Islam y democracia
El nuevo r¨¦gimen de T¨²nez puede ofrecer un ejemplo de mayores consecuencias que el de Turqu¨ªa
El humorista del diario tunecino nos presenta a dos personajes que conversan. Uno de ellos expresa su miedo ante la llegada al poder de los islamistas, y cuenta al otro que se ha abastecido, por si acaso, de agua y de leche. ¡°Te equivocas¡±, le contesta su interlocutor. ¡°Har¨ªas mejor en almacenar vino y cerveza¡±. Una de las im¨¢genes habituales del islamismo le identifica con la prohibici¨®n de las bebidas alcoh¨®licas, y de hecho, siendo T¨²nez pa¨ªs musulm¨¢n, el Gobierno pon¨ªa las cosas dif¨ªciles a los bebedores de las clases populares, reservando la venta a tenduchos semiescondidos de propiedad estatal y solo en las principales localidades. Para los consumidores de alto nivel adquisitivo y turistas. El segundo indicador de intransigencia corresponder¨ªa a la islamizaci¨®n del vestido femenino.
De momento, las ¨²nicas se?ales emitidas por Rachid Ghannushi, l¨ªder de Ennahda, el Partido del Renacimiento, vencedor en las elecciones, conciernen a lo segundo y en nada anuncian la aplicaci¨®n de la vulgata islamista. El modelo ser¨ªa el AKP turco de Erdogan. Solo puede preocupar su cr¨ªtica al hecho de que en T¨²nez coexistan el franc¨¦s y el ¨¢rabe, que a su juicio debiera ser la lengua propia del pa¨ªs. Por lo dem¨¢s, una vez suprimidas las restricciones del r¨¦gimen de Ben Ali sobre el hiyab, Ghannushi ha anunciado un futuro de coexistencia, al regresar tras un largo exilio: ¡°Las mujeres y los hombres son libres de elegir su estilo de vida; soy contrario tanto a imponer el velo, como a prohibirlo en nombre de la modernidad¡±. Su preocupaci¨®n se vuelve hacia los problemas concretos que afectan a la mujer tunecina: el salario inferior al de los hombres, la ausencia de guarder¨ªas y algo de lo cual los espectadores espa?oles pueden percibir la importancia en el filme egipcio El Cairo 678: el acoso sexual. Como en el curso de la campa?a electoral, la moderaci¨®n ha presidido todas y cada una de las declaraciones del veterano pol¨ªtico, aun cuando tendr¨ªa razones para quejarse por un sistema electoral que castig¨® a Ennahda como partido ganador, impidiendo su clara mayor¨ªa absoluta en la Asamblea Constituyente.
Bajo la bandera del islam, la democracia parece haber llegado a T¨²nez, no sin seguir un recorrido sinuoso, ya que el factor religioso no cont¨® en la insurrecci¨®n contra Ben Ali y los grupos progresistas han tenido p¨¦simos resultados. Incluso entr¨® en escena un factor inesperado, con el millonario residente en Londres que obtuvo casi el 10% de los votos haciendo campa?a solo desde su televisi¨®n. Pero el sustrato isl¨¢mico estaba lo suficientemente arraigado en la sociedad tunecina como para imponerse, m¨¢s a¨²n si su portavoz pol¨ªtico desarrollaba una campa?a abierta a la tolerancia y al pluralismo de cara al futuro.
Es cuestionable llamar ¡°islamista¡± a un Gobierno que no implante la ¡®shar¨ªa¡¯
En el caso de que tales previsiones optimistas se confirmen, se abre una nueva era en las relaciones entre la religi¨®n musulmana y la democracia, que ya hab¨ªa tenido antecedentes te¨®ricos en autores tunecinos como Mohamed Charfi. Recordemos su libro Islam y libertad. Frente a la restauraci¨®n del orden tradicional bajo el cumplimiento estricto de la shar¨ªa que parece inevitable en Libia, el nuevo r¨¦gimen tunecino puede ofrecer un ejemplo de mayores consecuencias que el de Turqu¨ªa, ya que en este caso exist¨ªa el antecedente de Kemal Ataturk, con todo su legado de defensa del laicismo y, adem¨¢s, por encima de las creencias comunes, no se trata de un pa¨ªs ¨¢rabe como T¨²nez. Lo que si conviene es tener en cuenta que si el islamismo turco, de posiciones radicales a mediados de los a?os noventa, parece haberse ajustado al patr¨®n de la democracia, el tunecino puede seguir el mismo camino, guiado aqu¨ª por el conocimiento del grado de evoluci¨®n de la sociedad que tendr¨¢ Ennahda a su cargo.
Como consecuencia, resulta cuestionable llamar ¡°islamista¡± a un Gobierno que renuncie a implantar la shar¨ªa, adopte una Constituci¨®n democr¨¢tica y promueva el pluralismo pol¨ªtico. Es ¨²til llamar a las cosas por su nombre. El islamismo tiene una se?a de identidad clara que es la adopci¨®n de la shar¨ªa, del conjunto de normas basadas en el Cor¨¢n y en las sentencias del profeta, con el objeto de mantener o forjar un orden social regido en su totalidad por el principio de ¡°ordenar el bien y prohibir el mal¡± cuyo contenido marcan los textos sagrados. Fue el programa tradicional de los Hermanos Musulmanes de Egipto, de los cuales procede Ennahda, y lo es hoy de los principales movimientos islamistas en el mundo. No lo es, seg¨²n sus palabras, de Ennahda. Partido isl¨¢mico o simplemente musulm¨¢n ser¨ªa una calificaci¨®n m¨¢s ajustada.
Es la ocasi¨®n tambi¨¦n para distinguir entre islam e islamismo, en el sentido de la tradici¨®n doctrinal, tantas veces olvidada, del islam progresivo. Desde que en 1925 Ali Abderraziq, te¨®logo de la Universidad de Al-Azhar, afirmara la posibilidad (y la necesidad) para los musulmanes de elaborar una doctrina moderna del Estado, al poner en cuesti¨®n el califato como instituci¨®n divina, una corriente minoritaria de pensamiento, pero de argumentaci¨®n s¨®lida, ha sentado los fundamentos de una convergencia entre islam y democracia. En su base est¨¢ la idea de que la ense?anza del profeta no determina forma alguna de Gobierno en particular. La construcci¨®n teol¨®gica contenida en la primera parte del Cor¨¢n, las aleyas de La Meca, es de naturaleza fundamentalmente religiosa, contempla la yihad como esfuerzo hacia Dios y no contiene un mensaje pol¨ªtico vinculante; incluso en la fase medinense del profeta armado, en el llamado ¡°vers¨ªculo de los emires¡±, la autoridad es vista desde el ¨¢ngulo de la obediencia debida a quien la ejerce leg¨ªtimamente. Insistiendo en el mismo punto, el profesor marroqu¨ª Mohamed al-Jabri, en La raz¨®n pol¨ªtica en el islam, recordaba que la doctrina isl¨¢mica no era asociable con ninguna forma pol¨ªtica concreta y que, en todo caso, aqu¨ª en directo enfrentamiento con los islamistas, la referencia a la consulta (shura) del profeta con sus compa?eros ser¨ªa un antecedente de las formas democr¨¢ticas de organizaci¨®n del poder. Aun desde juicios hist¨®ricos discutibles, m¨¢s all¨¢ va a¨²n F¨¢tima Mernissi, al asociar la democracia y el concepto isl¨¢mico de raz¨®n con las mujeres creyentes, asumiendo el papel de vanguardia de esa lucha para poner fin a un orden social fundado sobre ¡°la ocultaci¨®n de lo femenino¡±.
Como ocurriera con la formaci¨®n del cristianismo democr¨¢tico en el siglo XIX, al buscar refugio en los Evangelios frente a la Iglesia oficial, el islam democr¨¢tico se remonta a ¡°la inspiraci¨®n de los or¨ªgenes¡±, perdida luego con las elaboraciones de los ¡°piadosos antepasados¡±, referencia esencial del islamismo, con el prop¨®sito de combatir la idea de que la doctrina isl¨¢mica es una ortodoxia irreformable. Citemos Islam y modernidad, del tambi¨¦n tunecino Abdelmajid Charfi. El dato de la cr¨ªtica de Ghannushi al salafismo y al radical Sayyid Qutb, fundador del yihadismo moderno, mostrar¨ªa su alineamiento con dicho enfoque.
En fin, la lectura democr¨¢tica del islam no solo responde en los ¨²ltimos tiempos a una evoluci¨®n en el terreno de las ideas, sino tambi¨¦n a la constataci¨®n del car¨¢cter opresivo del islamismo realmente existente. Es as¨ª como el pensamiento musulm¨¢n progresista surgi¨® con fuerza en Ir¨¢n al percibir destacados participantes en la ¡°revoluci¨®n de los ayatol¨¢s¡± el precio de la ausencia de democracia. Frente al islam de la identidad, Abdelkarim Soroush propugnar¨¢ un islam de la raz¨®n, cuya acci¨®n cr¨ªtica debe permitir la distinci¨®n entre los aspectos nucleares y los accesorios de la religi¨®n. Lo esencial es sembrar ¡°la cultura de la democracia¡±, explic¨® el ayatol¨¢ Montazeri, sucesor designado de Jomeini que este apart¨® a ¨²ltima hora. La fallida revoluci¨®n verde resulta de estos antecedentes. Esperemos que la experiencia de la vida en democracia y una prolongada oposici¨®n a la dictadura desde el exilio hayan movido las posiciones pol¨ªticas de Ennahda en la misma direcci¨®n.
Antonio Elorza es catedr¨¢tico de Ciencia Pol¨ªtica.
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