La revoluci¨®n ¨¢rabe se estrella en Yemen
El presidente Saleh se aferra al poder mientras apoya a Washington contra Al Qaeda. Los j¨®venes temen una guerra civil tras ocho meses de protestas
El coraz¨®n de San¨¢, como el de Yemen, est¨¢ dividido. A un lado de la calle Al Zubeiri, el principal eje comercial de la capital, se encuentran los soldados de la Guardia Republicana, a las ¨®rdenes del hijo del presidente. Al otro, los de la Primera Divisi¨®n Acorazada, que se pasaron a la revoluci¨®n junto a su jefe, el general Ali Mohsen. Pero las tablas son solo aparentes. Ocho meses despu¨¦s de que se iniciara el movimiento popular contra Ali Abdal¨¢ Saleh, el astuto mandatario ha logrado capear el temporal y hay signos de que se est¨¢ consolidando tanto pol¨ªtica como militarmente.
?¡°No, no es cierto que el presidente est¨¦ ganando la partida¡±, protesta Ayub Abdal¨¢, un estudiante de Comercio de 21 a?os, en el terreno liberado en el que se ha convertido la acampada por el cambio. Ayub, que duerme en su casa pero viene todos los d¨ªas, se muestra convencido de que m¨¢s pronto o m¨¢s tarde ¡°la revoluci¨®n¡±, como los yemen¨ªes llaman a la protesta popular, ¡°va a conseguir su objetivo¡±. Igual que ¨¦l, varios miles de entusiastas mantienen viva a diario la llama del descontento, que los viernes moviliza a centenares de miles. Y sin embargo, las dos ¨²ltimas semanas han sido descorazonadoras.
El intento de los activistas de extender su protesta m¨¢s all¨¢ del pu?ado de calles que ocupan en los aleda?os de la Universidad de San¨¢, al oeste de la ciudad, se top¨® con una brutal respuesta de las tropas leales al r¨¦gimen (muy superiores en potencia de fuego) y dej¨® 83 muertos. Durante los d¨ªas siguientes, esa cifra se duplic¨®. Cuando parec¨ªa a punto de estallar una guerra civil, el repentino regreso de Saleh desde Arabia Saud¨ª cambi¨® la ecuaci¨®n.
El presidente, que permanec¨ªa en el pa¨ªs vecino desde el atentado que casi le cuesta la vida el 3 de junio, rompi¨® un pacto no escrito con los mediadores internacionales. EE UU, la UE y el Consejo de Cooperaci¨®n del Golfo (CCG) esperaban que su estancia en Riad facilitara una transici¨®n pac¨ªfica del poder seg¨²n un plan preparado antes del ataque, que ¨¦l mismo acept¨® y luego se neg¨® a firmar. Incluso ahora asegura que est¨¢ de acuerdo con el proyecto y que quiere irse, pero a rengl¨®n seguido a?ade condiciones imposibles. La ¨²ltima, que se retiren de la calle las fuerzas de sus dos principales rivales pol¨ªticos y personales, las tropas del general Ali Mohsen y la milicia del jeque tribal Hamid al Ahmar.
"El presidente no est¨¢ ganando la partida", protesta un estudiante en San¨¢
¡°Son t¨¢cticas dilatorias. No se quiere ir¡±, concluye un embajador europeo que en abril puso todas sus esperanzas en la hoja de ruta apadrinada por el CCG.
¡°Es hora de alcanzar una soluci¨®n¡±, aseguraba por su parte el enviado especial de la ONU, Jamal Benomar, el viernes por la noche, horas antes de abandonar San¨¢ con las manos vac¨ªas.
Tanto Benomar como los diplom¨¢ticos extranjeros temen que el encastillamiento de Saleh precipite la temida guerra civil. Sin embargo, el presidente se mueve como pez en el agua en situaciones de crisis. Por un lado, trata de convencer a EE UU de que es imprescindible en la lucha contra Al Qaeda y que sin ¨¦l, Yemen se sumir¨¢ en el caos. ¡°No parece una casualidad que hayan matado ahora a el Aulaki¡±, apunta un activista, convencido de que el mandatario trata de anotarse puntos ante Washington.
Por otro, Saleh intenta explotar las divisiones de la oposici¨®n, un conjunto de grupos variopintos, con intereses opuestos, y que solo comparten el deseo de desbancarle del poder. De hecho, tanto entre los opositores como entre los miembros del r¨¦gimen hay partidarios y contrarios al plan para una transici¨®n pac¨ªfica. Mientras que el vicepresidente, el ministro de Exteriores y uno de los principales asesores de Saleh son favorables a que firme y se retire de la vida pol¨ªtica, el general Ali Mohsen y el jeque Hamid no tienen demasiado inter¨¦s en un acuerdo del que no sacan beneficio.
Para algunos activistas, esos dirigentes, que representan los poderes tradicionales del Ej¨¦rcito y la tribu, han secuestrado su protesta. ¡°Est¨¢n retrasando el triunfo de la revoluci¨®n¡±, lamenta Rana Jarhum sin perder la esperanza. Ante la fuerza de las armas, pesa poco el apoyo de los desprestigiados partidos pol¨ªticos a la soluci¨®n dialogada que tambi¨¦n prefieren los j¨®venes. ¡°El d¨ªa de los 83 muertos, los soldados de Ali Mohsen dieron un pretexto a las fuerzas de Saleh para atacarnos. Al final, perdimos el terreno conquistado y pagamos por sus errores¡±, se queja Mohamed al Usta.
"No es casualidad que hayan matado ahora a El Aulaki", alega un activista
¡°Si no fuera por Ali Mohsen, no estar¨ªamos aqu¨ª¡±, le recuerda Mohamed Shoufan, en referencia a la protecci¨®n que el general disidente ofrece a los manifestantes.
En lo que todos est¨¢n de acuerdo es que no quieren a otro rojo en el poder, en referencia al significado en ¨¢rabe de Ahmar, el nombre de la tribu a la que pertenecen tanto el presidente como el general Ali Mohsen y el jeque Hamid. Por ahora, no parece cercano el d¨ªa en que vayan a conseguirlo.
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