Los calvinistas radicales holandeses se quedan solos en la Euroc¨¢mara
El nuevo Grupo Europeo de Conservadores y Reformistas les expulsa por discriminar a las mujeres
La alianza entre los dos partidos calvinistas holandeses, Christen Unie (moderados) y SGP (radicales) no ha podido soportar el peso de las pasadas elecciones al Parlamento Europeo. A pesar de llevar colaborando 25 a?os, y de haber obtenido un esca?o cada uno, no podr¨¢n sumarse a d¨²o al Grupo Europeo de Conservadores y Reformistas. El SGP no acepta mujeres entre sus diputados. Tampoco las quiere en sus puestos directivos. Seg¨²n sus responsables, "no hay lugar en la pol¨ªtica activa para ellas puesto que nos regimos por las normas dictadas por Dios y plasmadas en la Biblia".
Contraria a este tipo de discriminaci¨®n, la nueva alianza conservadora ha rechazado al partido holand¨¦s. Su eurodiputado tendr¨¢ que trasladarse ahora a Bruselas en calidad de independiente. "Nos resulta imposible plegarnos a los deseos del Grupo Europeo. S¨®lo podemos ser fieles a nuestros ideales, pero es lamentable que Christen Unie nos haya abandonado de esta forma", reza el comunicado oficial del partido. El representante del calvinismo moderado, que colabora en el actual Gobierno de centro izquierda holand¨¦s, s¨ª podr¨¢ sumarse al Grupo Europeo de Conservadores y Reformistas.
Aunque este haya sido el problema m¨¢s llamativo a escala internacional de los calvinistas radicales holandeses, el SGP ya hab¨ªa tropezado en el pasado con las autoridades nacionales. En 2006, perdieron los subsidios estatales destinados a todos los partidos pol¨ªticos por el mismo motivo: su rechazo frontal a las mujeres.
Despu¨¦s de un largo debate interno, ¨¦stas fueron admitidas s¨®lo como militantes. Un a?o despu¨¦s, el Consejo de Estado decidi¨® que pod¨ªan recuperar las ayudas estatales, "porque las holandesas ten¨ªan suficientes foros pol¨ªticos para manifestarse, al margen del SGP". Hasta que la situaci¨®n se aclar¨®, la agrupaci¨®n ech¨® mano de los donativos de miembros y simpatizantes para subsistir. En Bruselas, sin embargo, ha resultado imposible eludir el principio de no discriminaci¨®n del Europarlamento.
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