Objetivo: salvar el Estado del bienestar
El modelo econ¨®mico, una cuesti¨®n de identidad para Europa, est¨¢ en jaque por las nuevas tensiones fiscales y el envejecimiento. El gran reto al que se enfrenta es la financiaci¨®n y c¨®mo reenganchar con los j¨®venes
Dos generaciones se sientan a la mesa. Antonio M¨¦ndez, un jubilado zaragozano de 78 a?os, refleja en el rostro la tranquilidad que supone ver cubiertas todas sus necesidades b¨¢sicas tras una vida de trabajo. Frente a ¨¦l, su nieta Laura Garrido, que a sus 25 a?os convive entre la incertidumbre y la esperanza: teme que el futuro no le ofrezca ese grado de estabilidad. Compagina su trabajo en un establecimiento comercial con la oposici¨®n de educadora infantil. Cobra algo m¨¢s del salario m¨ªnimo, por lo que solo ha podido independizarse gracias a la ayuda de su abuelo, que percibe la prestaci¨®n m¨¢xima, actualizada a la inflaci¨®n. El futuro ¡°pinta feo¡±, dice resignada. ¡°Creo que s¨ª nos podremos jubilar, pero veo imposible que tengamos pensiones como las de hoy¡±. Este contraste de expectativas entre abuelo y nieta pone sobre el tapete un debate de calado que coge fuerza a medida que pasan los a?os y crece la tensi¨®n fiscal de los pa¨ªses. ?Ha tocado techo el Estado del bienestar? ?Puede el sistema seguir sosteni¨¦ndose y ofreciendo las mismas garant¨ªas?
En las respuestas hay espacio para la duda y argumentos de sobra para el recelo. Los pa¨ªses asumen nuevas obligaciones derivadas de la transici¨®n verde mientras los tambores de guerra redoblan la presi¨®n para incrementar los gastos en defensa. Todo ello en un contexto en el que la vuelta de las reglas fiscales obliga a los socios comunitarios a vigilar con mano de hierro sus d¨¦ficits y a prescindir del comod¨ªn del endeudamiento. Espa?a, adem¨¢s, va reduciendo poco a poco su brecha recaudatoria con la Uni¨®n Europea, por lo que el margen fiscal se va agotando. Al mismo tiempo, el desembolso en pensiones y dependencia crece irremediablemente al calor del aumento de la esperanza de vida y la jubilaci¨®n de la poblad¨ªsima generaci¨®n del baby boom. Todos estos mimbres ponen el futuro del Estado del bienestar contra las cuerdas y obligan a tomar medidas. ¡°No puede ser que los j¨®venes hayan perdido la confianza y piensen que no van a tener pensiones¡±, alerta Elisa Chuli¨¢, investigadora de Funcas.
El concepto del Estado del bienestar y su alcance no tiene una definici¨®n est¨¢tica y absoluta. ¡°Depende exclusivamente de cu¨¢nto queramos gastar como porcentaje de nuestro PIB. Y no hay una cifra m¨¢gica, sino que la marcamos como sociedad¡±, explica Jos¨¦ Ignacio Conde-Ruiz, subdirector de Fedea. El problema, prosigue Toni Rold¨¢n, director del Centro de Pol¨ªticas Econ¨®micas de Esade (EsadeEcPol), es el ¡°creciente tensionamiento¡± de las capacidades fiscales de los Estados por la crisis clim¨¢tica, el envejecimiento y las presiones geopol¨ªticas, un c¨®ctel que ¡°pone en riesgo la viabilidad del sistema tal y como lo conocemos¡±. Es un fen¨®meno que sucede en m¨¢s pa¨ªses y regiones, a?ade Chuli¨¢, pero como Europa ha convertido al Estado del bienestar en un rasgo caracter¨ªstico, ¡°el debate ya es incluso de identidad¡±. Esto, al menos, abre una ventana de oportunidad para propiciar el intercambio de ideas e impulsar una serie de modificaciones.
Antes de nada, hay que entender la magnitud del fen¨®meno. Espa?a se encuentra tradicionalmente por debajo de la eurozona en gasto sobre el PIB en todas las partidas tradicionales del Estado del bienestar, seg¨²n los datos de la oficina estad¨ªstica europea, Eurostat. En sanidad, la media de los pa¨ªses que comparten moneda se situ¨® en 2022 en el 7,9% del PIB, un punto porcentual por encima de Espa?a. En educaci¨®n, la brecha fue algo menor: 4,6% frente a 4,4% del PIB. La misma t¨®nica se registr¨® en vivienda, en protecci¨®n social y en el resto de servicios generales. Es una tendencia que se repite en la serie hist¨®rica. Por eso, en un contexto en el que el crecimiento econ¨®mico se va moderando, en el que hay que corregir el d¨¦ficit y en el que los Estados tienen nuevas obligaciones, la ¨²nica alternativa si se quieren mantener o aumentar estos porcentajes es tirar de nuevas fuentes de ingresos.
Lo mismo sucede con el envejecimiento poblacional, el ¡°gran reto¡± de cualquier modelo del bienestar, tal y como recalca Mar¨ªa Josefa Rubio Lara, profesora titular en la Universidad Nacional de Educaci¨®n a Distancia. Seg¨²n las previsiones de la autoridad fiscal (Airef), Espa?a alcanzar¨¢ los 50,3 millones de habitantes en 2050, llevando el gasto sanitario y el gasto en pensiones hasta el 8,4% y el 16,3% del PIB, respectivamente.
Llegados a este punto, ¡°la viabilidad del Estado del bienestar es una cuesti¨®n meramente pol¨ªtica¡±, apunta Berna Le¨®n, director gerente del centro de estudios Future Policy Lab. Por ahora, a?ade, parece que la sociedad espa?ola aboga por mantener intactos sus pilares, sus prestaciones y su esencia. Lo mismo cree Rubio Lara, quien recuerda que las pol¨ªticas p¨²blicas siguen siendo ¨²tiles para sortear los riesgos socioecon¨®micos. El Estado del bienestar en Europa, explica, ¡°se desarroll¨® como respuesta al atractivo que pod¨ªa generar el bloque sovi¨¦tico, pero tambi¨¦n por una revisi¨®n de la econom¨ªa cl¨¢sica ante la necesidad de que los Estados pudieran brindar protecci¨®n a la ciudadan¨ªa¡±. Hoy, esa pol¨ªtica de bloques que divid¨ªa al mundo entre capitalismo y socialismo ya no existe, pero s¨ª contin¨²a habiendo conmociones y sacudidas, ya sea en forma de crisis financiera, de pandemia o de inflaci¨®n.
Esto obliga, coinciden todos los expertos, a tomar decisiones: ¡°Si queremos gastar tanto o m¨¢s que ahora y a la vez corregir el d¨¦ficit no queda otra que aumentar los ingresos¡±, resume Conde-Ruiz. Las soluciones son variopintas. Unas voces apuntan a cuestiones como la productividad y el envejecimiento, mientras que otras ponen el foco en c¨®mo conseguir m¨¢s m¨²sculo financiero y en afianzar las pol¨ªticas fiscales que sufragan las capacidades del Estado.
?De d¨®nde se saca m¨¢s dinero?
El primer paso para entender si son necesarios m¨¢s ingresos pasa por definir cu¨¢l es el tope del sistema del bienestar. En opini¨®n de I?igo Mac¨ªas, responsable de investigaciones de Oxfam Interm¨®n, las sociedades piden cada vez m¨¢s prestaciones y servicios al Estado, ¡°por lo que no ser¨ªa correcto pensar que el modelo ha tocado techo, puesto que estamos ampli¨¢ndolo y haci¨¦ndolo m¨¢s alto¡±. Es decir, hay m¨¢s necesidades de gasto en un momento en el que ¡°el cors¨¦ se va apretando¡±. Esta situaci¨®n, contin¨²a, tiene su riesgo, pero tambi¨¦n abre una ventana de oportunidad ¡°interesante¡±, puesto que se empiezan a poner sobre la mesa cuestiones que hace a?os habr¨ªan sido impensables.
Mac¨ªas se refiere principalmente a la nueva imposici¨®n a la riqueza v¨ªa renta y patrimonio, a los grav¨¢menes sobre los beneficios empresariales extraordinarios o al m¨ªnimo global del 15% en el impuesto de sociedades, medidas que ¡°nos recuerdan que el debate sobre el futuro del Estado del bienestar debe ir acompa?ado de otro que nos lleve a decidir c¨®mo lo financiamos¡±. A medida que la discusi¨®n vaya cogiendo forma y las contradicciones se agudicen, a?ade, ¡°quiz¨¢ alg¨²n d¨ªa, en la discusi¨®n sobre las reglas fiscales, se empiece a hablar de umbrales m¨ªnimos recaudatorios o de una armonizaci¨®n fiscal dentro de la UE¡±.
Pero hay m¨¢s aristas. Para Matilde Mas, investigadora en el Instituto Valenciano de Investigaciones Econ¨®micas (Ivie), el gran reto es reducir el paro y, sobre todo, mejorar la productividad. ¡°Solo as¨ª podremos aumentar los salarios para tener m¨¢s cotizaciones y recaudar m¨¢s¡±. Es decir, sea cual sea la definici¨®n del Estado del bienestar, y sean cuales sean sus l¨ªmites, ¡°necesitamos m¨¢s renta per c¨¢pita para poder redistribuirla, y eso solo se consigue con m¨¢s productividad¡±. Si se tira la toalla en esto ¡°tendremos un problema, porque nos quedamos sin balas¡±.
La frustraci¨®n de los j¨®venes
Ben Lambert y Elena Sanz tienen 32 y 33 a?os, respectivamente. Son pareja desde hace tiempo y viven de alquiler en el centro de Madrid sin grandes apuros econ¨®micos. Desde hace unos meses se plantean comprar una casa por la zona y ronda por sus cabezas la posibilidad de tener un hijo, aunque no est¨¢n seguros de dar este ¨²ltimo paso por las dificultades que prev¨¦n a la hora de conciliar, por unos ingresos que, con un beb¨¦, ser¨ªan insuficientes, y por las pocas ayudas que, creen, tendr¨¢n. ¡°Sabemos que en nuestra zona es muy dif¨ªcil encontrar plaza en guarder¨ªas p¨²blicas¡±, explica Sanz. Ella, al igual que la joven Laura Garrido, cree que el sistema actual se ¡°ha olvidado de nosotros mientras sigue premiando a los mayores¡±.
En Espa?a, la riqueza se mide por el inmobiliario. A finales de los ochenta, bastaban tres a?os de salario ¨ªntegro para poder comprarse una vivienda. Ahora, son necesarios m¨¢s de siete. Y si hace dos d¨¦cadas los menores de 35 a?os ten¨ªan una riqueza media de 108.000 euros, ahora no llegan a los 70.000, seg¨²n la ¨²ltima Encuesta Financiera de las Familias del Banco de Espa?a.
La brecha generacional y la sensaci¨®n de desamparo que manifiesta la juventud es una de las tareas pendientes que encara esta reconversi¨®n del modelo. ¡°Hay una frustraci¨®n creciente entre los j¨®venes, que sienten que el Estado del bienestar no les protege o no les arropa¡±, apunta Le¨®n. Esto, junto a la guerra generacional que puede agravarse por esa percepci¨®n de abandono, ¡°es m¨¢s peligroso para la supervivencia del sistema que las tensiones demogr¨¢ficas¡±, a?ade. Este experto aboga por llevar a cabo ciertas medidas que contribuyan a la solidaridad intergeneracional, como limitar algunas ayudas y la revalorizaci¨®n de ciertas pensiones, pero siempre en funci¨®n de la renta y no de la edad. El objetivo es ¡°no subvencionar a jubilados que tienen dos casas alquiladas a j¨®venes de clase baja y tienen m¨¢s que asegurado su nivel de vida¡±, explica a modo de ejemplo.
Todo esto, insiste Rubio Lara, ¡°no quiere decir que haya que descuidar pol¨ªticas tradicionales¡± como la sanidad o la cobertura a la vejez. El reto, a?ade la profesora, es dar una respuesta adecuada a la desregulaci¨®n del empleo actual, la cual ha dado paso a un nuevo escenario en el que el mercado de trabajo se caracteriza por la inestabilidad y la precariedad, a diferencia de lo que suced¨ªa en pleno apogeo del sistema del bienestar.
Seg¨²n los ¨²ltimos datos del supervisor, cuando se analizan los ingresos y no la riqueza, las diferencias entre j¨®venes y mayores no son tan abultadas. En 2020, por debajo de los 35 a?os, la renta media se qued¨® en los 31.000 euros anuales, por encima de los 27.000 de los mayores de 75 a?os. Por eso, ¡°el problema no es la revalorizaci¨®n de las pensiones, sino la precariedad laboral y salarial de los j¨®venes¡±, se?ala Le¨®n.
Esto no quita que para un sector de los economistas haya que ¡°revisar ya el sistema de pensiones¡±, recuerda Conde-Ruiz. ¡°Es innegable que una parte del gasto p¨²blico tiene que aumentar para cubrir las necesidades asociadas al envejecimiento, pero ?est¨¢ justificado que crezca m¨¢s porque no se reforma el sistema?¡±, se pregunta. No hay una regla irrefutable sobre lo que se debe hacer, ¡°pero es un debate que tenemos que tener como sociedad para atajar esta brecha intergeneracional¡±. Tanto Conde-Ruiz como Mas rescatan en este punto el concepto de longevidad. Y recuerdan que, quiz¨¢, ser¨ªa l¨®gico ajustar el sistema a la nueva esperanza de vida. ¡°Envejecimiento significa gasto, pero longevidad puede implicar m¨¢s ingresos¡±, resume la investigadora del Ivie. Todo redise?o en esta materia, puntualiza Chuli¨¢, debe hacerse con tiempo y teniendo siempre en cuenta las diferencias de oportunidad de unas generaciones y otras: ¡°Si alguien se merece tener una buena jubilaci¨®n, esos son los pensionistas de hoy. Muchos nacieron en los a?os de posguerra, en una ¨¦poca dif¨ªcil¡±.
Hacia un nuevo modelo
¡°Tenemos por delante un reto estructural evidente de aumento de gasto, pero, por suerte, el Estado del bienestar tiene una dimensi¨®n m¨¢s a largo plazo¡±. Con estas palabras, Rold¨¢n insiste en que el sistema no es ni inerte ni inmutable, por lo que es susceptible de evolucionar y convertirse en m¨¢s personalizado y eficiente y, en consecuencia, sostenible. ¡°Estamos en un momento de transici¨®n tecnol¨®gica que nos puede permitir destapar potenciales de productividad y eficiencia enormes. Es el reto de nuestra generaci¨®n¡±, explica.
Para armar este argumento, Rold¨¢n recuerda que los avances tecnol¨®gicos y digitales pueden propiciar un aumento de la productividad que redunde en mayores ingresos y menores costes. Para ello, tanto Le¨®n como M¨¢s recuerdan que se tiene que apostar como pa¨ªs por sectores de mayor valor a?adido, y que el Estado vertebre con un objetivo claro esa transformaci¨®n sostenible y coordinada de la econom¨ªa. Pero hay otros elementos relevantes, como la eficiencia y la personalizaci¨®n de las pol¨ªticas sociales. ¡°Hay una revoluci¨®n de datos y de t¨¦cnicas de evaluaci¨®n que pueden eliminar gastos superfluos y concentrar las actuaciones del Estado del bienestar en los sectores de la poblaci¨®n y en las partidas m¨¢s importantes¡±, resume Rold¨¢n.
El modelo, recalca Rubio Lara, ha venido modific¨¢ndose con ah¨ªnco desde los a?os ochenta y noventa del siglo pasado. ¡°Est¨¢ sometido a cambios constantes por la necesidad de adaptarse a las nuevas circunstancias sociales, econ¨®micas y pol¨ªticas¡±. Es posible que este desaf¨ªo sea hoy m¨¢s pronunciado dadas las tensiones demogr¨¢ficas y fiscales recientes, pero el sistema solo adolece ¡°de soluciones t¨¦cnicas y pol¨ªticas factibles de alcanzar, no de legitimidad social¡±.
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