M¨¢xima alerta en la pen¨ªnsula coreana
EE UU ordena a sus Fuerzas Armadas coordinar con el Sur una respuesta a la posible agresi¨®n del Norte.- Se¨²l suspende el comercio con el r¨¦gimen comunista
Con el apoyo expl¨ªcito y rotundo de EE UU, cuyas fuerzas militares han recibido ¨®rdenes de responder convenientemente, Corea del Sur ha anunciado represalias por la presunta responsabilidad de su vecino del Norte en el hundimiento de un barco de guerra . Toda la regi¨®n entr¨® inmediatamente en estado de alerta ante la alta explosividad de un conflicto que ha tomado derroteros impredecibles.
"La situaci¨®n es extremadamente precaria", ha advertido la secretaria de Estado, Hillary Clinton, en Pek¨ªn, donde trataba de presionar a China, el ¨²nico pa¨ªs con influencia real sobre Corea del Norte, para que contribuya a contener a su aliado. La Casa Blanca emiti¨® en la madrugada un comunicado de pleno respaldo a Corea del Sur, mientras que la propia Clinton advirti¨® que el apoyo estadounidense a la defensa de ese pa¨ªs es "inequ¨ªvoco".
Se vive uno de los momentos de mayor tensi¨®n en la pen¨ªnsula coreana desde la guerra de tres a?os que finaliz¨® en 1953. El hundimiento, el 26 de marzo, del buque Cheonan, en el que murieron 46 miembros de la tripulaci¨®n, es la peor p¨¦rdida sufrida por Corea del Sur desde el armisticio. Una comisi¨®n de investigaci¨®n culp¨® la semana pasada del hecho a Corea del Norte , y el presidente surcoreano, Lee Myung-bak, ha acudido al monumento que recuerda aquel terrible conflicto para anunciar que, en esta ocasi¨®n, su gobierno hab¨ªa decidido responder a "la brutalidad constante" con la que act¨²an sus vecinos.
"Ahora las cosas son diferentes", ha dicho, "esta vez Corea del Norte pagar¨¢ el precio correspondiente por sus actos de provocaci¨®n". Lee ha comunicado a continuaci¨®n la suspensi¨®n de todo el comercio con el r¨¦gimen comunista, la prohibici¨®n a que sus barcos utilicen puertos surcoreanos y la solicitud de sanciones por parte del Consejo de Seguridad de la ONU. El Ministerio de Defensa, por su parte, ha informado de la reanudaci¨®n inmediata de los altavoces desde los que se env¨ªa al Norte propaganda sobre el sistema del Sur.
Barack Obama ha aplaudido esas medidas y ha dado instrucciones a sus jefes militares en la regi¨®n para coordinar con el Ej¨¦rcito surcoreano las acciones que sean necesarias a fin de "asegurar la puesta a punto y detener una agresi¨®n". Estados Unidos est¨¢ considerando diferentes iniciativas adicionales, como la celebraci¨®n de maniobras militares conjuntas con las fuerzas surcoreanas y otras de car¨¢cter pol¨ªtico y diplom¨¢tico que, por el momento, prefiere no revelar. El Pent¨¢gono cuenta con algo m¨¢s de 28.000 soldados asentados en la pen¨ªnsula de Corea.
La crisis resulta particularmente alarmante por la naturaleza secretista del r¨¦gimen de Pyongyang. Despu¨¦s de muchos meses de rumores sobre estado de salud y su firmeza en el poder, es dif¨ªcil de saber si el presidente norcoreano, Kim Jong-il, est¨¢ dirigiendo los hilos de esta crisis. El Gobierno norcoreano ha advertido que, si su vecino reanudaba el env¨ªo de propaganda, responder¨ªa con el cierre de fronteras y con la destrucci¨®n por su artiller¨ªa de los altavoces y los carteles.
No existen indicadores suficientes para prever si el r¨¦gimen norcoreano podr¨ªa estar interesado en una escalada militar pese al estado ruinoso de su econom¨ªa o, precisamente, como respuesta desesperada a esa situaci¨®n. La suspensi¨®n del comercio con el Sur puede suponer la eliminaci¨®n del 15% de todas las transacciones norcoreanas con el exterior. El cierre de los puertos surcoreanos, adem¨¢s, dificulta y encarece esas transacciones puesto que obliga a m¨¢s largos recorridos.
Si a esto se suma pronto la adopci¨®n de nuevas sanciones en la ONU, Corea del Norte puede quedar en tal estado de precariedad como para provocar una divisi¨®n en su r¨¦gimen o forzar a sus l¨ªderes a una negociaci¨®n o una huida hacia adelante.
Aunque haya puesto en marcha su dispositivo militar, la Administraci¨®n norteamericana conf¨ªa todav¨ªa en una soluci¨®n negociada. Un conflicto armado no s¨®lo har¨ªa correr la sangre en la pen¨ªnsula de Corea, sino que representar¨ªa una amenaza para Jap¨®n y, obligatoriamente, generar¨ªa un clima de rivalidad entre EE UU y China. Es un escenario que Washington no tiene el menor inter¨¦s de provocar, pero al que se puede ver abocado si, movido por su propio c¨¢lculo, es Corea del Norte el que lo provoca.
La opci¨®n todav¨ªa preferida por el Gobierno de Obama es la de que, con ayuda de China, Corea del Norte regrese a la mesa del di¨¢logo a siete naciones que precisamente estaba a punto de reanudarse poco antes del hundimiento del Cheonan. Tambi¨¦n parece esta la soluci¨®n preferida por China, que no quiere a?adir a la incertidumbre de la econom¨ªa mundial la gigantesca sombra de una guerra en Corea. Pero sigue siendo un misterio cu¨¢l es la salida preferida por Pyongyang.
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