Los talibanes acosan a los colaboradores de EEUU en Afganist¨¢n
Visita a la base estadounidense de Camp Phoenix en Kabul cuando se cumplen diez a?os de la guerra que ha arrasado el pa¨ªs
Amanece en Kabul y centenares de afganos se agolpan ya a las puertas de esta base militar situada a 11 kil¨®metros de la capital. Son, entre otras cosas, int¨¦rpretes, constructores, mercaderes y cocineros. Est¨¢n dispuestos a trabajar, arriesgando sus vidas, por un modesto sueldo en d¨®lares que les permita mantener a sus familias en un pa¨ªs totalmente arrasado por una guerra que dura ya diez a?os. Muchos reciben, a menudo, amenazas de simpatizantes de los talibanes y de Al Qaeda. Pero han sellado ya una valiente alianza con el invasor norteamericano. Y su vida ha quedado condicionada para siempre por esa decisi¨®n.
Aqu¨ª mismo, en este preciso lugar donde cada ma?ana se agolpan cientos de civiles, dos terroristas suicidas accionaron chalecos explosivos a las seis de la ma?ana del dos de abril, buscando da?ar a estos colaboradores de las tropas norteamericanas. Desde un puesto de seguridad aleda?o, un soldado abati¨® a un tercer insurgente que tom¨® parte en el ataque, en el que tambi¨¦n se utilizaron granadas y rifles. Las tropas capturaron a un cuarto terrorista, que hu¨ªa oculto bajo un burka y que muri¨® posteriormente por las heridas sufridas durante el atentado. No hubo m¨¢s v¨ªctimas. Ya en 2009 un coche bomba explot¨® en este mismo punto, hiriendo a cuatro soldados.
"S¨¦ perfectamente que a m¨ª se me identifica como aliado de los norteamericanos y que eso me convierte en un objetivo ahora y, especialmente, cuando se marchen las tropas", asegura Abdullah, un int¨¦rprete aqu¨ª en Camp Phoenix que, como muchos afganos, usa un solo nombre. Trabaja para el ej¨¦rcito desde hace seis a?os. Ha formado parte de convoyes en las zonas m¨¢s peligrosas de la naci¨®n, en los bastiones talibanes del sur y del este. Un ataque insurgente en Jalalabad en 2006 le dej¨® en coma durante varios d¨ªas. Las cicatrices que le provoc¨® la metralla le surcan la frente y los brazos.
Unos 900 nacionales afganos entran a diario en esta base. Desde que despunta el sol hacen cola en una zona que se conoce como la milla verde. Aqu¨ª, pasan por un esc¨¢ner de cuerpo completo y un detector de metales. En ocasiones se les somete a cacheos aleatorios. Luego, deben obtener un permiso de entrada, con una insignia que deben devolver al abandonar la base por la tarde. El proceso de entrada puede demorarse hasta una hora. Muy pocos civiles pueden moverse a su antojo por la base sin un escolta. Es el caso de Abdullah y los dem¨¢s int¨¦rpretes.
Los soldados dependen totalmente de ellos, porque son su ¨²nica forma de entenderse con los civiles afganos, que hablan en su mayor¨ªa dari (una variante del farsi) y tambi¨¦n pashto. Son, en realidad, uno m¨¢s en los destacamentos que salen a diario a patrullar las calles de Kabul. Se mueven en los veh¨ªculos acorazados, con los pesados chalecos antibalas y los mismos cascos que lucen los propios soldados. Los mandos quieren que su atuendo sea muy parecido al de los soldados, para evitar que los talibanes les identifiquen y tomen represalias contra ellos.
Mustafa, otro int¨¦rprete, lleva a?os recibiendo amenazas por todas las v¨ªas posibles. "Cuando estaba destinado a la base de Bagram, los talibanes me llamaron dos veces por tel¨¦fono, dici¨¦ndome que dejara de trabajar para los americanos o me matar¨ªan", explica. "Previamente, un taxista me dijo una vez que sab¨ªa qui¨¦n era y para qui¨¦n trabajaba, y que dejara de hacerlo". Aun as¨ª, Mustafa, que tiene mujer y tres hijos, sigue viniendo a trabajar a la base a diario. "Lo hago porque vivo en Kabul, y ¨¦sta es una de las zonas m¨¢s seguras del pa¨ªs. Aqu¨ª los talibanes no tienen tanto poder".
La esperanza de estos trabajadores, los verdaderos aliados de los norteamericanos en Kabul, es poder abandonar un d¨ªa este pa¨ªs. La inmensa mayor¨ªa de ellos ha solicitado un visado para poder mudarse a Estados Unidos. La embajada norteamericana aqu¨ª ha registrado 2.300 solicitudes desde 2009. S¨®lo ha acabado de procesar dos, de las que rechaz¨® una. En plena campa?a de asesinatos de colaboradores del ej¨¦rcito norteamericano a manos de los talibanes, la diplomacia est¨¢ actuando con una lentitud que para ellos desesperante y que s¨®lo aumenta su vulnerabilidad.
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