Las protestas se ti?en de sangre en Siria
Decenas de muertos por la represi¨®n policial y de las bandas de matones del r¨¦gimen.- La revuelta popular se extiende a casi todo el pa¨ªs, incluida Damasco
La crisis siria alcanz¨® este viernes un nuevo m¨¢ximo de violencia. El Gobierno hab¨ªa anunciado que reprimir¨ªa por todos los medios las protestas populares, pero cientos de miles de personas salieron a la calle en todo el pa¨ªs para exigir el fin de la dictadura. La polic¨ªa y los matones del r¨¦gimen dispararon sobre las multitudes desarmadas y dejaron tras s¨ª al menos 30 cad¨¢veres, aunque algunas fuentes estimaban que la cifra real de v¨ªctimas asciende a 88. El presidente Bachar el Asad demostr¨® que estaba dispuesto a ahogar en sangre la revuelta. Y que la opci¨®n de un vuelco pol¨ªtico relativamente incruento, como en T¨²nez o Egipto, no era concebible en Siria.
Los gritos contra Bachar el Asad y contra el partido Baaz se escucharon en las principales ciudades, incluida Damasco. El r¨¦gimen hab¨ªa mantenido hasta el momento la capital bajo control y hab¨ªa evitado que se formaran concentraciones de ciudadanos, pero tuvo que dispersar con gases lacrim¨®genos una marcha de varios cientos de personas. Para impedir que la protesta llegara a las puertas del palacio presidencial se establecieron controles en los accesos a Damasco y en las arterias urbanas.
La jornada fue mucho m¨¢s cruenta en otros lugares. En Duma, un suburbio de la capital, la calle perteneci¨® a los manifestantes hasta que las fuerzas de seguridad dispararon contra ellos con fusiles ametralladores. Situaciones similares se vivieron en Homs, en huelga general y con m¨¢s de 20 muertos esta semana; en Hama, donde Hafez el Asad, padre del actual presidente, mat¨® entre 10.000 y 20.000 personas en 1982 para aplastar una sublevaci¨®n islamista; en Deraa, la ciudad fronteriza con Jordania donde naci¨® la revuelta a mediados de marzo; en las ciudades costeras de Latakia y Banias; e incluso en el remoto extremo nororiental del pa¨ªs, feudo de la minor¨ªa kurda.
Con la revuelta popular extendida a la pr¨¢ctica totalidad del pa¨ªs, el presidente Bachar el Asad parec¨ªa haber agotado los recursos de un doble juego que no hab¨ªa funcionado: conceder con una mano y reprimir con la otra. El Asad no pod¨ªa ceder m¨¢s sin acabar con el r¨¦gimen heredado de su padre y con su propio poder. Solo le quedaba la opci¨®n de la violencia.
Ante las m¨²ltiples convocatorias de protestas para una jornada que la oposici¨®n denomin¨® Viernes Santo, como la festividad cristiana, Bachar el Asad hizo el jueves un ¨²ltimo intento para calmar el furor popular con la supresi¨®n por v¨ªa de urgencia del estado de excepci¨®n, vigente desde 1963. El presidente prefiri¨® no esperar al tr¨¢mite parlamentario, que habr¨ªa alargado los plazos varias semanas, y firm¨® un decreto que aboli¨®, al menos en teor¨ªa, los poderes excepcionales del Estado y los tribunales pol¨ªticos.
El gesto presidencial habr¨ªa tenido un impacto notable un mes atr¨¢s. Ya no. Los m¨¢s de 200 muertos en un mes, los miles de detenidos y torturados, la brutalidad de la represi¨®n, hab¨ªan convencido a la oposici¨®n de que no hab¨ªa marcha atr¨¢s. Las concesiones no se interpretaron como un esfuerzo por reformar el r¨¦gimen y aligerar el peso de la dictadura, sino como una se?al de p¨¢nico.
En el mismo momento en que El Asad ofrec¨ªa la zanahoria del fin del estado de excepci¨®n, mostraba con la otra mano el palo: el Ej¨¦rcito y la polic¨ªa tomaron Homs, la tercera ciudad del pa¨ªs, convertida en una poblaci¨®n cerrada desde que una semana atr¨¢s se desplaz¨® hacia ella el epicentro de la revuelta. Al menos 12 personas murieron entre el s¨¢bado y el domingo y otras 21 el lunes y el martes, seg¨²n testigos locales citados por Reuters. Junto a las fuerzas de seguridad se desplegaron en Homs las temidas bandas de los shabiha, pistoleros al servicio del r¨¦gimen.
La oposici¨®n atribuye a los shabiha las matanzas que, seg¨²n el Gobierno, cometen misteriosas bandas armadas de extremistas isl¨¢micos. Los manifestantes interpretan que el Gobierno utiliza a los shabiha para crear un caos que justifique la represi¨®n a sangre y fuego y para asustar a los ciudadanos que desean reformas, pero no una guerra civil. Los shabiha, que apostan francotiradores en las azoteas, son los primeros en disparar contra la multitud. Despu¨¦s de ellos intervienen militares y polic¨ªas, que siguen disparando contra la multitud con la excusa de que alguien dispara desde las azoteas.
Las c¨²pulas del Ej¨¦rcito y la polic¨ªa parecen completamente fieles al presidente Bachar el Asad. Pero es imposible hacerse una idea de hasta qu¨¦ punto el presidente puede contar con los soldados y los agentes. Circulan informaciones no confirmables sobre soldados y polic¨ªas ejecutados por sus superiores por negarse a disparar contra la gente. La situaci¨®n global sigue siendo confusa y parcialmente desconocida, por la ausencia de prensa extranjera y la severa censura sobre la prensa local.
El uso de la fuerza fue condenado por la Casa Blanca, que exigi¨® este viernes al r¨¦gimen sirio que frene la violencia contra los manifestantes. El portavoz de la presidencia, Jay Carney, declar¨® a bordo del avi¨®n que trasladaba a Barack Obama desde California a Washington que la Administraci¨®n de EE UU "deplora el empleo de la violencia".
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