A la guerra y sin fusil...
Podr¨ªa estar en riesgo la institucionalidad del Ej¨¦rcito Mexicano, se?ala el autor
"?Te mandaron a la guerra sin fusil!", es un refr¨¢n popular, muy conocido y usado en M¨¦xico, para decir a alguien que lo enviaron a cumplir con un encargo sin lo necesario para hacerle frente.
Bueno, pues el refr¨¢n hoy se aplica correctamente al Ej¨¦rcito Mexicano, al que su Comandante Supremo, el Presidente de la Rep¨²blica, mand¨® literalmente a la guerra contra el narcotr¨¢fico, sin los instrumentos legales y sin las previsiones normativas necesarias, para justificar y blindar plenamente su actuaci¨®n.
Hoy el Ej¨¦rcito Mexicano libra dos frentes de batalla: el primero, el frente militar, en el que combate a las mafias vinculadas con el narcotr¨¢fico y el crimen organizado en todo el pa¨ªs; y el segundo, el frente pol¨ªtico, en el que libra batallas, lo mismo al interior del gabinete, en los medios de comunicaci¨®n, en el Congreso de la Uni¨®n, con los partidos pol¨ªticos, y con los organismos defensores de los derechos humanos, para justificar su actuaci¨®n, y para tratar de contar con un marco jur¨ªdico que le permita cumplir con lo que se le manda, sin generarse problemas para el futuro.
Propiamente dicho, el Ej¨¦rcito no deber¨ªa estar en dichos frentes, ni librando esas batallas. Ni el Ej¨¦rcito deber¨ªa estar metido, de esa manera, en funciones de polic¨ªa nacional permanente, ni mucho menos deber¨ªa estar dando batallas pol¨ªticas para preservar su imagen p¨²blica, para lograr cambios institucionales y para cabildear los instrumentos legales e institucionales de le den marco a una funci¨®n que va m¨¢s all¨¢ de su naturaleza.
Entender el funcionamiento del Ej¨¦rcito Mexicano es una de las claves para explicar la estabilidad del sistema pol¨ªtico mexicano. Primero, en la etapa posrevolucionaria pri¨ªsta por m¨¢s de 70 a?os, durante buena parte del siglo XX, y despu¨¦s, en la etapa democr¨¢tica, durante la transici¨®n y la alternancia en el Poder Ejecutivo. Simplemente para recordar: mientras en casi toda la Am¨¦rica Latina, los militares protagonizaron durante el siglo XX golpes de estado y constitu¨ªan una fuente inagotable de conflictos, inestabilidad, ingobernabilidad y problemas, en M¨¦xico, el Ej¨¦rcito actuaba de manera institucional, respetuosa de la Constituci¨®n, y leal a la figura del Presidente de la Rep¨²blica.
El dise?o institucional y el funcionamiento pol¨ªtico del Ej¨¦rcito Mexicano est¨¢ lleno de sutilezas y equilibrios, que es necesario comprender antes de reformarlo y meterle mano.
Hay que actuar con responsabilidad. Lo que hay que hacer es pensar de manera integral y cuidadosa: ?Cu¨¢l es el proyecto de Ej¨¦rcito para el futuro? ?Cu¨¢les son los cambios que hay que hacerle para adaptarlo a los nuevos tiempos democr¨¢ticos? ?C¨®mo debe ser el Ej¨¦rcito de la democracia?
Pero estamos lejos de eso. El Ej¨¦rcito, como muchos otros asuntos que requer¨ªan estudio y visi¨®n de los gobiernos de la alternancia, sencillamente no se ha abordado, y forma parte de la larga lista de reformas pendientes de nuestra democracia.
El tema sin embargo se ha tornado delicado. La decisi¨®n del Presidente de sacar literalmente al Ej¨¦rcito a las calles, como parte de su estrategia en la lucha contra el narcotr¨¢fico, ser¨¢ uno de los pasivos que m¨¢s claramente acompa?ar¨¢n a Calder¨®n cuando abandone el cargo en diciembre de 2012.
Fue una decisi¨®n muy pol¨¦mica que ha sido severamente cuestionada por todas las fuerzas pol¨ªticas, incluso hay cr¨ªticas dentro de su propio partido. El Presidente se ha refugiado b¨¢sicamente en el argumento de la fatalidad, de la urgencia, de que no hab¨ªa otra salida, ni otra forma de hacerlo. No hab¨ªa otro recurso que sacar al Ej¨¦rcito a luchar contra el narcotr¨¢fico, porque no hab¨ªa polic¨ªa federal, porque las polic¨ªas locales estaban infiltradas, y porque se trataba de "una guerra," que requer¨ªa actuaci¨®n inmediata y en¨¦rgica.
Desde el principio los gestos del Ejecutivo marcaron su preocupaci¨®n. Acciones como vestirse con casaca militar, vestir a su hijo de militar en un desfile, aumentar sueldos y prestaciones al Ej¨¦rcito, orientaban su deseo de congraciarse con un Ej¨¦rcito, cuyo enojo y malestar, trascendi¨® los c¨ªrculos militares, al ser enviados como polic¨ªas, sin ser su funci¨®n, y sin tener un marco jur¨ªdico adecuado que arropara dicha actuaci¨®n.
Cuando el Presidente declar¨® esta guerra total y sin cuartel contra el narcotr¨¢fico, hasta algunos de los m¨¢s leales y cercanos levantaron la ceja. ?Es as¨ª como se deb¨ªa hacer? ?No era necesario actuar con una visi¨®n m¨¢s estrat¨¦gica? ?A d¨®nde pod¨ªa llevar semejante despliegue? ?Cu¨¢nto aguantar¨ªa el Ej¨¦rcito sin ser acusado de abusos de violaciones a los derechos humanos? ?Cu¨¢nto tiempo resistir¨ªa el Ej¨¦rcito sin verse infiltrado como otras fuerzas polic¨ªacas? ?Cu¨¢les ser¨ªan los costos, los riesgos y los resultados?
Conforme pasa el tiempo y se ven los resultados, se demuestra que la estrategia era otra y que esta "guerra" se prolongar¨¢ por muchos a?os.
Desde Bill Clinton hasta Joaqu¨ªn Sabina, pasando por expertos en seguridad, analistas, comunicadores y por los propios involucrados, cada vez queda m¨¢s claro, y se construye un consenso general, que una estrategia basada casi exclusivamente en el combate militar y en la ocupaci¨®n territorial, no era sustentable y no era la adecuada.
La guerra agota y se agota. Ya superamos los 22,000 muertos en lo que va del sexenio y cada vez es m¨¢s frecuente que se vean bajas de civiles inocentes. Hemos gastado millones de d¨®lares y la gente en distintas regiones del pa¨ªs, se empieza a cansar de la forma como se est¨¢ librando esta "guerra". Sucede algo peligroso: se cae el soporte social de la guerra.
Hoy parece que todos, menos el Presidente, caemos en cuenta de varias cosas: Que el tema es y era de largo plazo. Que se requer¨ªa sin duda del componente militar, pero con un marco jur¨ªdico adecuado. Que el Ej¨¦rcito deb¨ªa ir acompa?ado de las Procuradur¨ªas y de otras instituciones. Que hab¨ªa que crear una nueva institucionalidad. Que hab¨ªa que construir mayor respaldo social. Que requer¨ªa una estrategia de comunicaci¨®n y propaganda mucho m¨¢s robusta. Que era un trabajo de investigaci¨®n e inteligencia m¨¢s que de despliegue territorial. Que se deb¨ªan incorporar el desarrollo social, la salud p¨²blica y combate a las adicciones, la educaci¨®n, la cooperaci¨®n internacional, el tema financiero, en una estrategia, mucho m¨¢s amplia, planeada, integral, ordenada y m¨¢s inteligente.
Cada vez queda m¨¢s claro que la estrategia militarista del Presidente Calder¨®n fue arrebatada y m¨¢s producto del miedo, de la inexperiencia, y resultado de la sorpresa y de la moralina, que de la cabeza fr¨ªa de un estadista, que valora todos los efectos, y que calcula todas las aristas de una decisi¨®n.
Nadie dice que el Ej¨¦rcito no deb¨ªa participar y ser parte fundamental de la lucha contra la delincuencia. Lo que se cuestiona es claramente la forma, los tiempos, los alcances y sobre todo el marco legal con el que se act¨²a.
Se discuti¨® durante muchos meses en privado un proyecto de Ley de Seguridad Nacional, que pretend¨ªa resolverlo todo. Incluyendo el delicado tema de la suspensi¨®n de garant¨ªas, que, de facto, se ha vivido en muchas ocasiones, en varios puntos del pa¨ªs, violando claramente la Constituci¨®n. Finalmente la semana pasada, en el Senado de la Rep¨²blica, se construy¨® un primer acuerdo para reformar la ley. Se encorchet¨® el pol¨¦mico debate del fuero militar, y despu¨¦s de una discusi¨®n hist¨®rica, parece que se avanza en una reforma que ayuda en algo, a ordenar el complejo tema del uso leg¨ªtimo de la fuerza del Estado Mexicano.
Debemos advertir varios problemas: En primer lugar que hace falta pensar en una reforma integral. Que la reforma a la Ley de Seguridad Nacional, como viene, insisto, avanza algo, pero no lo resuelve todo. Que quedan muchos pendientes, como ya se apunt¨®, sobre todo el tema del fuero militar, los derechos humanos, la suspensi¨®n de garant¨ªas y muchos otros nudos sensibles, dentro y fuera del Ej¨¦rcito. Y sobre todo, que la reforma, no resuelve el tema del pasado, ni subsana la actuaci¨®n del Ej¨¦rcito de los ¨²ltimos a?os.
El Ej¨¦rcito y su nuevo marco legal merecen mayor atenci¨®n e inter¨¦s por parte de su Comandante Supremo, el Presidente de la Rep¨²blica, y de todos los legisladores de todos los partidos. Es un tema muy delicado, para la viabilidad de la joven democracia mexicana.
Es muy grave, pero hay que reconocerlo: Calder¨®n mand¨® al Ej¨¦rcito, a la guerra sin fusil...
Sabino Bastidas Colinas es analista pol¨ªtico
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