Clegg planta a Cameron en su defensa del veto al euro ante los Comunes
Los laboristas reprochan al primer ministro que su torpeza negociadora ha acabado con 38 a?os de pol¨ªtica exterior
La fragilidad de la coalici¨®n que gobierna Reino Unido qued¨® hoy en evidencia por la sonora ausencia del l¨ªder liberal-dem¨®crata y n¨²mero dos del Gobierno, Nick Clegg, del debate parlamentario en el que el primer ministro David Cameron explic¨® sus razones para vetar la semana pasada en Bruselas los acuerdos sobre el euro. El debate (v¨ªdeo de la sesi¨®n) no ofreci¨® grandes novedades: Cameron justific¨® el veto por su obligaci¨®n de defender el inter¨¦s nacional, sin ser capaz de explicar qu¨¦ aspectos concretos de las propuestas vetadas amenazaban esos intereses. Y los laboristas le reprocharon que su torpeza negociadora ha acabado con 38 a?os de pol¨ªtica exterior.
Pero el debate en Londres ha cambiado ya de la esfera europea a la meramente nacional: lo que importa ahora es el r¨¦dito que Cameron le est¨¢ sacando a su veto y al mismo tiempo la inestabilidad que est¨¢ llevando a la coalici¨®n.
La tormenta interna de la coalici¨®n se escenific¨® hoy con el plant¨®n de Clegg a Cameron. Ya el domingo, el l¨ªder liberal-dem¨®crata hab¨ªa criticado el resultado de la cumbre. Y, aunque vino a culpar a franceses y alemanes de haber empujado a Cameron hacia el veto, pareci¨® insinuar que se sent¨ªa enga?ado por las t¨¢cticas negociadoras del primer ministro y que, aunque antes de la cumbre asum¨ªa que Londres se pod¨ªa quedar fuera del acuerdo, en ning¨²n momento se esperaba un veto.
Clegg explic¨® en unas declaraciones a la BBC que hab¨ªa decidido ausentarse del debate para no convertirse ¡°en una distracci¨®n¡±, con los medios pendientes de su lenguaje corporal durante la comparecencia de Cameron. Y asegur¨® que ¡°la coalici¨®n est¨¢ ah¨ª para seguir estando¡± y que su objetivo no era defender a la UE sino dejar claro que, a su juicio, quedarse aislados en Europa puede poner en peligro millones de empleos en Gran Breta?a.
Sus palabras conciliadoras no sirvieron, sin embargo, para aplacar la sensaci¨®n de que sus relaciones personales con Cameron han alcanzado m¨ªnimos hist¨®ricos. Y es bien sabido que la coalici¨®n, que une en el mismo Gobierno a dos partidos muy diferentes, especialmente opuestos en su visi¨®n del lugar de Gran Breta?a en el mundo y sus relaciones con Europa, debe gran parte de su estabilidad a la buena sinton¨ªa que al menos al principio ten¨ªan Cameron y Clegg.
Pero en un pa¨ªs en el que la pol¨ªtica se nutre a menudo de gestos teatrales, es dif¨ªcil saber hasta d¨®nde las declaraciones del domingo y su espantada de hoy representan un genuino enfado de Clegg y un enfriamiento de sus relaciones con Cameron o un desahogo m¨¢s o menos pactado para que el l¨ªder liberal-dem¨®crata no sea devorado por sus propias bases y la coalici¨®n se vaya as¨ª a tomar viento.
Si no fuera por la ausencia de Clegg, el debate de hoy habr¨ªa parecido m¨¢s bien un paso de Cameron hacia la reconciliaci¨®n. Por supuesto, sac¨® toda la tajada pol¨ªtica que pudo de una decisi¨®n que puede haber descompuesto gravemente sus relaciones con el continente pero que a corto plazo le va a dar enormes r¨¦ditos en la pol¨ªtica nacional. Pero reiter¨® su creencia en la pertenencia a la Uni¨®n Europea y su intervenci¨®n huy¨® de la agresividad antieuropea para centrarse en su papel de defensor del inter¨¦s nacional brit¨¢nico.
Una t¨¢ctica que le bast¨® para meterse en el bolsillo al sector m¨¢s euroesc¨¦ptico de su partido, entusiasmados al tener ¡°por fin¡± un primer ministro capaz de pararle los pies a franceses y alemanes y ejercer un veto que ellos ven como un primer paso para abandonar Europa, aunque no parece que sea esa la visi¨®n de Cameron. Lo que ve el primer ministro es que el 60% de los brit¨¢nicos apoyan su decisi¨®n de vetar.
Seguramente porque apoyar¨ªan siempre un veto brit¨¢nico a lo que sea, aunque no sepan muy bien a qu¨¦ ni por qu¨¦. Y en este caso se sabe qu¨¦ ha vetado Cameron, pero sigue sin estar muy claro el porqu¨¦. Hoy no par¨® de citar el inter¨¦s nacional. Pero cuando el l¨ªder de la oposici¨®n, Ed Miliband, le pidi¨® que especificara qu¨¦ disposiciones concretas del acuerdo perjudicaban a la industria financiera brit¨¢nica, a Cameron le falt¨® un pelo para llamarle tonto e insisti¨® de forma gen¨¦rica en el peligro de que los acuerdos ¡ªque de todas formas van a poner en marcha los dem¨¢s 26 Estados miembros¡ª se apliquen formando parte del Tratado.
Cameron reiter¨® que no ejerci¨® el veto para privilegiar a la City, sino que se trataba de ¡°salvaguardias muy modestas, razonables y relevantes para el mercado interior y los servicios financieros¡±. Pero, si realmente eran tan modestas, ?val¨ªa le pena ejercer el veto por primera vez en 38 a?os y poner as¨ª en peligro la que se supone que ha de ser la soluci¨®n a los problemas del euro? A fin de cuentas, es el propio Cameron el que lleva semanas defendiendo la necesidad de poner remedio a la crisis del euro por los efectos colaterales que est¨¢ teniendo en la econom¨ªa brit¨¢nica.
Una diputada laborista tuvo el coraje de echarle en cara que, una de dos, o era un p¨¦simo negociador, o cuando viaj¨® a Bruselas ya sab¨ªa que iba a ejercer el veto.
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