Los esc¨¢ndalos de corrupci¨®n acosan al Gobierno de Brasil
En s¨®lo nueve meses cinco ministros han dejado a la fuerza el cargo Rousseff preside una coalici¨®n diez partidos que reclaman parcelas de poder
La salida de seis ministros de Dilma Rousseff en apenas diez meses de gobierno ¡ªcinco por corrupci¨®n, el ¨²ltimo, el de Deportes, el comunista Orlando Silva, la noche del mi¨¦rcoles¡ª revela, seg¨²n los analistas, una grave crisis en la pol¨ªtica de este pa¨ªs.
Seg¨²n Luis Felipe Miguel, catedr¨¢tico de la Universidad de Brasilia, la presidenta Rousseff tiene que combinar ¡°una imagen de limpieza con una coalici¨®n de gobierno no tan limpia¡±. Seg¨²n Miguel, se trata de una ¡°disputa por parcelas de poder¡± dentro de los partidos aliados en los que reina el llamado fisiologismo, o reparto de poder en beneficio del propio partido, sin escr¨²pulos ideol¨®gicos, como se acaba de ver con el Partido Comunista al que pertenece el ya exministro de Deportes.
Brasil va bien econ¨®micamente, pero cojea en su forma de gobierno
Brasil va bien econ¨®micamente, pero cojea visiblemente en su forma de gobierno. El gigante latinoamericano, cuya vitalidad y futuro son indiscutibles, est¨¢ necesitando con urgencia de una reforma pol¨ªtica para que no acabe comprometido el dinamismo de su sociedad, de su industria y de su comercio.
¡°En estos diez meses de gobierno Dilma ha quedado clara la existencia de un mosaico de operaciones criminales contra el inter¨¦s del contribuyente¡± escrib¨ªa ayer en su editorial el diario O Globo. Y el diario Folha de S?o Paulo se preguntaba ¡°cu¨¢ndo va a aparecer el pr¨®ximo esc¨¢ndalo¡±.
Lo m¨¢s grave de la actual crisis que pone en peligro la gobernabilidad misma de Dilma y todo el sistema de alianzas creado por su antecesor Lula da Silva, no es quiz¨¢s, el hecho de que cinco ministros ¡ªEl ejecutivo cuenta con 38¡ª hayan tenido que dejar sus cargos arrastrados por acusaciones graves de corrupci¨®n. Lo peor es que, menos en el caso del exministro de la casa Civil, Antonio Palocci, en la mayor¨ªa no se ha tratado s¨®lo de desv¨ªos de conducta de la persona del ministro, sino de una trama de corrupci¨®n creada en los ministerios como forma de financiaci¨®n il¨ªcita del partido al que pertenece el ministro.
La oposici¨®n, por ejemplo, ha criticado ayer duramente el nombramiento de Aldo Rebelo para sustituir al ¨²ltimo ministro dimitido: Orlando Silva, de Deportes. Rebelo es una figura eminente del Partido Comunista de Brasil (PC do B), el partido del ministro dimitido. Seg¨²n la oposici¨®n, puesto que en dicho ministerio todo en manos del PC do B, exist¨ªa una trama corrupci¨®n y dicho ministerio deber¨ªa pasar a otras mano
El dilema de Rousseff una presidenta gestora, sensible a los resultados concretos, no es f¨¢cil. Ella advierte c¨®mo se paralizan los ministerios zarandeados por los esc¨¢ndalos de irregularidades El caso del ministro de Deportes ha sido emblem¨¢tico. La trama de corrupci¨®n ha acabado paralizando las obras del Mundial ¡ªque ya estaban todas ellas atrasadas¡ª mientras el Gobierno est¨¢ enzarzado en una disputa con la Fifa, organismo que no acaba de sintonizar con el ministro dimisionario.
Rousseff, por lo menos hasta que no se se lleve a cabo una reforma pol¨ªtica a fondo, no puede prescindir de la actual alianza de diez partidos que apoyan su gobierno y que fue heredada de su antecesor Lula da Silva.
La mandataria est¨¢ tratando de abrirse algunos espacios, como se?alaban ayer varios comentaristas pol¨ªticos, para restar poder a los partidos y concentrarlo en la Presidencia de la Rep¨²blica. Para ello est¨¢ deshaci¨¦ndose de los ministros m¨¢s comprometidos con la inercia heredada de su antecesor seg¨²n el cual un ministerio se administra en funci¨®n del partido pol¨ªtico de su titular. Rousseff quiere al frente de los ministerios a personas que respondan directamente ante ella y no ante jefe de su formaci¨®n pol¨ªtica.
La opini¨®n general es que en enero, coincidiendo con el primer aniversario de su llegada al poder, Rousseff lleve a cabo una reforma ministerial y pueda contar por fin con un Gobierno verdederamente suyo y no tenga, como hasta ahora, que presidir un Gabinete que en su mayor¨ªa es fruto de una herencia del pasado. ?Bastar¨¢ eso para resolver los graves problemas que presenta la gobernabilidad en Brasil? Quiz¨¢s, no, explican los expertos de la pol¨ªtica, porque el mal es de fondo, es del sistema con el que la presidenta brasile?a no puede acabar de un plumazo.
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