La batalla del d¨¦ficit marca el declive del liderazgo de Estados Unidos
La ruptura de la negociaci¨®n evidencia la incapacidad de la clase pol¨ªtica
Los doce congresistas que en la noche del lunes comunicaron su fracaso en llegar a un acuerdo para la reducci¨®n pactada del d¨¦ficit nacional firmaron tambi¨¦n un nuevo cap¨ªtulo del acta de defunci¨®n del liderazgo de Estados Unidos. Su impotencia no es m¨¢s que la confesi¨®n de la propia impotencia de este pa¨ªs de actuar como faro universal en el momento en que m¨¢s se le necesita.
Pocas veces a lo largo de la historia el mundo ha requerido con tanta urgencia de un l¨ªder robusto y confiable que le saque de este tiempo de zozobra e incertidumbre. La ausencia de una consistente direcci¨®n pol¨ªtica en Europa y la proliferaci¨®n de liderazgos regionales que aportan tantos elementos de innovaci¨®n como de inquietud y dispersi¨®n, son argumentos sobre la necesidad de un punto de referencia en Occidente en torno al que construir esta nueva ¨¦poca. Su vitalidad tecnol¨®gica y su fuerza militar hacen pensar que EE UU es el llamado a serlo. Pero su clase pol¨ªtica, sumida en la misma mediocridad que domina en otros pa¨ªses, se confiesa incapaz de responder a ese desaf¨ªo.
La ¨²ltima prueba es la ruptura de la negociaci¨®n sobre el d¨¦ficit. La trascendencia de ese fracaso no tiene tanto que ver con sus consecuencias econ¨®micas y pol¨ªticas, a¨²n siendo ¨¦stas muy importantes, sino con el mensaje que se proyecta de que, como en cualquier otra naci¨®n de m¨¢s modestas miras, los intereses pol¨ªticos inmediatos, la lucha ideol¨®gica y el miedo a las reformas profundas prevalecen aqu¨ª sobre la visi¨®n ambiciosa y cosmopolita que le corresponde a un l¨ªder. Dem¨®cratas y republicanos est¨¢n pensando en c¨®mo salvar la cabeza en 2012, no en la crisis europea ni en la competencia con China.
El supercomit¨¦ parlamentario se hab¨ªa constituido este verano con un gran prop¨®sito: reducir de forma significativa el d¨¦ficit y la deuda norteamericana para despejar as¨ª la principal amenaza que se cierne sobre el futuro de esta econom¨ªa. De haberlo conseguido, se habr¨ªa transmitido al mundo entero una gran sensaci¨®n de alivio. La solidez de la econom¨ªa norteamericana est¨¢ garantizada y con ello, en alg¨²n momento, tambi¨¦n lo estar¨¢ la nuestra, podr¨ªan haber pensado millones de ciudadanos europeos, adem¨¢s de inversores y empresarios.
Pero conseguir eso exig¨ªa grandes sacrificios. Era necesario reordenar todo el sistema. Hab¨ªa que reformar la Seguridad Social, el Medicare y el Medicaid, los principales programas sociales del pa¨ªs y los principales causantes del d¨¦ficit. Y era necesario tambi¨¦n elevar los impuestos hasta un nivel acorde con las necesidades reales, no con las fantas¨ªas neoliberales heredadas de George Bush. Son sacrificios que solo est¨¢n a la altura de pol¨ªticos que sean capaces de arriesgar su carrera para situar a su naci¨®n en la senda precisa para asegurar su supervivencia. EE UU carece hoy de esos pol¨ªticos y el resultado es el fracaso que se formaliz¨® el lunes. Algunas consecuencias son inmediatas. Los Bolsa ha llegado ya al nivel de p¨¦rdidas en el a?o. EE UU puede ver rebajada de nuevo la calificaci¨®n de su deuda. A partir de 2013 habr¨¢ que recortar 600.000 millones de d¨®lares de forma indiscriminada de todas las agencias del Gobierno. En esa misma fecha, habr¨¢ que descontar una cantidad similar del presupuesto del Pent¨¢gono, lo que obligar¨¢ a eliminar programas de armamento, cerrar bases y retirar fuerzas militares que, en ¨²ltima instancia, equivale a reducir el poder militar norteamericano.
Pero lo m¨¢s grave del fracaso del supercomit¨¦ no es eso. Lo m¨¢s grave es que la soluci¨®n de los problemas de fondo de la econom¨ªa norteamericana ¡ªsu d¨¦ficit y su dependencia financiera de China¡ª se posterga y EE UU deja paulatinamente de ser, como fue durante todo el siglo pasado, el aliado fiable que nos saca de los apuros.
Este fracaso es la confirmaci¨®n de otros fracasos tambi¨¦n, entre ellos el de la misi¨®n reformadora de Barack Obama. Ya todo se aplaza hasta las pr¨®ximas elecciones. Ya todos tienen la mente en noviembre de 2012. Una encuesta de Quinnipiac afirma que un 44% de los estadounidenses culpa a los republicanos de lo ocurrido, frente a un 38% que responsabiliza a los dem¨®cratas. Parece una justa interpretaci¨®n del obstruccionismo practicado por la oposici¨®n durante meses. Pero es un triste consuelo para los dem¨®cratas, que tampoco han tenido el valor para liderar con la voluntad transformadora que los tiempos exigen.
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