mero tratado comercial, como tantos otros. Fue desde el primer momento la parte m¨¢s original de la construcci¨®n europea y sin ella, sin la capacidad de iniciativa legislativa que le reconoce el Tratado de Roma y sin los brillantes personajes que en muchas ocasiones han estado a su frente, nada de lo que conocemos habr¨ªa sido posible. El Consejo Europeo y los presidentes de los pa¨ªses miembros tienen el poder final, pero seguramente ellos nunca habr¨ªan llegado tan lejos sin el empuje de las sucesivas Comisiones. Por supuesto, unos periodos han sido m¨¢s extraordinarios y creativos que otros, pero, encargada de actuar en inter¨¦s de la UE en su conjunto, de forma independiente de los gobiernos de los pa¨ªses miembros, el balance de su trabajo en estos 66 a?os es claramente positivo.
Lo que se avecina ahora es un periodo en que ese trabajo puede ser todav¨ªa m¨¢s importante, a la vista de la debilidad de los gobiernos de los pa¨ªses que han constituido hasta ahora su n¨²cleo central: Alemania, Francia y el Benelux. La Comisi¨®n hace frente a un momento que muchos consideran decisivo para el futuro de Europa, en el que tiene que reforzar la capacidad competitiva de sus empresas, su capacidad de defensa, el bienestar de sus ciudadanos y su papel en el mundo. Y adem¨¢s lo tiene que hacer en un momento en el que el populismo de derecha recoge de una manera inquietante el malestar de amplias capas de la poblaci¨®n, que se sienten traicionadas tanto por la socialdemocracia como por la democracia cristiana, cuando Donald Trump ocupa la presidencia de Estados Unidos y cuando las relaciones con Rusia atraviesan su peor momento en d¨¦cadas, como consecuencia de la invasi¨®n de Ucrania.
Por eso es tan preocupante que algunos partidos pol¨ªticos est¨¦n utilizando su influencia en el Parlamento Europeo para debilitar la imagen de esa nueva Comisi¨®n y socavar el prestigio mismo de la instituci¨®n. El caso espa?ol es especialmente incomprensible porque Espa?a, como pa¨ªs, la gobierne el partido que la gobierne, necesita una Comisi¨®n cualificada, experta, con gran poder de iniciativa y en la que la voz de Espa?a y sus necesidades puedan ser escuchadas y atendidas. Por supuesto que el PP espa?ol, como cualquier otro partido, no est¨¢ obligado a votar en el Parlamento Europeo a una comisaria o comisario de su misma nacionalidad por el hecho de serlo. Pero s¨ª est¨¢ obligado a que su rechazo se argumente en su falta de capacidad para el puesto al que aspira. Y en este caso es obvio que la negativa del Partido Popular a respaldar a Teresa Ribera como vicepresidenta segunda de la Comisi¨®n se basa fundamentalmente en su intento de debilitar al Gobierno de Pedro S¨¢nchez y de ocultar de cualquier manera posible la dram¨¢tica responsabilidad de Carlos Maz¨®n en los sucesos de Valencia. No tiene nada que ver con la capacidad de la se?ora Ribera, cuyos conocimientos han sido repetidamente contrastados a lo largo de muchos a?os y su trabajo en el Consejo de Ministros europeo como titular espa?ola de la cartera de Transici¨®n Ecol¨®gica ha sido un¨¢nimemente reconocido.
La se?ora Von der Leyen sabe adem¨¢s a estas alturas que forzar la renuncia de Teresa Ribera supondr¨ªa echar al traste todo su esquema actual y abrir un enorme agujero de desconfianza con socialdem¨®cratas y liberales. Von der Leyen necesita dejar bien claro desde el primer momento hasta qu¨¦ punto quiere hacer de esta Comisi¨®n un verdadero motor de la UE, con la ayuda de socialdem¨®cratas y liberales, o si, como propone Feij¨®o, cierra esa puerta y la deja abierta a ¡°mayor¨ªas variables¡±, sabiendo que, en algunos casos, no le bastar¨¢ con el grupo de la italiana Meloni, ni tan siquiera con el del h¨²ngaro Orb¨¢n, sino que tendr¨¢ que tragar acuerdos puntuales con Alianza por Alemania.
Quiz¨¢s ser¨ªa tambi¨¦n el momento para que el nuevo presidente del Consejo, un cargo de muy reciente creaci¨®n (2009), y con un car¨¢cter m¨¢s representativo que ejecutivo, adquiera m¨¢s relieve pol¨ªtico. Charles Michel, el belga que ha ocupado el cargo los ¨²ltimos a?os, ha desempe?ado una labor m¨¢s bien insignificante. Afortunadamente le sustituir¨¢ un pol¨ªtico con much¨ªsima experiencia, el portugu¨¦s Ant¨®nio Costa, que fue capaz de armar un complicado Gobierno de coalici¨®n en su pa¨ªs y que lo presidi¨® con eficacia. El se?or Costa podr¨ªa construir una presidencia del Consejo m¨¢s atractiva y activa, ayudando a levantar consensos y a lograr que las condiciones de vida de los ciudadanos y sus esperanzas entren a formar parte con m¨¢s fuerza en el debate interno de la Uni¨®n. Ojal¨¢ Von der Leyen y Costa acierten, colaboren y asuman su gran responsabilidad. Con Teresa Ribera a su lado.