Ser joven, y no morir en el intento
La violencia se ceba en los estudiantes y M¨¦xico entra en crisis
S¨®lo imaginar que las universidades se conviertan en fortalezas blindadas para evitar que sus comunidades sean agredidas me pone los pelos de punta. Es el peor regreso a lo m¨¢s herm¨¦tico de las Edades oscuras.
Cayeron acribillados. Todav¨ªa nadie dice bien a bien de qui¨¦nes fueron las balas. Pero ah¨ª quedaron; lo m¨¢s que sabemos es de un twittero: se escucharon r¨¢fagas, balazos, quejidos. Luego salieron las autoridades acad¨¦micas a explicar lo inaceptable. Era una universidad, y era ese M¨¦xico que sigue entregando cuentas de sangre. Monterrey, Nuevo Le¨®n, nos dej¨® estampas de horror este fin de semana: avenidas bloqueadas por maniobras espectaculares a manos, aparentemente, del crimen organizado; balaceras cruzadas y civiles ca¨ªdos. La muerte, y violenta, siempre es absurda. Cuando es joven, es adem¨¢s tr¨¢gica.
Aceptamos gustosos el clich¨¦, casi de pel¨ªcula rom¨¢ntica: la juventud, tiempo de aprendizaje, de descubrimiento, de energ¨ªas, de locuras. Esa pausa que impusimos al paso m¨¢s denso de convertirnos en adultos. Alargamos la adolescencia y profesamos devoci¨®n por todo lo que a joven nos sabe: irreverencia, insolencia y, m¨¢s llano, hambre por comerse al mundo. S¨ª, nos gust¨® esa parte de nuestra historia. Cuando se es joven, el ¨²nico l¨ªmite deb¨ªa ser la imaginaci¨®n. Pero es claro que las pel¨ªculas rom¨¢nticas existen s¨®lo el tiempo que nos dura la fantas¨ªa. Y en M¨¦xico, a muchos parece hab¨¦rseles acabado esa fantas¨ªa incluso antes de vivirla.
En lo que va del a?o, que apenas son pocos meses, han sido decenas ya las muertes de civiles en episodios ligados a la guerra en contra del crimen organizado que emprendi¨® el gobierno del presidente Felipe Calder¨®n. A principios de a?o nos sacudi¨® la muerte de 15 j¨®venes estudiantes, en una fiesta en Ciudad Ju¨¢rez. Luego vinieron otros, sacados de fiestas, bares o reuniones, en diferentes ciudades del Norte del pa¨ªs. Apenas este fin de semana supimos que Javier Francisco Arredondo Verdugo y Jorge Antonio Mercado, destacados estudiantes de posgrado en el Instituto Tecnol¨®gico y de Estudios Superiores de Monterrey, en la sede que est¨¢ en esa ciudad, murieron atrapados en un fuego cruzado que a¨²n no queda del todo claro. Y en estos ¨²ltimos d¨ªas han sido otros. A la tragedia siguieron los infortunios declarativos: as¨ª como a los jovencitos de Ciudad Ju¨¢rez se les colg¨® de inmediato la medalla de "pandilleros", para justificar o matizar lo ocurrido, as¨ª a estos estudiantes en Monterrey se les ubic¨® en el gen¨¦rico de "sicarios". Tuvieron que salir las voces de la comunidad, los familiares y las autoridades acad¨¦micas en uno y otro caso, para que se supiera que los j¨®venes asesinados si de algo hab¨ªan pecado, era de creer que pod¨ªan festejar en una casa, o caminar de noche en las inmediaciones de su centro de estudios.
Ahora sabemos que varias universidades en las zonas m¨¢s afectadas por la inseguridad ligada a la guerra en contra del crimen organizado van a reforzar sus medidas de seguridad. Ya de por s¨ª, en algunos lugares el crimen com¨²n hab¨ªa obligado a los centros educativos a revisar sus mecanismos de acceso y permanencia en las instalaciones. No en todos, gracias a Dios. Todav¨ªa es un placer deambular por los jardines abiertos de la espl¨¦ndida Ciudad Universitaria ubicada en la capital mexicana, o recorrer las instalaciones de muchos centros universitarios en las ciudades del pa¨ªs menos afectadas por la inseguridad. La Universidad es tambi¨¦n apertura del espacio; pero cerrada, clausurada, restringida s¨®lo a los propios, padecer¨¢ la p¨¦rdida del conocimiento que brota de la interacci¨®n espont¨¢nea. Si esto se generaliza en las instituciones de educaci¨®n superior de las zonas m¨¢s conflictivas, habremos creado otros guetos m¨¢s: las sociedades que encierran a los suyos, perdieron el horizonte.
Paso estos d¨ªas algunas jornadas de trabajo con estudiantes de todo el pa¨ªs, reunidos en la M¨¦rida yucateca. Ciudad apacible, hermosa, c¨¢lida. Cuesta trabajo desde ac¨¢ creer que esos otros M¨¦xicos tambi¨¦n existen. Los estudiantes se sienten libres, y liberados. Pero cuando el Secretario de Educaci¨®n, al hablar de que la transici¨®n mexicana ha sido relativamente tranquila, utiliza la expresi¨®n "en M¨¦xico vivimos una democracia sin balazos", m¨¢s de uno se estremece. A¨²n entre los j¨®venes universitarios, alegres y entregados, y desde esta M¨¦rida menos atribulada, la afirmaci¨®n cala. Porque todos saben que hace unos d¨ªas asesinaron a dos de los suyos, all¨¢ en Monterrey. Y porque todos saben, punto.
As¨ª como la sociedad civil se ha movilizado en otros momentos recientes de la historia mexicana para promover participaci¨®n ciudadana y reclamar justicia, as¨ª esperamos que en este terrible y reciente caso en Monterrey no gane el miedo, y se articule la exigencia de un orden democr¨¢tico y tolerante. No son s¨®lo los dos j¨®venes asesinados, es el caos que puede imperar en una ciudad, son las declaraciones de autoridades que s¨®lo buscan se?alar culpas ajenas, es la impotencia ante la indefinici¨®n, es la incontinencia informativa que no conoce l¨ªmites. Y s¨ª, son las balas que asesinan.
Las universidades debieran ser espacios abiertos, no fortalezas enclaustradas. Ser joven no debiera implicar la muerte como horizonte. Y M¨¦xico tendr¨ªa que encontrar muy pronto alg¨²n camino para sacudirse la ret¨®rica del miedo.
Gabriela Warkentin es Directora del Departamento de Comunicaci¨®n de la Universidad Iberoamericana en Ciudad de M¨¦xico, Defensora del Televidente de Canal 22, conductora de radio y TV y articulista.
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