Adi¨®s Berlusconi
La tragedia del pueblo italiano es que a Berlusconi no lo echan sus s¨²bditos asqueados por el mal gobierno. Lo echan las risas que todos pudieron observar entre Merkel y Sarkozy en el G-10
Hace a?o y medio escrib¨ª, precisamente en EL PA?S, que Berlusconi y el berlusconismo estaban fracasados y acabados.
Fue con ocasi¨®n de la expulsi¨®n de Gianfranco Fini ¡ªpresidente de la C¨¢mara y l¨ªder de la Alianza Nacional¡ª del reci¨¦n nacido Partido de la Libertad. Un partido nacido en una tarde, ante la galer¨ªa Vittorio Emanuele de Mil¨¢n, sobre el estribo de un coche, con un Berlusconi que, como un caudillo cualquiera, arengaba a las masas: "?Quer¨¦is el Partido de la Libertad?".
Y los otros, el pueblo, contestaban a grito pelado: "?S¨ªiiii!".
Pues bien, ahora que el show de Truman ha llegado a su fin, puedo decir que, si bien entonces no se sab¨ªa a¨²n cu¨¢ndo y c¨®mo iba a terminar, ahora a?ado que termina con la tragedia de un hombre rid¨ªculo (rid¨ªculo, ya, hasta para sus colegas empresarios de Confindustria) transformada en la tragedia de todo un pueblo, el italiano.
Un pueblo que crey¨® al embaucador, al vendedor de lociones crecepelos y de dentaduras incre¨ªblemente baratas (gracias a las televisiones controladas directa o indirectamente por ¨¦l: ?podr¨ªa decirse que su ca¨ªda equivale a la ca¨ªda paralela de Murdoch?).
Que crey¨® en el mill¨®n de nuevos puestos de trabajo, en la bajada de impuestos, en una justicia m¨¢s "al servicio" de todos, en una sociedad m¨¢s "liberal".
Y se encuentra con una ley electoral en la que todo lo decide el l¨ªder del partido: a qui¨¦n se elige y a qui¨¦n no.
Un Parlamento abarrotado de prostitutas, lacayos, corruptos y vendidos (he dicho abarrotado, pero no todos son as¨ª).
Un Gobierno lleno de tr¨¢nsfugas que se vendieron por el plato de lentejas de un puesto de subsecretario.
Un r¨¦cord de subida de impuestos.
Un r¨¦cord de deuda p¨²blica.
La tragedia del pueblo italiano es que a Berlusconi no lo echan sus s¨²bditos asqueados por el mal gobierno ni por el desgobierno.
Lo echan las risas que todo el mundo pudo observar entre Merkel y Sarkozy en el ¨²ltimo G-10. Eso es lo que ha acabado con Berlusconi.
Se va un se?or al que no le ha interesado en absoluto su pa¨ªs, solo su fortuna.
Al que los italianos incluso habr¨ªan perdonado sus man¨ªas sexuales si hubiera mantenido, por lo menos, alguna de sus muchas promesas.
Y que no deja atr¨¢s m¨¢s que escombros, como testimonio del dificil¨ªsimo momento que atraviesa la pol¨ªtica italiana.
El Partido de la Libertad se hunde en medio de disputas.
El Partido Democr¨¢tico se ha deshecho y ha perdido uno de sus componentes, el cat¨®lico, que ha confluido casi por completo en el nuevo centro (que no ha nacido en un estribo, sino dedos congresos de disoluci¨®n de dos partidos hist¨®ricos, los herederos de la democracia cristiana y el Partido Comunista).
Si Italia se salva (y se salvar¨¢), todo se lo deber¨¢ a un hombre, antiguo comunista, que tiene m¨¢s de 80 a?os: Giorgio Napolitano, presidente de la Rep¨²blica.
Un hombre que ha rescatado la Constituci¨®n de las heridas grav¨ªsimas e irreparables que pretend¨ªa infligirle Berlusconi a base de otra Constituci¨®n virtual, televisiva, que quer¨ªa que prevaleciera sobre la Constituci¨®n legal y escrita.
Un hombre que se ha apoyado en Europa, odiada y ridiculizada por Berlusconi, y que ha contado con otro de esos tecn¨®cratas que de vez en cuando, por arte de magia, salen del crisol italiano: ayer Carlo Azeglio Ciampi, hoy Mario Draghi.
Y que con un golpe de genio, mientras los mercados bajaban (si Berlusconi se resist¨ªa) o sub¨ªan (si dec¨ªa que estaba dispuesto a rendirse), ha pensado en nombrar a otro tecn¨®crata como Mario Monti senador vitalicio, con lo que le convierte en candidato preferente a dirigir el inminente Gobierno de salvaci¨®n del pa¨ªs.
Pero Berlusconi, como aut¨¦ntico delincuente pol¨ªtico, puede hacer todav¨ªa mucho da?o. No hay nada m¨¢s peligroso que un partido de poder construido como el PDL cuando llega al instante de la descomposici¨®n.
El apoyo al Gobierno de Monti debe nacer de los escombros, de unas fuerzas a¨²n demasiado pr¨®ximas a los intereses de partido y muy alejadas del inter¨¦s colectivo.
Que quede bien claro: es cierto que Italia es "demasiado grande para quebrar".
Pero para no quebrar, nos han pedido cada vez m¨¢s sangre (las l¨¢grimas se han terminado).
Y la hoja de ruta exigida por la carta del BCE es dif¨ªcil de digerir para todos, tanto el centro izquierda como el centro derecha.
La Liga ya ha dicho que no.
El PDL est¨¢ haci¨¦ndose a?icos entre quienes desean elecciones inmediatas y quienes comprenden que eso ser¨ªa fatal para el pa¨ªs.
El PD tiene dolores de barriga.
Es posible que de las fuerzas que se al¨ªen para apoyar a Mario Monti pueda nacer un partido nuevo: reformista, liberal e incluso laico. Una cosa que en Italia todav¨ªa no existe.
Si es as¨ª, tal vez vea la luz verdaderamente la Segunda Rep¨²blica, la que nunca ha llegado a nacer, y mucho menos con la antipol¨ªtica.
Entonces diremos realmente adi¨®s a Berlusconi y al berlusconismo.
Si no, adi¨®s a Italia.
Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia.
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