El Ej¨¦rcito desmantela la acampada de la plaza de Tahrir el primer d¨ªa de Ramad¨¢n
Una treintena de grupos pol¨ªticos hab¨ªan decidido abandonar la protesta durante el mes sagrado musulm¨¢n
Los palos, los escudos y los cascos han vuelto a la plaza de Tahrir. Tambi¨¦n lo han hecho la sangre y las detenciones. Hoy, primer d¨ªa de Ramad¨¢n, mes sagrado para los musulmanes, la polic¨ªa militar ha desmantelado a golpes a los ¨²ltimos acampados en la plaza de la Liberaci¨®n, el s¨ªmbolo de la resistencia de los revolucionarios egipcios. Desde principios de julio, tras unos enfrentamientos que dejaron m¨¢s de 1.000 heridos en El Cairo, algunos egipcios decidieron volver a acampar en la rotonda de la plaza para protestar contra la actuaci¨®n del Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas que gobierna el pa¨ªs desde la ca¨ªda de Hosni Mubarak el 11 de febrero, y presionar para que se cumplieran los objetivos de la revoluci¨®n. Entre las principales reivindicaciones de los manifestantes estaban el fin de los juicios militares a civiles y la aceleraci¨®n de los juicios a los culpables de la represi¨®n durante las protestas que dejaron 850 muertos (a los 846 reconocidos por el Gobierno se han sumado este ¨²ltimo mes cuatro personas fallecidas a causa de las heridas recibidas entonces).
Casi una treintena de partidos y movimientos pol¨ªticos entre los que se encuentra el de los J¨®venes del 6 de abril (uno de los principales organizadores del alzamiento), decidieron ayer desmontar la acampada ante el comienzo hoy del Ramad¨¢n. Durante estas fechas los musulmanes deben dedicar tiempo a la meditaci¨®n y la oraci¨®n y ayunar hasta la ca¨ªda del sol. Sin embargo algunas personas hab¨ªan decidido mantener la protesta. Esto denotaba tambi¨¦n las diferencias surgidas entre los propios manifestantes, algunos de los cuales consideran la acampada como un medio para lograr sus demandas y no como un objetivo en s¨ª mismo. Otros, sin embargo, creen que es el momento de pensar en otras formas de abordar la transici¨®n democr¨¢tica. Tambi¨¦n algunos activistas se?alaban su descontento ante lo que consideran ya innecesario. Mientras, a estas horas, las familias de los fallecidos a¨²n se mantienen en las aceras que rodean la plaza, que se niegan a abandonar.
El Gobierno interino bajo mandato de la Junta militar, al frente del que se encuentra el primer ministro Essam Sharaf, se ha esforzado en cumplir las demandas de los ciudadanos: retir¨® forzosamente a 669 oficiales de polic¨ªa, remodel¨® un gabinete ministerial que conservaba (y a¨²n conserva) a figuras del r¨¦gimen anterior... Tambi¨¦n el mariscal Mohamed Hussein Tantawi, al frente del Consejo Militar, ha intentado mostrar una cara conciliadora con el sentir ciudadano: ayer aprobaba un aumento de compensaciones a las familias de los fallecidos de 5.000 a 30.000 libras egipcias (580 a 3.480 euros); tambi¨¦n ha retrasado las elecciones, fijadas para septiembre, hasta octubre o noviembre, para dar tiempo a los partidos de nuevo cu?o a prepararse para las legislativas.
Sin embargo, los militares parecen estar ocultando a su mano derecha lo que hace la izquierda: las detenciones y juicios militares a civiles ascienden a 10.000 -seg¨²n organizaciones de derechos humanos- desde la ca¨ªda de Mubarak, y hoy los arrestos arbitrarios se han reproducido a lo largo y ancho del centro de la capital (fuentes oficiales reconocen 85 detenidos). En el metro, en las paradas de autob¨²s.... Cualquier ciudadano en las inmediaciones de Tahrir durante la intervenci¨®n de la polic¨ªa militar era sospechoso. Algunas agencias citan tambi¨¦n la detenci¨®n de tres periodistas.
La imagen de una plaza, hasta hace unos d¨ªas repleta de j¨®venes, invadida de uniformados con sus pertrechos antidisturbios recuerda que Egipto, un pa¨ªs gobernado los ¨²ltimos 60 a?os por aut¨®cratas, no se limpiar¨¢ tan f¨¢cilmente el barro de los zapatos. El mi¨¦rcoles, el depuesto rais, Hosni Mubarak, de 83 a?os, sus dos hijos, Alaa y Gamal, el ex ministro del Interior Habib el Adly, seis oficiales de polic¨ªa y el empresario Hussein Salen (bajo arresto en Espa?a), deber¨¢n ajustar cuentas con una Justicia que hasta hace escasos seis meses ten¨ªan bajo su control. Los egipcios, y en particular las familias de los que han devenido en m¨¢rtires de la revoluci¨®n, temen que en el ¨²ltimo momento alguien se saque un conejo de la chistera y el fara¨®n, que podr¨ªa enfrentarse a la pena capital por la acusaci¨®n de asesinato deliberado de manifestantes desarmados, no comparezca en su juicio. El precario estado de salud del exgobernante podr¨ªa ser la excusa perfecta para evitar su traslado desde el hospital de Sharm el Sheij en el que se encuentra, y para que los ciudadanos no vean al excomandante del Ej¨¦rcito y h¨¦roe de guerra vestido de blanco dentro de una jaula enrejada.
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