El miedo crece en Per¨²
El incremento de la delincuencia lleva al Congreso a endurecer las leyes
En tiempos de bonanza econ¨®mica, los peruanos han encontrado un motivo de preocupaci¨®n cada vez mayor: el incremento de la delincuencia, que se traduce en cr¨ªmenes cada vez m¨¢s sonados y que gana cada vez m¨¢s presencia en las encuestas como uno de los principales problemas del pa¨ªs.
Cada cierto tiempo, la noticia de un nuevo crimen desata una ola de inseguridad. La ¨²ltima se registr¨® el 8 de agosto, cuando una banda de asaltantes intercept¨® un auto en Lima para robar a sus ocupantes el dinero que hab¨ªan retirado de una casa de cambio minutos antes. Ante la resistencia de las v¨ªctimas, uno de los delincuentes abri¨® fuego. El asalto se frustr¨®, pero la bala impact¨® en el cuello de la ni?a Romina Cornejo, de apenas tres a?os, que acompa?aba a sus abuelos dentro del veh¨ªculo.
La ni?a, que qued¨® tetrapl¨¦jica y todav¨ªa se debate entre la vida y la muerte en un hospital de Lima, se ha convertido en un nuevo s¨ªmbolo de la indignaci¨®n ciudadana, exacerbada por el hecho de la informaci¨®n que proporcion¨® la polic¨ªa ?que resolvi¨® el crimen y detuvo a los responsables en apenas dos d¨ªas. Los atacantes eran todos delincuentes con antecedentes, que ya hab¨ªan cometido asaltos similares, hab¨ªan estado en prisi¨®n y hab¨ªan sido liberados gracias a los mecanismos para la reducci¨®n de condenas. En respuesta, la semana pasada el Congreso aprob¨® por unanimidad aumentar las penas de c¨¢rcel y eliminar estos beneficios penitenciarios para los criminales reincidentes y habituales, a la vez que extendi¨® hasta 24 horas el plazo que tiene la polic¨ªa para realizar una detenci¨®n sin mandato judicial.
Pena de muerte
Otros sectores, encabezados por el fujimorismo, han llegado a pedir que se instaure la pena de muerte, limitada por la Constituci¨®n a un solo delito: traici¨®n a la patria en caso de guerra exterior. Aunque se trata de un imposible jur¨ªdico debido a las convenciones internacionales sobre derechos humanos que Per¨² ha suscrito, incluso el presidente, Alan Garc¨ªa, se ha mostrado de acuerdo en debatir el tema. "Soy de los que creen que ciertos cr¨ªmenes deben ser pagados con la vida. Yo le cortar¨ªa la cabeza a 50 violadores", declar¨® el mandatario.
Lima no es tan violenta como S?o Paulo o Caracas, pero empieza a parecerse a ellas, seg¨²n coinciden ciudadanos y especialistas. Aunque la estad¨ªstica de homicidios ubica a la capital en el rango medio bajo de la regi¨®n, con un ¨ªndice de siete muertes violentas por cada 100.000 habitantes, el aumento de los delitos violentos y la presencia cada vez mayor de armas de fuego en las calles son hechos reales. Y la situaci¨®n no mejora en las principales ciudades del interior. Algunas, como las de la costa norte, muy beneficiadas por el crecimiento econ¨®mico, han sido virtualmente tomadas por bandas de asaltantes y extorsionadores. De hecho, el ¨ªndice de homicidios en todo el pa¨ªs sube a 10,9 por cada 100.000 habitantes, de acuerdo con un informe de la ONG Ciudad Nuestra.
"Se ha registrado un aumento preocupante de las acciones delictivas en los ¨²ltimos seis meses. Lo que antes se calificaba como una sensaci¨®n de inseguridad ahora es una ocurrencia real", se?ala Gabriel Prado, investigador del Instituto de Seguridad Ciudadana. Tambi¨¦n es palpable la molestia de los ciudadanos con sus autoridades, a las que acusan de no mostrar una actitud firme ni mantener una estrategia clara para hacer frente al problema. Muchos de sus anuncios ?como, por ejemplo, la creaci¨®n de una colonia penitenciaria en la selva para trasladar all¨ª a los criminales m¨¢s peligrosos? nunca se concretaron. Otros se tradujeron en planes policiales de ef¨ªmera duraci¨®n. Mientras tanto, las prisiones siguen virtualmente controladas por los delincuentes, que no tienen problemas para introducir a ellas alcohol, drogas, armas y tel¨¦fonos celulares con los que dirigen asaltos y secuestros desde sus celdas.
Prado coincide con otros expertos en se?alar que los niveles de delincuencia del pa¨ªs a¨²n no son alarmantes, pero tambi¨¦n justifica la indignaci¨®n ciudadana. Adem¨¢s, en tiempos de campa?a electoral (este a?o se celebrar¨¢n comicios regionales y municipales, y el pr¨®ximo a?o, los presidenciales), este asunto se ha convertido en uno de los m¨¢s importantes de la agenda pol¨ªtica. Y nada indica que vaya a dejar de serlo.
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