Bachar el Asad, de la ¡°primavera de Damasco¡± al pu?o de hierro
Tras una d¨¦cada en el poder, el presidente sirio no s¨®lo ha defraudado las expectativas de quienes esperaban una apertura pol¨ªtica sino que tampoco ha llevado a cabo reformas econ¨®micas
El ascenso al poder de Bachar el Asad a la muerte de su padre en junio de 2000 inaugur¨® lo que los comentaristas llamaron con retranca yumluqu¨ªa, una contracci¨®n de las palabras ¨¢rabes para rep¨²blica y monarqu¨ªa, o la rep¨²blica hereditaria. La pantomima del plebiscito que poco despu¨¦s le dio el 97,29% de los votos tampoco resultaba prometedora. De antemano, el Parlamento hab¨ªa rebajado la edad m¨ªnima del presidente de 40 a 34 a?os para acomodarle. Y a¨²n as¨ª, el cambio a la cabeza del Estado despu¨¦s de tres d¨¦cadas del r¨¦gimen de plomo de Hafez el Asad, despert¨® grandes esperanzas entre la poblaci¨®n.
A ojos de muchos sirios, Bachar (Damasco, 1965) era alguien ajeno al sistema. Fue a su hermano mayor, Basil, a quien el padre hab¨ªa preparado para sucederle. El segund¨®n estudi¨® medicina, la vocaci¨®n frustrada del progenitor, se especializ¨® en oftalmolog¨ªa y en 1992 viaj¨® a Londres a completar su formaci¨®n. Dos a?os m¨¢s tarde, la muerte de Basil en un accidente de tr¨¢fico cambi¨® su destino. Regres¨® a Siria y entr¨® en la academia militar de Homs, al norte de la capital, de donde en 1999 sali¨® con el grado de coronel. Durante los ¨²ltimos a?os de vida de Hafez, estuvo al frente de una campa?a contra la corrupci¨®n y se gan¨® fama de modernizador.
Ese aura y su juventud contribuyeron sin duda a las esperanzas que suscit¨® su llegada a la presidencia. Sus primeros gestos reforzaron la imagen. Liber¨® a centenares de presos pol¨ªticos, cerr¨® la ominosa c¨¢rcel de Al Mezzeh e introdujo Internet. Su boda con Asma Akhras, una elegante economista siria a la que conoci¨® durante su estancia en Londres y con la que ha tenido dos hijos y una hija, a?adi¨® un toque de glamour al gris panorama de un pa¨ªs anclado en los trasnochados valores panarabistas. En ese clima de optimismo, surgi¨® la bautizada como "primavera de Damasco".
Los salones de intelectuales y pol¨ªticos disidentes empezaron a acoger debates sobre c¨®mo avanzar los derechos y libertades. Dur¨® poco. Antes de un a?o, el r¨¦gimen volv¨ªa a su costumbre de detener a los activistas pro democracia y somet¨ªa internet a la censura. En junio de 2005, el gobernante Partido Baaz sugiri¨® la creaci¨®n de una ley de partidos pol¨ªticos, otra de prensa y la revisi¨®n del estado de emergencia decretado por su padre en 1963. Todo qued¨® en letra muerta.
Los sirios, sobre todo los j¨®venes, reacios a perder la ilusi¨®n, explicaban que la vieja guardia heredada de su padre frenaba las iniciativas de reforma del presidente. Sin embargo, cuando logr¨® cambiar al n¨²cleo duro del Baaz y a los ministros clave en Defensa, Interior y Exteriores, sus pol¨ªticas no variaron significativamente. Las dudas sobre si estaba atrapado en el sistema o era c¨®mplice de ¨¦l llevaron a alg¨²n analista ingenioso a calificarle como "el enigma de Damasco".
En una entrevista con este diario en septiembre de 2006, Bachar admiti¨® que el proceso de reformas iba "un poco lento", pero responsabiliz¨® a "una pol¨ªtica internacional equivocada, sobre todo por parte de Estados Unidos". Dijo que "el magn¨ªfico ejemplo de democracia en Irak, Abu Ghraib y otros cr¨ªmenes, [hab¨ªan] causado un grave da?o". Pero antes de que eso sucediera, ¨¦l ya hab¨ªa antepuesto la reforma econ¨®mica a la apertura pol¨ªtica.
El legado que recibi¨® no fue desde luego un caramelo. En el plano interno, Hafez hab¨ªa apoyado su poder sobre el Partido Socialista ?rabe Baaz y un descomunal aparato de seguridad. El panarabismo laico del primero le hab¨ªa servido tanto para reforzar una d¨¦bil identidad nacional, como de coartada para negar las inevitables tensiones sectarias que crea el monopolio del gobierno por la minor¨ªa alau¨ª (una rama del islam chi¨ª que siguen entre un 5% y un 10% de los 22,5 millones de sirios). El segundo, en manos de leales correligionarios, se ha convertido una red de seguridad para el r¨¦gimen del que resulta dif¨ªcil de separarlo.
Adem¨¢s, con Irak al Este e Israel al Oeste, Siria se halla en una encrucijada geoestrat¨¦gica que convierte su gobierno en un ejercicio de malabarismo pol¨ªtico. Hafez se aline¨® con la URSS frente a EE UU y con Ir¨¢n en su guerra contra Irak, pero tambi¨¦n mantuvo conversaciones secretas con Israel y llegado el momento apoy¨® la coalici¨®n que ech¨® a las tropas de Sadam Husein de Kuwait. A diferencia del Le¨®n de Damasco, su cachorro no ha tenido ni su carisma ni la coartada de la guerra fr¨ªa.
Bachar, que tom¨® las riendas justo tras el fracaso de las conversaciones para la devoluci¨®n de los altos del Gol¨¢n (ocupados por Israel en 1967), se opuso a la invasi¨®n de Irak en 2003. Esa actitud le granje¨® popularidad entre los ¨¢rabes, pero alent¨® la sospecha de EE UU de que cerraba los ojos al paso de los yihadistas que atacaban a sus soldados. Mientras, manten¨ªa a sus propias tropas en L¨ªbano. Sin embargo, tras el asesinato del primer ministro liban¨¦s Rafic Hariri en 2005, en el que siempre ha negado su responsabilidad, la presi¨®n internacional le oblig¨® a retirarlas. Para Washington, la Siria de Bachar sigue siendo un Estado criminal que permite el paso de armas iran¨ªes a la guerrilla del Hezbol¨¢ liban¨¦s y que operen desde su territorio grupos radicales palestinos responsables de actos terroristas en Israel.
Tras una d¨¦cada en el poder, Bachar el Asad no s¨®lo ha defraudado las expectativas de quienes esperaban una apertura pol¨ªtica, sino que tampoco ha llevado a cabo reformas econ¨®micas sustantivas. A pesar del crecimiento de los ¨²ltimos a?os, el desempleo sigue siendo elevado y el sector p¨²blico a¨²n ocupa a la mitad de la poblaci¨®n activa, lo que junto a la corrupci¨®n ha contribuido a mantener la paz social, pero ha lastrado el desarrollo. M¨¢s grave a¨²n, no ha creado instituciones que sustenten la identidad nacional y permitan canalizar las inquietudes pol¨ªticas.
A principios de este a?o, el presidente sirio se mostr¨® convencido de que su actitud cr¨ªtica frente a Israel y EE UU le inmunizaba frente a las revueltas que entonces empezaban a extenderse por el mundo ¨¢rabe. Las protestas de los ¨²ltimos d¨ªas indican lo contrario. Su respuesta ha revelado que no s¨®lo hered¨® la prudencia y cautela de su padre, sino tambi¨¦n su pu?o de hierro. Se ha resuelto el enigma de Damasco.
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