La libertad es algo m¨¢s que no pagar impuestos
A algunos economistas solo les importa la libertad de elecci¨®n, pero olvidan que necesitamos oportunidades. Los impuestos nos liberan a todos, pues nos ayudan a desarrollar nuestro potencial, dice el premio Nobel de Econom¨ªa Joseph Stiglitz en ¡®Camino de libertad¡¯, del que ¡®Ideas¡¯ ofrece un extracto
La noci¨®n de libertad econ¨®mica que tiene un economista parte de una idea sencilla: la libertad de una persona consiste en lo que puede hacer y lo que puede elegir. Podr¨ªa parecer que este punto de vista es similar al de Milton Friedman, reflejado en el t¨ªtulo de su exitoso libro Libertad para elegir (publicado en 1980 y escrito con su esposa, Rose). Pero Friedman olvid¨® un hecho elemental. Alguien con ingresos muy limitados tiene poca libertad de elecci¨®n. Lo que importa es el conj...
La noci¨®n de libertad econ¨®mica que tiene un economista parte de una idea sencilla: la libertad de una persona consiste en lo que puede hacer y lo que puede elegir. Podr¨ªa parecer que este punto de vista es similar al de Milton Friedman, reflejado en el t¨ªtulo de su exitoso libro Libertad para elegir (publicado en 1980 y escrito con su esposa, Rose). Pero Friedman olvid¨® un hecho elemental. Alguien con ingresos muy limitados tiene poca libertad de elecci¨®n. Lo que importa es el conjunto de oportunidades que tiene una persona, es decir, el conjunto de opciones que tiene a su disposici¨®n. Desde la perspectiva de un economista, esto es lo ¨²nico que importa. El conjunto de oportunidades determina, e incluso define, la libertad de acci¨®n de la persona. Cualquier reducci¨®n del alcance de las acciones que puede emprender supone una p¨¦rdida de libertad.
El lenguaje utilizado para describir la expansi¨®n o la contracci¨®n del conjunto de oportunidades es el mismo. Da igual si se induce a alguien a comportarse de determinada manera incentiv¨¢ndole con recompensas o castig¨¢ndole con multas, aunque se defienda lo primero como ¡°no coercitivo¡± (y se alaben los sistemas econ¨®micos que dise?an astutos sistemas de incentivos que inducen el comportamiento deseado) y se repruebe lo segundo como ¡°coercitivo¡±.
El hecho de entender la libertad econ¨®mica como libertad de acci¨®n replantea de inmediato muchas de las cuestiones centrales en torno a la libertad y las pol¨ªticas econ¨®micas. Los libertarios y otros conservadores consideran que la capacidad de gastar los propios ingresos como uno quiera es una caracter¨ªstica definitoria de la libertad econ¨®mica. Consideran que cualquier restricci¨®n a eso es una coerci¨®n y que los impuestos son la mayor restricci¨®n coercitiva. Pero esta perspectiva da primac¨ªa a los mercados y a los precios determinados por el mercado. Yo hago una cr¨ªtica a esta postura. Si bien puede haber debates econ¨®micos sobre el nivel y el dise?o de los impuestos, demuestro que los ingresos del mercado de las personas ¡ªlos ingresos que obtienen en la econom¨ªa de mercado, ya sea de salarios, dividendos, ganancias de capital u otras fuentes¡ª tienen escasa o nula primac¨ªa moral y, por lo tanto, la raz¨®n moral para no gravar esos ingresos es escasa o nula.
Las personas que apenas tienen para sobrevivir cuentan con una libertad muy limitada. Todo su tiempo y energ¨ªa se dedican a ganar el dinero suficiente para pagar la comida, la vivienda y el transporte al trabajo. Al igual que los ingresos de las personas que ocupan la parte m¨¢s alta de la escala econ¨®mica no est¨¢n moralmente justificados, tampoco lo est¨¢n los de las que ocupan la parte m¨¢s baja. Eso no significa que hayan hecho algo para merecer la pobreza que sufren. Una buena sociedad har¨ªa algo para solucionar las privaciones, o la reducci¨®n de libertad, de las personas con ingresos bajos.
No es sorprendente que la gente que vive en los pa¨ªses m¨¢s pobres haga hincapi¨¦ en los derechos econ¨®micos, el derecho a tener atenci¨®n m¨¦dica, a la vivienda, a la educaci¨®n y a no pasar hambre. No solo les preocupa la p¨¦rdida de libertad derivada de un Gobierno opresor, sino la que resulta de unos sistemas econ¨®micos, sociales y pol¨ªticos que han dejado desamparados a grandes sectores de la poblaci¨®n. Estas pueden plantearse como libertades negativas: lo que se pierde cuando los individuos no pueden desarrollar su potencial. O como libertades positivas: lo que se gana con un buen sistema econ¨®mico y social, que es la libertad de desarrollar el propio potencial, una libertad asociada a las oportunidades y el acceso a la educaci¨®n, la atenci¨®n sanitaria y alimentos suficientes.
La derecha afirma que los gobiernos han restringido innecesariamente la libertad a trav¨¦s de los impuestos, que limitan el presupuesto de los ricos y, por lo tanto (seg¨²n nuestra formulaci¨®n), reducen su libertad. Pero al afirmar esto solo tienen parte de raz¨®n, porque los beneficios sociales derivados de los gastos financiados con estos impuestos, por ejemplo, las inversiones en infraestructuras y tecnolog¨ªa pueden ampliar su conjunto de oportunidades (su libertad) de manera m¨¢s valiosa. Incluso aunque su evaluaci¨®n del efecto sobre los ricos fuera correcta, ignoran el impacto social m¨¢s amplio sobre las libertades. La fiscalidad progresiva, cuya recaudaci¨®n se redistribuye entre los m¨¢s desfavorecidos mediante programas sociales o la educaci¨®n, ampl¨ªa el conjunto de oportunidades de los pobres, su libertad, aunque pueda, al mismo tiempo, limitar el conjunto de oportunidades de los ricos. Como en todo, hay trade-offs.
La regulaci¨®n no es la ant¨ªtesis de la libertad; en una sociedad libre las restricciones son necesarias. Eran necesarias incluso en las sociedades antiguas, m¨¢s sencillas. La mayor¨ªa de los 10 mandamientos pueden considerarse el conjunto m¨ªnimo de leyes (regulaciones) necesario para que una sociedad funcione.
Una de las principales implicaciones, que ya he expuesto, es que al hablar de libertad a menudo hay que hacer trade-offs. A veces, el equilibrio de derechos es obvio. En todas las sociedades est¨¢ prohibido matar a alguien, excepto en circunstancias muy concretas. El ¡°derecho a matar¡± se somete al ¡°derecho a no ser matado¡±. Hay muchos otros casos en los que el equilibrio de derechos deber¨ªa ser obvio si fu¨¦ramos capaces de quitar las telara?as creadas por la falsa ret¨®rica de la libertad y la coerci¨®n. Por ejemplo, con la excepci¨®n de alguien para quien las vacunas supongan un riesgo para la salud, el peligro que supone una persona no vacunada que propaga una enfermedad peligrosa y tal vez mortal supera con creces el ¡°inconveniente¡± o la ¡°p¨¦rdida de libertad¡± de obligar a un individuo a vacunarse. Tambi¨¦n deber¨ªa ser obvio que la magnitud del desequilibrio aumenta a medida que lo hacen la contagiosidad y la gravedad de la enfermedad.
Sin embargo, hay algunos casos en los que el equilibrio entre los trade-offs no es obvio. Un ejemplo concreto de trade-off en el que creo que la respuesta es sencilla se refiere a la explotaci¨®n. Esta puede adoptar muchas formas: el poder de mercado, por ejemplo, inflar los precios en tiempos de guerra o las farmac¨¦uticas que mantienen los precios altos durante una pandemia; las empresas de cigarrillos, alimentos y medicamentos que se aprovechan de las adicciones; los casinos y las p¨¢ginas web de apuestas online que explotan la vulnerabilidad de ciertas personas.