Todos menos ellos
Crear un ¨®rgano internacional que margine a Estados Unidos ha sido un largo anhelo de los conservadores mexicanos, pero ?servir¨¢ de algo?
Pocas cosas son tan complicadas en M¨¦xico como nuestra relaci¨®n con Estados Unidos. Ni siquiera con Espa?a, el pa¨ªs que nos conquist¨® y del que nos independizamos (lo que implic¨® dos guerras) tenemos esa relaci¨®n de amor odio tan compleja. M¨¢s a¨²n, durante el siglo XIX nos deshicimos de Espa?a como figura odiada y en el XX nos conseguimos otra: los vecinos del norte.
No deja de ser un poco pat¨¦tico que tengamos una relaci¨®n de tanto rencor con el pa¨ªs con el que tenemos el 90% del comercio, donde vive el 10% de la poblaci¨®n mexicana, y del que imitamos hasta la forma de constituirnos en rep¨²blica. En esta construcci¨®n v¨ªctima-victimario M¨¦xico ha asumido con mucha facilidad y muy poca reflexi¨®n el papel de amante despechada; les reclamamos que no tomen el papel de padres protectores y al mismo tiempo negamos cualquier posibilidad de formalizar una relaci¨®n con ese monstruo que no comparte nuestros valores, usos y costumbres.
El nacionalismo revolucionario estableci¨® en su catecismo que ser buen mexicano implicaba ser antiyanqui. En todas las escuelas se nos ense?¨® que la derecha conservadora era pro yanqui y que los buenos revolucionarios peleaban d¨ªa a d¨ªa la batalla contra el imperialismo, pero sin romper con ellos, porque ante todo hab¨ªa que ser pragm¨¢ticos. Por eso, a m¨¢s de alguno sorprende que un presidente conservador, como Felipe Calder¨®n, le d¨¦ la espalda a EE UU y sea el promotor de una uni¨®n latinoamericana que bien podr¨ªa llamarse Todos menos ellos (porque en un esfuerzo hasta Canad¨¢, que tiene en Quebec su anclaje latinoamericano, cabe en esta nueva alianza).
Pero no hay por qu¨¦ sorprendernos. El conservadurismo mexicano es en realidad profundamente antiyanqui. La eterna batalla entre liberales y conservadores en el siglo XIX ten¨ªa como eje el modelo de pa¨ªs que M¨¦xico deb¨ªa adoptar tras la independencia. Los liberales quer¨ªan el modelo estadounidense; los conservadores un modelo europeo. Ganaron los primeros e importamos el modelo, la Constituci¨®n y hasta el nombre de los vecinos del norte (se nos olvid¨® un detalle, que fue importar el esp¨ªritu liberal, que es como importar un coche sin motor, pero qu¨¦ buena carrocer¨ªa). Los grupos conservadores detestaban de los vecinos del norte su pluralidad religiosa, pero sobre todo sus formas de gobierno que no encajaban con las estructuras sociales y comunales de este pa¨ªs que ven¨ªan desde la colonia y a¨²n antes de ella. Contrario a la caricatura que nos muestra la historia de cart¨®n, los so?adores, idealistas y admiradores de los yanquis eran los liberales; los conservadores eran pragm¨¢ticos, y su referencia era Europa e Hispanoam¨¦rica (Am¨¦rica Latina no exist¨ªa ni como concepto. Ese fue un invento posterior de los franceses para poder meter su cuchara en este territorio. En Sudam¨¦rica el liberalismo es m¨¢s afrancesado; el de M¨¦xico siempre fue agringado). La promoci¨®n y creaci¨®n desde M¨¦xico de un organismo de Estados Americanos cuya ¨²nica condici¨®n sea geogr¨¢fica, es decir que est¨¦ del r¨ªo Bravo para abajo, es un largo anhelo conservador. No es extra?o que Felipe Calder¨®n haya encabezado este esfuerzo por reunir a la Am¨¦rica Latina en busca de un contrapeso frente a EE UU.
La pregunta de fondo es cu¨¢l es la estrategia de formar la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe, de qu¨¦ nos sirve, m¨¢s all¨¢ de una foto del recuerdo, una asociaci¨®n de este tipo. Si la estrategia mexicana es la diversificaci¨®n, lo cual tiene sentido al menos discursivo, tendr¨ªa que haber quedado claro cu¨¢les ser¨¢n las acciones concretas para incrementar nuestro comercio. El rollo y la foto no aumentan el intercambio de bienes y servicios. Despu¨¦s de la firma del Tratado de Libre Comercio con Am¨¦rica del Norte, M¨¦xico ha firmado tratados con Europa, Chile y Centroam¨¦rica. Los resultados de estos tres han sido ¨ªnfimos en comparaci¨®n con el de Am¨¦rica del Norte que, con todos sus defectos y problemas, aument¨® el volumen de intercambio entre los tres pa¨ªses, especialmente entre M¨¦xico y Estados Unidos.
Todos menos ellos no servir¨¢ de nada mientras sigamos teniendo todo con ellos.
**Diego Petersen Farah es analista pol¨ªtico
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