La talla de un presidente
Por una noche salieron del barro en el que se ha metido de pronto la campa?a electoral. Los 500 puntos esfumados en la ¨²ltima jornada en Wall Street no daban para bromas ni repeticiones de los penosos argumentos cruzados en los ¨²ltimos d¨ªas a trav¨¦s de v¨ªdeos de propaganda para ensuciarse mutuamente. Ante la escapada de Obama en las encuestas de la ¨²ltima semana, la campa?a de McCain hab¨ªa desenterrado viejos argumentos ya usados sobre la biograf¨ªa y el car¨¢cter de Obama y este ¨²ltimo, en respuesta, apel¨® tambi¨¦n a un viejo esc¨¢ndalo financiero en el que estuvo envuelto el veterano senador. Ninguno de estos hilos argumentales tuvo seguimiento en el debate de esta madrugada, cuyo formato, parecido a Tengo una pregunta para usted, permiti¨® un espect¨¢culo aceptable sobre los dos temas centrales de la campa?a: la situaci¨®n econ¨®mica y el papel de Estados Unidos en el mundo. En el punto en que se encuentra la campa?a, el debate clarific¨® al menos una cosa: Obama ofrece un creciente perfil presidencial y va saltando un obst¨¢culo tras otro sin descomponer su figura ni dejar una arruga en su imagen, mientras que McCain no consigue a?adir la punta de velocidad que necesita para alcanzar al corredor que va en cabeza y ha empezado a incurrir en fallos que pueden llegar a ser relevantes.
En todo caso, no ha habido grandes novedades respecto a los principales elementos que conforman el debate electoral. Nada de lo que se ha o¨ªdo esta madrugada suena desconocido a o¨ªdos de los norteamericanos. Incluso hay una especie de repetici¨®n como un sonsonete del temario y los argumentos del primer debate. Alrededor del estado maltrecho de la econom¨ªa y de los desaf¨ªos del cambiante panorama internacional, las respuestas s¨®lo variaron en intensidad, quiz¨¢s incluso en dramatismo, a fin de cuentas obligado dada la persistencia de las turbulencias burs¨¢tiles. Los intercambios fueron m¨¢s vivos y contundentes, pero sin aportaciones sustanciales que permitan introducir nuevos factores desconocidos en la campa?a. Buena parte de los golpes han sonado a estereotipados y conocidos, salidos directamente de los cuadernos de guiones de los equipos de campa?a. Los dos se han comportado como buenos actores para este tipo de espect¨¢culo televisivo, pero Obama aparece como m¨¢s natural y sincero frente a un McCain m¨¢s forzado e incluso impostado en sus respuestas.
La gestualidad y el comportamiento de los candidatos sobre un escenario muy din¨¢mico han tenido en algunos aspectos mayor inter¨¦s que las propias palabras pronunciadas. La diferencia entre ambos candidatos no pudo ser m¨¢s viva, acentuada por el braceo dificultoso de McCain al acompa?ar sus intervenciones. La juventud y dinamismo de uno y la rigidez y la edad que se acerca a la ancianidad del otro es el principal contraste del desaf¨ªo dial¨¦ctico entre las dos personalidades. En el caso de McCain este contraste se ve acentuado por su insistencia en acudir al pasado y a su experiencia: el abuelo cebolleta que regresa siempre a sus batallitas levanta muchas simpat¨ªas y suscita respeto y afecto entre sus conciudadanos, pero dif¨ªcilmente proporciona la seguridad y la autoridad que se requiere para conducir a Estados Unidos en una situaci¨®n tan dif¨ªcil. McCain cometi¨® adem¨¢s un error, que puede amplificarse en los pr¨®ximos d¨ªas, al hablar de forma despreciativa y descort¨¦s de su adversario, al que nombr¨® como "ese de ah¨ª", algo que fue inmediatamente percibido como muy negativo por todos los comentaristas.
El n¨²cleo argumental de este debate, y probablemente del ¨²ltimo tramo de campa?a, es muy sencillo: el principal argumento de McCain se llama McCain y el de Obama trata sobre el desastre de Bush que obliga a un cambio radical. Ante cualquier interrogante el veterano senador se ofrece a s¨ª mismo, con su biograf¨ªa de h¨¦roe militar y su curr¨ªculo de maverick pol¨ªtico (alguien a quien le gusta jugar por cuenta propia), como garant¨ªa de que habr¨¢ un cambio en la Casa Blanca y en Washington. Obama, por su parte, tiene en los ocho a?os desastrosos de Bush y en el apoyo recibido en gran parte de sus pol¨ªticas por parte de McCain el argumento definitivo para presentarse como la aut¨¦ntica opci¨®n de un giro dr¨¢stico. Esto es especialmente eficaz cuando se proyecta sobre el terremoto financiero, f¨¢cilmente identificable con la filosof¨ªa pol¨ªtica antiregulaci¨®n y antiintervencionista republicana. El gui¨®n de McCain le ha conducido a insistir en los grandes temas econ¨®micos conservadores, como la reducci¨®n de impuestos, sin percibir que profundiza en la identificaci¨®n con la pol¨ªtica que ha conducido a la actual crisis y le cubre de un manto de insensibilidad ante las dificultades que atraviesan las clases medias norteamericanas.
La mejor oportunidad para Obama, aprovechada plenamente, se produjo al cierre del programa. "?Qu¨¦ es lo que usted no sabe y c¨®mo lo va aprender?", pregunt¨® Tom Brokaw, el experimentado periodista encargado de moderar el debate. Obama respondi¨® que su mujer Michelle responder¨ªa mejor a esta pregunta y evoc¨® emotivamente los nuevos retos a los que se enfrentar¨¢ el nuevo presidente para conseguir que el sue?o americano prosiga en las nuevas generaciones. McCain, en cambio, apelando de nuevo a su biograf¨ªa y a su pasado, consigui¨® que los telespectadores mantuvieran la atenci¨®n todav¨ªa en la frescura y la espontaneidad de Obama, vencedor del debate seg¨²n las primeras encuestas y cada vez m¨¢s cerca de alcanzar la presidencia del pa¨ªs m¨¢s poderoso del planeta.
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