La nueva guerra ya est¨¢ aqu¨ª
La asimetr¨ªa de estas nuevas guerras es extrema. Toda la creatividad que crece con la libertad del mundo digital sirve tambi¨¦n para quienes quieren utilizarla con objetivos delictivos o b¨¦licos. Pero la red es tambi¨¦n democr¨¢tica: no hay diferencia entre el tama?o de los agentes que entran en guerra, sean estados o empresas privadas, ni tampoco hay diferencia entre instituciones o individuos con talento y empecinamiento para convertirse en perturbadores del orden. La diferencia de legislaciones entre los pa¨ªses y la ausencia de acuerdos internacionales facilita las cosas a quienes quieren realizar actuaciones agresivas con cobertura legal.
Pero lo m¨¢s dif¨ªcil de todo es delimitar dentro de estas guerras cibern¨¦ticas cu¨¢les son guerras en su sentido literal. Con los ataques inform¨¢ticos se puede conseguir los mismos resultados que un bombardeo: liquidar las infraestructuras de transporte o de energ¨ªa de un pa¨ªs y dejarlo sin capacidad defensiva convencional. Esperemos que nunca se llegue a este punto, pero es evidente que los militares y sus jefes, los pol¨ªticos gobernantes, ya incluyen en sus estrategias defensivas la eventualidad de estos ataques como parte de una estrategia militar.
La nueva guerra ya est¨¢ aqu¨ª porque la est¨¢n preparando unos y otros. Como suele suceder, adem¨¢s, entre quienes est¨¢n realizando acciones en las fronteras de la legalidad est¨¢n tambi¨¦n los estados y las empresas que realizan espionaje y la preparan mediante acciones ofensivas previas. Una de las curiosidades de la nueva guerra es que nadie se entera de que tiene lugar hasta que ha terminado en su fase final y definitiva, es decir, cuando se produce la victoria, la rendici¨®n o el tr¨¢nsito a la guerra convencional. Como contrapartida, es una guerra que necesita un tratado de paz antes de que se declare.
Atenci¨®n: la verdadera guerra cibern¨¦tica, si se desencadena, podr¨ªa ser peor que la guerra nuclear. Estamos quiz¨¢s en algo parecido a la destrucci¨®n mutua asegurada, con el grave inconveniente de que no hay superpotencias con capacidad para detenerla, sino m¨²ltiples agentes estatales y no estatales de distintos tama?os y prop¨®sitos.
Ideas, necesariamente pol¨¦micas, sobre c¨®mo hacer esta paz ya existen. Por ejemplo, crear una instituci¨®n internacional a imagen de la Organizaci¨®n Mundial de la Salud, que se encargue de mantener la salud global de la red y de las comunicaciones. Cuesti¨®n central para la seguridad es la identificaci¨®n, que permite atribuir las responsabilidades de lo que ocurra en la red. Hay que identificar a los usuarios, los programas y las m¨¢quinas. Hay que empezar por lo m¨¢s sencillo: el cibercrimen y la protecci¨®n de los usuarios infantiles.
Habr¨¢ que organizar la negociaci¨®n y firma de un tratado internacional por el que los estados firmantes se comprometan cada uno de ellos a proteger la libertad digital de sus respectivos ciudadanos y a compartir con los otros estados la responsabilidad y la informaci¨®n acerca de la seguridad de la red. El libre flujo de la informaci¨®n, que por definici¨®n es global, ser¨¢ el segundo punto que deber¨¢ garantizar el tratado. Los firmantes se comprometer¨¢n a no ser en ning¨²n caso quienes efect¨²en el primer golpe en la guerra digital.
Cifras y datos: dos millones de virus nuevos han entrado en los dos ¨²ltimos a?os. El 22 por ciento de los ordenadores no tienen suficiente defensa antivirus, convirti¨¦ndose as¨ª sus propietarios autom¨¢ticamente en agentes de guerras pasivos e inconscientes. ?Y d¨®nde est¨¢ en enemigo? Pues en casa: el 17 por ciento de los ataques salen de Estados Unidos, pa¨ªs que va en cabeza en lo que a ataques se refiere, por delante de Brasil y China con el 7 por ciento.
(Estas ideas no me pertenecen. Son de Susan Collins, senadora republicana por Maine; Andr¨¦ Kudelski, presidente de Kudelski Group; Craig Mundie, jefe de investigaci¨®n de Microsoft; Paul Sagan, presidente de Akamai Technologies y Hamadoun Tour¨¦, secretario general de la Uni¨®n Internacional de Telecomunicaciones, a quienes pregunt¨® de forma incisiva el profesor de Derecho de Harvard, Jonathan Zittarin. Pude escuchar tambi¨¦n algunas de las ideas sobre el tema del equipo directivo de Google, encabezados por Eric Schmidt, que tuvo ayer varias intervenciones en el Foro. Finalmente, hay que leer sobre esta cuesti¨®n el art¨ªculo de Timothy Garton Ash que se centra en la ¡®guerra¡¯ entre Google y China, hoy en El Pa¨ªs.)
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