Invierno oriental tras la ¡®primavera ¨¢rabe¡¯
En Europa Central, las perspectivas de adhesi¨®n a los Veintisiete han impulsado las reformas en materia de derechos humanos. Pero en Ucrania y Bielorrusia la democracia ha retrocedido
Durante los primeros 10 a?os del siglo XXI, Occidente -sobre todo Estados Unidos y Europa- ha estado m¨¢s preocupado por sus propios problemas y por mantener a toda costa su capacidad de influir en la toma de decisiones internacionales que por lo que ha pasado en el resto del mundo. Mientras mir¨¢bamos con recelo el ascenso de las potencias emergentes, lleg¨® la crisis econ¨®mica y la de la deuda, se complic¨® la guerra en Afganist¨¢n, hubo que salir de Irak y estallaron las protestas en Oriente Pr¨®ximo y el norte de ?frica. Con ello se desvaneci¨® cualquier esperanza de que los l¨ªderes mundiales se fijaran en otras partes del mundo. Con cada vez menos recursos a su disposici¨®n, ahora el principal desaf¨ªo de la comunidad internacional es encontrar la mejor forma de distribuir sus esfuerzos estrat¨¦gicos.
Sin duda, la primavera ¨¢rabe ha servido para corregir muchos de los errores del pasado. Varios aspectos de la respuesta a las revueltas ¨¢rabes parecen indicar que hay un fuerte compromiso hacia el cambio y la modernizaci¨®n en la regi¨®n. La Uni¨®n Europea ha prometido invertir m¨¢s recursos en la zona, facilitar un mayor acceso a los mercados europeos y una mayor movilidad laboral, prestar ayuda t¨¦cnica en los procesos de transici¨®n, recompensar el cambio hacia la reforma democr¨¢tica y fomentar el di¨¢logo inclusivo. Ciertamente, el factor sorpresa de las protestas populares a lo largo de Oriente Pr¨®ximo y el norte de ?frica fue suficiente para explotar la burbuja introspectiva de Occidente.
No hace falta ir muy lejos para apreciar la complejidad de la tarea pendiente. Los esfuerzos militares en Libia -aunque solo despu¨¦s de que muchos murieran a manos del r¨¦gimen de Gadafi- han demostrado un verdadero compromiso hacia el sur del Mediterr¨¢neo. Ahora que la contienda parece llegar a su fin, es m¨¢s necesario que nunca seguir apoyando el proceso de transici¨®n pol¨ªtica y ayudar al Consejo Nacional de Transici¨®n a construir instituciones democr¨¢ticas y a preparar al pa¨ªs para la celebraci¨®n de elecciones libres. En Egipto, la junta militar ha fijado elecciones parlamentarias para el pr¨®ximo 28 de noviembre. Pero no por ello la transici¨®n est¨¢ m¨¢s cerca del ¨¦xito. La brecha entre el Gobierno de transici¨®n y el pueblo de la revoluci¨®n ha ido en aumento y algunas medidas adoptadas por el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas, como la negativa a derogar la Ley de Emergencia como hab¨ªa prometido tras la ca¨ªda de Mubarak, no son dignas de un pa¨ªs que camina hacia la democracia. Mientras tanto, T¨²nez se prepara para crear una Asamblea Constituyente en unos comicios previstos para el 23 de octubre. Este es un paso clave para el pa¨ªs, que aspira a convertirse en la primera democracia del mundo ¨¢rabe.
Ahora queda por ver hasta qu¨¦ punto se cumplir¨¢n las promesas y si la regi¨®n se convertir¨¢ en una prioridad geoestrat¨¦gica real. Hasta el momento, los Estados europeos no han destinado una cantidad significativa de fondos adicionales para apoyar la primavera ¨¢rabe, el acceso a los mercados europeos y las ventajas comerciales todav¨ªa no se han convertido en realidad y siguen las restricciones en materia de inmigraci¨®n.
Minsk y Kiev incrementan la represi¨®n sobre la prensa independiente y la sociedad civil
Pero las consecuencias de esa desatenci¨®n son a¨²n peores en algunos Estados al este de Europa, que jam¨¢s han sido considerados como una prioridad econ¨®mica o de pol¨ªtica exterior. Esto se ha hecho patente en la reciente cumbre de la Asociaci¨®n Oriental, celebrada en Varsovia entre la Uni¨®n Europea y seis rep¨²blicas exsovi¨¦ticas -Azerbaiy¨¢n, Bielorrusia, Georgia, Moldavia y Ucrania-, donde los grandes l¨ªderes europeos, a excepci¨®n de la canciller alemana Angela Merkel, brillaron por su ausencia.
La cumbre se ha centrado, sobre todo, en Bielorrusia y Ucrania, pa¨ªses que parecen alejarse cada vez m¨¢s de la democracia. Por fin, los dirigentes europeos han abogado por la liberaci¨®n inmediata de todos los presos pol¨ªticos y la apertura de un di¨¢logo con la oposici¨®n en Bielorrusia, y dicen estar profundamente preocupados por la represi¨®n de la sociedad civil y de los medios, el deterioro de los derechos humanos, la persecuci¨®n de activistas, y el retroceso de la democracia y del Estado de derecho en el pa¨ªs. Pero el da?o ya estaba hecho. Bielorrusia ni siquiera se present¨® a las reuniones, en respuesta a la decisi¨®n europea de no invitar al presidente, Alexander Lukashenko, quien tiene prohibido entrar en Europa debido a las pol¨ªticas autoritarias del r¨¦gimen.
Mientras que de momento no hay presi¨®n para que el l¨ªder bielorruso deje el poder, Europa ha ofrecido ayuda financiera -9.000 millones de d¨®lares- a cambio de la liberalizaci¨®n de presos pol¨ªticos y la celebraci¨®n de elecciones justas, seg¨²n est¨¢ndares occidentales. El dinero estar¨ªa disponible en forma de pr¨¦stamos desde dos bancos europeos -el Banco Europeo de Inversiones y el Banco Europeo para la Reconstrucci¨®n y el Desarrollo- y a trav¨¦s del FMI. La oferta de la Uni¨®n llega en buen momento, en medio de una grave crisis econ¨®mica en el pa¨ªs, pero por ahora Lukashenko no ha mostrado el m¨¢s m¨ªnimo inter¨¦s.
En diciembre del a?o pasado los Veintisiete ya hab¨ªan ofrecido ayuda para la reforma -3.000 millones de d¨®lares-, pero el presidente Lukashenko sigui¨® adelante con las represiones pol¨ªticas. Se dice que el ¨²ltimo pr¨¦stamo del FMI para estabilizar la moneda bielorrusa fue a parar a manos de oficiales del r¨¦gimen. Esta vez no puede haber concesiones.
A causa de la crisis, Europa y EE UU?? prefieren? centrar sus esfuerzos en las potencias emergentes
Mientras tanto, Ucrania ha estado negociando un acuerdo de asociaci¨®n con la Uni¨®n Europea que incluye un acuerdo de libre comercio, lo que aumentar¨ªa las inversiones en ese pa¨ªs y afianzar¨ªa las relaciones comerciales. Asimismo, se espera que, dado el tama?o y la posici¨®n estrat¨¦gica de Ucrania -entre Europa y Rusia-, sirva de incentivo para movilizar la reforma en otros pa¨ªses vecinos.
Pero el retroceso democr¨¢tico en Ucrania podr¨ªa frenar las perspectivas de avanzar en ese sentido. Lo m¨¢s flagrante es el juicio contra la l¨ªder de la oposici¨®n y ex primera ministra Yulia Timoshenko, acusada de ilegalidades con relaci¨®n al acuerdo de gas firmado en 2009 con Rusia.
V¨ªktor Yanuk¨®vich asumi¨® la presidencia en marzo de 2010, tras derrotar a Timoshenko en las elecciones presidenciales. Desde el principio de su mandato, Ucrania ha seguido una l¨ªnea muy distinta a la que ten¨ªa bajo su predecesor, V¨ªktor Y¨²shenko. La pol¨ªtica exterior actual es mucho m¨¢s proactiva y, por lo menos al principio, parec¨ªa m¨¢s inclinada hacia Rusia. Pero los intereses de Mosc¨² y Kiev no siempre coinciden, especialmente en lo que a gas se refiere. Adem¨¢s, Yanuk¨®vich ha dejado claro que prefiere concluir el acuerdo de libre comercio con Europa antes que unirse a la Uni¨®n Aduanera entre Rusia, Bielorrusia y Kazajist¨¢n, y el pa¨ªs sigue cooperando militarmente con la OTAN.
Pero en casa presenta una tendencia cada vez menos democr¨¢tica y m¨¢s autoritaria. La presi¨®n sobre los medios de comunicaci¨®n independientes y la sociedad civil es cada vez mayor, el servicio secreto ucranio se parece cada vez m¨¢s al KGB y existen dudas sobre si las elecciones previstas para el a?o que viene servir¨¢n para algo.
En Europa Central, las perspectivas de adhesi¨®n a los Veintisiete han servido de incentivo y han dado impulso a la reforma pol¨ªtica, econ¨®mica y en materia de derechos humanos. Pero en Ucrania y Bielorrusia, la democracia y el Estado de derecho se han deteriorado hasta el punto de que es inviable, ni siquiera, pensar en hablar sobre una futura adhesi¨®n. Con Bielorrusia siempre ha sido impensable. Ahora muchos pa¨ªses, sobre todo Alemania, rechazan incluso cualquier consideraci¨®n favorable sobre la adhesi¨®n de Ucrania. La Uni¨®n Europea parece preferir al pa¨ªs como tap¨®n frente a Rusia, en vez de como socio.
Est¨¢ claro que, dada la grave crisis econ¨®mica, Europa y Estados Unidos prefieren centrar sus esfuerzos en las potencias emergentes u otros pa¨ªses cuyos mercados puedan aportar salidas a la recesi¨®n. Pero no podemos caer en la misma trampa. Si no somos capaces de darnos cuenta de lo que pasa a nuestro alrededor, la primavera ¨¢rabe podr¨ªa f¨¢cilmente llevarnos a un invierno oriental.
Richard Youngs es director general de FRIDE.
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