Tres d¨ªas de agosto que precipitaron el fin del Imperio Sovi¨¦tico
Un grupo de ocho altos funcionarios de la URSS, entre ellos el vicepresidente del Estado, el jefe del KGB, y el ministro de Defensa, puso en marcha un golpe para acabar con la "perestroika"
El intento de golpe de Estado que mantuvo en vilo al mundo durante tres d¨ªas de agosto de 1991 se desdibuja y mitifica en la memoria de los participantes y testigos de aquellos sucesos que condenaron a muerte a la URSS (Uni¨®n de Rep¨²blicas Socialistas Sovi¨¦ticas), un Estado de 22.400 kil¨®metros cuadrados desde el B¨¢ltico hasta el Pac¨ªfico pasando por las monta?as del Pamir. Pero aquellos acontecimientos que acabaron con el sistema comunista sovi¨¦tico no son a¨²n historia, porque sus consecuencias se sienten hasta el d¨ªa de hoy.
El fin de la URSS tuvo aspectos liberadores, pero tambi¨¦n dram¨¢ticos. La falta de atenci¨®n oficial por parte del Kremlin a este aniversario, indica que no es un tema del gusto de los dirigentes rusos, concentrados en proyectar im¨¢genes positivas, en¨¦rgicas y juveniles de si mismos, inspiradas en los h¨¦roes de tiras c¨®micas y series de aventuras. El hundimiento de la Uni¨®n Sovi¨¦tica convirti¨® a millones de personas en emigrantes, refugiados, desplazados y extranjeros, las separ¨® de sus familias y les oblig¨® a elegir lealtades. En las biograf¨ªas de los ciudadanos sovi¨¦ticos, 1991 fue un corte radical, que abri¨® posibilidades de inmenso enriquecimiento para unos y conden¨® a otros a la miseria.
La disoluci¨®n del Estado culmin¨® en el acuerdo firmado el 8 de diciembre de 1991 por los l¨ªderes de tres rep¨²blicas eslavas (Ucrania, Bielorrusia y Rusia). Suele decirse que aquella soluci¨®n radical, negociada en los bosques bielorrusos, evit¨® un derramamiento de sangre como el de Yugoslavia durante su desintegraci¨®n. A¨²n as¨ª, miles de personas murieron en conflictos que se gestaban en 1991, como el de Chechenia. En el espacio ex sovi¨¦tico existen a¨²n cuatro territorios problem¨¢ticos (El Alto-Karabaj, Transdnistria, Abjazia y Osetia del Sur), que no encuentran formas estables y leg¨ªtimas de integraci¨®n en la comunidad internacional.
El 19 de agosto de 1991, un grupo de ocho altos funcionarios de la URSS, entre ellos el vicepresidente del Estado, Guennadi Yan¨¢iev y el jefe del KGB, Vlad¨ªmir Kriuchkov, el ministro de Defensa, Dmitri Y¨¢zov, y el de Interior, Boris Pugo, adem¨¢s de veteranos l¨ªderes en la gesti¨®n de la industria pesada y militar y de la agricultura, anunciaron que hab¨ªan constituido un Comit¨¦ Estatal de Situaciones de Emergencia (GKCHP, en sus siglas rusas) para "evitar el caos", estabilizar la econom¨ªa y acabar con la "perestroika".
Contra el Tratado de la Uni¨®n
Un d¨ªa antes, los golpistas visitaron al presidente de la URSS y secretario general del Partido Comunista de la URSS (PCUS), Mija¨ªl Gorbachov, que estaba concluyendo su veraneo en una dacha de For¨®s, en Crimea, y trataron de convencerlo para que les ayudara a restablecer el orden que ellos ve¨ªan amenazado. Les preocupaba sobre todo el Tratado de la Uni¨®n (TU), un documento que Gorbachov, el presidente de Rusia, Bor¨ªs Yeltsin, y los l¨ªderes de varias otras rep¨²blicas sovi¨¦ticas deb¨ªan firmar en Mosc¨² el 20 de agosto. Gorbachov esperaba que aquel documento sirviera para renovar la URSS y garantizara la convivencia de los territorios que todav¨ªa quer¨ªan formar parte de un solo Estado.
Es dif¨ªcil saber si el TU hubiera salvado a la URSS en crisis, pero el jueves en Mosc¨², el ex presidente de Kirguizia, Askar Ak¨¢yev, elogiaba aquel tratado por su "car¨¢cter confederativo" que s¨®lo dejaba al centro sovi¨¦tico las competencias de defensa, pol¨ªtica exterior y emisi¨®n de moneda, transfiriendo el resto a las rep¨²blicas. El TU, trabajosamente negociado, era respaldado por parlamento de la URSS, pero ten¨ªa potentes adversarios en los sectores liberales radicales afines a Yeltsin, convencidos de que el documento se quedaba corto, y tambi¨¦n entre los sectores tradicionalistas y centralistas del PCUS.
Los altos funcionarios que organizaron el golpe opinaban que la firma del TU supon¨ªa la disoluci¨®n del Estado sovi¨¦tico. Sin lograr convencer a Gorbachov, los "gekachepistas" abandonaron Crimea, dejando al l¨ªder de la segunda potencia nuclear del mundo incomunicado a la orilla del mar Negro. El 19, de madrugada, hicieron p¨²blico su primer comunicado, por el cual el vicepresidente Yan¨¢ev tomaba el poder alegando que Gorbachov estaba enfermo. Dirigi¨¦ndose al "pueblo sovi¨¦tico", anunciaron un toque de queda, la suspensi¨®n de los partidos que se opusieran a sus directivas y la prohibici¨®n de los medios de comunicaci¨®n excepto ocho diarios leales.
La televisi¨®n, aquella ma?ana, trasmit¨ªa el ballet "El Lago de los Cisnes" de Piotr Chaikovski. Kriuchkov hab¨ªa preparado una lista de personajes socialmente activos que deb¨ªan ser detenidos, pero ni estas instrucciones ni muchas otras del GKCHP se llevaron a cabo de forma consistente. El gran error de los golpistas fue no haber detenido a Yeltsin, quien hab¨ªa sido elegido presidente de Rusia el 12 de julio anterior en las primeras elecciones democr¨¢ticas en su g¨¦nero que se celebraban en la mayor de las 15 rep¨²blicas sovi¨¦ticas federadas.
En la directiva del PCUS, la estructura que monopolizaba el poder en la URSS, Yeltsin ven¨ªa desafiando a Gorbachov desde 1987, cuando critic¨® duramente en p¨²blico el ritmo a su juicio lento de la "perestroika", nombre con el que se conoc¨ªa el proceso de reformas lanzado por el secretario General. En¨¦rgico y populista, Yeltsin se posicion¨® como alternativa a Gorbachov en Rusia y su importancia fue creciendo a medida que se acumulaban las dificultades econ¨®micas. Gorbachov dijo haberse dado cuenta de la gravedad de los problemas que amenazaban a la URSS en el oto?o de 1990, cuando se debat¨ªa el presupuesto del Estado. Ninguna rep¨²blica quer¨ªa contribuir a ¨¦l y aquella realidad financiera fue para ¨¦l m¨¢s elocuente que los disturbios nacionalistas de aquellos a?os, desde Kazajst¨¢n en el 86, al B¨¢ltico en el 91.
La reafirmaci¨®n de Yeltsin
En continua lucha por arrebatarle competencias al centro federal, Yeltsin aprovech¨® el golpe para afirmarse sobre Gorbachov. En la madrugada del 19 de agosto, el presidente ruso hab¨ªa llegado de Almat¨ª, la capital de la rep¨²blica sovi¨¦tica de Kazajist¨¢n, donde Nursult¨¢n Nazarb¨¢yev, el m¨¢ximo dirigente local, lo hab¨ªa retenido para agasajarlo durante unas horas tras el programa oficial. Los primeros pol¨ªticos rusos y tambi¨¦n los primeros carros blindados comenzaron a aparecer en la Casa Blanca, el edificio que entonces era la sede del parlamento ruso, cuando Yeltsin estaba a¨²n en su residencia de Arj¨¢ngelskoe, en los alrededores de Mosc¨².
Poco despu¨¦s del medio d¨ªa, el l¨ªder ruso se subi¨® a uno de los carros apostados junto a la sede del Parlamento y ley¨® el llamamiento a los "ciudadanos de Rusia". Yeltsin exhort¨® a la desobediencia civil a los golpistas, exigi¨® el retorno de Gorbachov y la convocatoria de un congreso extraordinario del Congreso de los Diputados Populares de la URSS (el superparlamento sovi¨¦tico).
El ruso se convirti¨® as¨ª en el s¨ªmbolo de la resistencia al golpe, coordinada desde la Casa Blanca. En el interior de este edificio, los diputados llamaban por tel¨¦fono a provincias, les dictaban las disposiciones del presidente ruso y se informaban sobre la situaci¨®n local. Lejos de Mosc¨², muchos trataron de ganar tiempo hasta que quedara claro el desenlace de la crisis. En el campo internacional, los dirigentes de Irak, Libia, Yugoslavia y el palestino Yaser Arafat se apresuraron a felicitar a los golpistas, seg¨²n contaba el jueves Guennadi B¨²rbulis, que fue secretario de Estado de la Federaci¨®n Rusa.
En Mosc¨², grupos de diputados con experiencia o contactos militares iban a dialogar con los tanquistas, que estaban confusos sobre el car¨¢cter de su misi¨®n junto a la Casa Blanca (defender el edificio o prepararse para atacar), y sondeaban a los mandos en los cuarteles. El jefe de Gobierno sovi¨¦tico, Valentin P¨¢vlov, uno de los golpistas, dijo posteriormente que Bor¨ªs Yeltsin se hab¨ªa puesto en contacto con el jefe de las tropas de paracaidistas P¨¢vel Grachov para solicitarle el env¨ªo de tanques a la Casa Blanca. Sin preguntar a su jefe, el ministro de defensa Dmitri Y¨¢zov, Grachov envi¨® tropas a Yeltsin, y en aquel contingente, que desapareci¨® despu¨¦s con la misma facilidad con la que hab¨ªa salido a la calle, estaba el general Alexandr L¨¦bed, que se distinguir¨ªa despu¨¦s por su expeditiva actitud en la regi¨®n separatista del Transdni¨¦ster, en Moldavia.
Defensa popular del Parlamento
A lo largo del 19 de agosto, en torno a la sede del parlamento se fue concentrando gente, aunque no demasiada, comparado con los grandes m¨ªtines que por entonces sacaban a la calle a centenares de miles de personas. A las cinco de la tarde, los golpistas dieron una conferencia de prensa. En ella, las explicaciones y las manos temblorosas de Yan¨¢ev hicieron presentir que aquellos hombres no estaban en disposici¨®n de acabar con ¨¦xito la aventura que hab¨ªan iniciado.
El 20 de agosto el n¨²mero de "defensores de la Casa Blanca" hab¨ªa aumentado. Entre la masa de espont¨¢neos reunidos en torno a la sede del parlamento hab¨ªa gentes tan distintas como el guerrillero checheno Shamil Bas¨¢iev, el embajador del Reino Unido en la URSS, cosacos, artistas, intelectuales y moscovitas de a pie. Muchos de ellos se integraron despu¨¦s en una organizaci¨®n que se llam¨® "Zhivoe Kolz¨®" (El Anillo Vivo).
La noche del 20 al 21 de agosto fue la m¨¢s dram¨¢tica de las tres que Yeltsin y sus seguidores pasaron en el parlamento ruso. Los resistentes tem¨ªan que pudiera producirse un asalto. Entre los seguidores de Yeltsin se hab¨ªan repartido armas. Algunos diputados, con la carabina al hombro, tomaban posiciones en los tejados de la Casa Blanca. Despu¨¦s de la medianoche, el vicepresidente de Rusia, general Alexandr Rutskoi, un aviador veterano de la guerra de Afganist¨¢n, exhort¨® por los altavoces a defender el edificio, pero poco despu¨¦s, Guennadi B¨²rbulis, por entonces muy pr¨®ximo a Yeltsin, utiliz¨® el mismo sistema de megafon¨ªa para afirmar la libertad de cada cual de hacer lo que creyera oportuno. Aquella madrugada, una mala maniobra de un tanque junto a una columna de manifestantes acab¨® con la vida de tres j¨®venes en el cruce entre el anillo circular y la avenida Kalinin.
Kriuchkov se hab¨ªa paseado alrededor de la Casa Blanca en un coche con ventanas ahumadas y manten¨ªa conversaciones telef¨®nicas con B¨²rbulis y los yeltsinistas. Seg¨²n V¨ªctor Iv¨¢nenko, que dirig¨ªa el reci¨¦n formado comit¨¦ de seguridad del Estado de Rusia, Kriuchkov, considerado el cerebro del golpe, se dio por vencido en la madrugada del 21 de agosto y anunci¨® a los atrincherados que pod¨ªan dormir tranquilos. El KGB hab¨ªa movilizado al grupo antiterrorista "Alfa", pero no dio la orden definitiva de asalto, aunque s¨ª hubo ¨®rdenes previas de avance, reconocimiento y desarrollo del plan de acci¨®n. Como otras instituciones del Estado, el KGB no era por entonces una unidad monol¨ªtica.
El rescate de Gorbachov
El 21 de agosto, en un pleno extraordinario del parlamento ruso se design¨® a una comisi¨®n especial dirigida por el vicepresidente Rutsk¨®i para ir a buscar a Gorbachov a Crimea. Tambi¨¦n los golpistas volaron de nuevo hacia all¨ª. En la madrugada del 21 al 22 de agosto Gorbachov y su familia fueron conducidos en avi¨®n a la capital. El rostro desmejorado de Raisa, la esposa del presidente, revelaba el sufrimiento pasado. Vino despu¨¦s el gran mitin de la Casa Blanca en la ma?ana del 22 de agosto, la sensaci¨®n de hermandad y de incomparable liberaci¨®n. Por la noche, el rostro colectivo beat¨ªfico de los "vencedores" se hab¨ªa transformado en amenazador, cuando una multitud se dirigi¨® a la sede del Comit¨¦ Central del PCUS intentando romper sus ventanas y sigui¨® despu¨¦s hasta la sede del KGB, en la plaza de la Lubianka, donde por la noche un cami¨®n se llev¨® la estatua de F¨¦lix Dzherzhinski, el fundador de los servicios secretos despu¨¦s de que la multitud intentara derribarlo con un lazo.
El 23 de agosto, en un verdadero espect¨¢culo ante el parlamento ruso, Yeltsin puso en evidencia la erosi¨®n pol¨ªtica irreversible que el golpe hab¨ªa supuesto para Gorbachov y para el PCUS. El analista Sergu¨¦i Parj¨®menko, que segu¨ªa los acontecimientos, opina que aquella humillaci¨®n p¨²blica satisfac¨ªa los instintos de venganza personales de Yeltsin por las humillaciones que antes le hab¨ªa infligido Gorbachov. Al d¨ªa siguiente, el l¨ªder de la URSS romp¨ªa su relaci¨®n con aquella fuerza pol¨ªtica donde hab¨ªa militado toda su vida adulta y renunciaba al cargo de secretario general. Gorbach¨®v pidi¨® al Comit¨¦ Central que se autodisolviera. La sede de este organismo en Mosc¨² fue sellada, los peri¨®dicos comunistas, prohibidos y los ¨²ltimos golpista, arrestados. Veinte a?os despu¨¦s, Gorbachov afirma con rotundidad que nunca, ni siquiera entonces, crey¨® poder formar un t¨¢ndem eficaz con Yeltsin.
Las exposiciones fotogr¨¢ficas que se han celebrado este a?o con motivo del 80 aniversario de ambos l¨ªderes, -en el caso de Yeltsin "postmortem"-, reflejaron aquella animadversi¨®n. En ambas muestras documentales se ha evitado la imagen del "otro", como si las biograf¨ªas de Gorbachov y la de Yeltsin fueran paralelas y ambos no se hubieran encontrado jam¨¢s. Al margen de las relaciones personales de ambos l¨ªderes, los yeltsinistas de primera hora buscan hoy el contacto con Gorbachov y reconocen los m¨¦ritos de aquel pol¨ªtico al que acusaron de indeciso y lento. Los que no se han convertido en rehenes del dinero y el poder se muestran desilusionados y hasta inquietos por las restricciones a las libertades democr¨¢ticas impuestas por Vlad¨ªmir Putin, el actual jefe de gobierno y ex presidente de Rusia. B¨²rbulis advert¨ªa el jueves que Rusia Unida, el partido mayoritario en el parlamento, pod¨ªa seguir el rumbo del Partido Comunista de la URSS y que el peligro de desintegraci¨®n de Rusia "existe" y es "m¨¢s serio de lo que el r¨¦gimen presupone con ligereza".
Amnist¨ªa para los golpistas
Veinte a?os despu¨¦s, B¨²rbulis reconoce que los golpistas de 1991 eran gentes que se guiaban "por sus propias convicciones y el sistema de valores formado a lo largo de su biograf¨ªa". "Defend¨ªan su visi¨®n del mundo y su fe. Aquello era una guerra religiosa", se?alaba. V¨ªctima de aquella conmoci¨®n hist¨®rica fue el mariscal Sergu¨¦i Ajrom¨¦iev, el jefe del Estado Mayor, un veterano de la Segunda Guerra Mundial, que se suicid¨® dejando un amargo mensaje a su familia. Hubo tambi¨¦n otros suicidios como el del ministro del Interior, Bor¨ªs Pugo, y el de varios funcionarios comunistas responsables de las finanzas del partido.
Tras los sucesos de agosto, la Casa Blanca y sus alrededores, fueron bautizados como plaza de Rusia Libre, y durante un tiempo tuvieron un aura m¨¢gica. La magia se disip¨® en 1993, cuando el mismo paisaje fue escenario de una lucha fraticida entre los vencedores de 1991. La orden de Bor¨ªs Yeltsin de ca?onear el parlamento en octubre de 1993 fue un terrible trauma para el Estado que se acababa de liberarse del Imperio. Despu¨¦s, la Casa Blanca, que hoy es sede del gobierno ruso, fue protegida y aislada del exterior con una alta valla de hierro.
En febrero de 1994 fueron amnistiados los golpistas de 1991 y los dirigentes rusos que se hab¨ªan enfrentado a Yeltsin en 1993, como el ex vicepresidente Rutsk¨®i y el ex jefe del Parlamento, Rusl¨¢n Jazbul¨¢tov. Con el tiempo, quienes se enfrentaron brutalmente entonces han podido comenzar un t¨ªmido di¨¢logo. En 2010 representantes de los dos bandos enfrentados en 1993 se reunieron para celebrar el 20 aniversario de la constituci¨®n del primer parlamento democr¨¢tico ruso en 1990. Lo hac¨ªan con timidez, con miedo a pronunciar palabras que reabrieran heridas, pero m¨¢s sabios, m¨¢s expertos y m¨¢s tolerantes que hace dos d¨¦cadas. Los veteranos de 1991 y 1993 se enorgullec¨ªan de haber sido elegidos limpia y honradamente en 1990 y sab¨ªan que en eso precisamente son superiores a los pol¨ªticos rusos actuales, criaturas surgidas de elecciones manipuladas o producto de la designaci¨®n a dedo.
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