Cuando ser mujer es el problema
Afganist¨¢n no es un pa¨ªs para hero¨ªnas que decidan escapar del 'burka' de sus madres y abuelas y retarle a la tradici¨®n desde profesiones poco adecuadas
Ser mujer es peligroso en Afganist¨¢n, sobre todo para aquellas j¨®venes como Anese, de 25 a?os, que deciden escapar del burka de sus madres y abuelas y retarle a la tradici¨®n desde profesiones tan poco adecuadas como la de periodista de televisi¨®n. No es ¨¦ste un pa¨ªs para hero¨ªnas ni adelantadas a su ¨¦poca ni para aquellos que discuten la inmovilidad de tanta grisura e injusticia.
Trabaja desde hace un a?o en Tolo, la cadena m¨¢s popular del pa¨ªs. All¨ª son cinco las mujeres en un mundo de hombres. Tres presentan noticias y dos son reporteras. Anese pisa la calle cada d¨ªa acompa?ada de un camar¨®grafo para filmar lo que es noticia. "S¨®lo me muevo por Kabul porque en las provincias es imposible. No podr¨ªa salir con el micr¨®fono. Nunca aparezco en la pantalla. S¨®lo pongo mi voz. A mi familia no le gusta que sea periodista. Mi padre es muy estricto y me prohibir¨ªa trabajar. Sentir¨ªa una gran verg¨¹enza si todos me pudieran ver".
Viste un chador negro y se cubre parte del cabello con un pa?uelo verde. Tiene unas manos grandes que no se corresponden a la dulzura de sus facciones. Mientras responde a las preguntas juguetea con un bol¨ªgrafo y garabatea en una libreta de notas. Parecen su burladero. La entrevista se realiza casi en la clandestinidad, en los jardines de un hostal, lejos de las miradas curiosas.
"Cuando estoy en la calle grabando una entrevista los hombres me dicen cosas, algunas son insultos; otras, frases de mal gusto que no puedo repetir. (...) La situaci¨®n de la mujer no ha mejorado, en las aldeas sufren malos tratos. Es una cuesti¨®n cultural: la mujer siempre ha sido un elemento secundario".
En el autoescuela Usmani, cerca del teatro nacional de Kabul, son tan modernos que ense?an a conducir a las mujeres que lo desean y pagan por ello. No muchas se atreven a romper el tab¨². El volante es cosa de tipos rudos que mascan palillos, se hurgan la nariz sin esperar al sem¨¢foro que nunca funciona y meten el cap¨® porque cada cruce es un campo de batalla. En Uslami los machos peatonalizados no se conforman con su rol de mirones y vagabundean por los alrededores para llamar putas a las aspirantes. Lo mismo le sucede a Anese en sus reportajes. Puta es toda aquella mujer que cree en la libertad.
Anese dice que es un trabajo duro y recuerda a las dos periodistas asesinadas, Zakia Zaki de Peace Radio y Shakiba Sanga Amaj, popular presentadora de televisi¨®n. "Siempre quise hacer este trabajo. Desde que tengo 12 a?os". Pese a su coraje reconoce que si su padre le prohibiera seguir en televisi¨®n tendr¨ªa que dejarlo. "Soy musulmana y debo obedecerle". El padrem que mucho refunfu?a hacia fuera, m¨¢s para combatir el qu¨¦ dir¨¢n, debe guardar en su interior alg¨²n sentimiento de satisfacci¨®n y orgullo por lo que hace su hija. Eso o quiz¨¢ sean los 500 d¨®lares que Anese gana al mes lo que ablanda la jerarqu¨ªa de valores, que cuando m¨¢s estrictos parecen los padres m¨¢s histrionismo llevan encima.
Preguntada qu¨¦ har¨ªa si su futuro marido le pidiera dejar el empleo, Anese sonr¨ªe desde un hilo de travesura: "Tendr¨ªa que negociarlo con ¨¦l antes y establecer las condiciones para evitar sorpresas, pero adem¨¢s de hacer televisi¨®n s¨¦ escribir y podr¨ªa dar clases".
Para las mujeres como ella, que escaparon del analfabetismo que lastra al 84% de las afganas, todo es diferente: saben que existe la posibilidad de elegir y eligen. "La educaci¨®n es la ¨²nica arma, un derecho esencial, pero s¨®lo es posible ejercerlo cuando hay paz".
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