China se democratizar¨¢
Las 180.000 protestas que se contabilizaron el a?o pasado en China ofrecen otro dato: cierto que no son protestas en contra del sistema y a favor de la democracia pero s¨ª que tienen un car¨¢cter pol¨ªtico
Es tiempo de dejar atr¨¢s un a?o lleno de malas noticias y buscar algo con lo que ilusionarse, aunque sea vanamente. R¨ªanse si quieren de la ingenuidad de la siguiente afirmaci¨®n, pero he decidido apostar a que 2012 (el a?o del drag¨®n) ser¨¢ el a?o que traiga la democracia en China. No es que disponga de ninguna informaci¨®n que los dem¨¢s desconozcan, ni que sea un experto sin¨®logo. Al contrario: esta predicci¨®n est¨¢ basada m¨¢s en sospechas e intuiciones que en datos. Para colmo, confieso que saber poco de China no me parece un problema insuperable. Al fin y al cabo, los cientos de soviet¨®logos al servicio de la CIA fueron incapaces de predecir el colapso de la Uni¨®n Sovi¨¦tica y, de igual manera, los derrocamientos de Ben Ali, Mubarak y Gadafi estaban completamente fuera del radar de los expertos en el mundo ¨¢rabe. ?Por qu¨¦ iba a ser diferente en este caso?
Para poder predecir la democratizaci¨®n de China, se necesitan varias cosas (adem¨¢s de algo de osad¨ªa). Primero se necesita un marco anal¨ªtico en el que pueda encajar esa predicci¨®n. Sin duda, la teor¨ªa de los ¡°cisnes negros¡± popularizada por Nicholas Taleb nos permite dar un primer paso: como comprobara EE UU el fat¨ªdico 11-S, demasiado a menudo confundimos lo altamente improbable con lo imposible. En otras palabras: no descontemos el poder de las cosas que desconocemos.
Lo segundo que se necesita es ¡°conectar los puntos¡±. Es lo que tambi¨¦n fall¨® en EE UU el 11-S cuando nadie fue capaz de unir los puntos que conectaban informaciones fragmentarias. Retrospectivamente, se vio que toda la informaci¨®n estaba encima de la mesa, pero que nadie fue capaz de interpretarla correctamente. Esto significa que nuestros d¨¦ficits no suelen ser de informaci¨®n, sino cognitivos, y que tenemos suficientes datos, incluso demasiados, pero pocas o inadecuadas herramientas para interpretarlos.
En el caso de China, el n¨²mero de puntos es tan numeroso que merece la pena comenzar a pensar en c¨®mo se podr¨ªan conectar. Hay un punto evidente llamado Ai Weiwei. Cuando un artista cr¨ªtico de renombre internacional es detenido, incomunicado y humillado durante 49 d¨ªas sin que se conozcan los cargos, sin derecho a un abogado y es finalmente acusado de un burdo delito fiscal, sabemos que el sistema tiene un problema. No uno, sino bastantes, como atestigua Liu Xiaobo, el premio Nobel de la Paz encarcelado por pedir la democracia en un manifiesto (la Carta 08).
Tendemos, sobre todo los historiadores y cient¨ªficos sociales, a subestimar el papel de los individuos, porque nos gusta creer en los procesos hist¨®ricos y las estructuras. Sin embargo, V¨¢clav Havel o Mohamed Buazizi, por mencionar dos ejemplos muy recientes, deber¨ªan ponernos sobre aviso acerca de lo que unos pocos individuos pueden desencadenar cuando pierden el miedo. Los billetes que han aterrizado en el patio de la casa de Ai Weiwei para ayudarle a pagar su multa son otro de esos puntos, como lo es que un r¨¦gimen aparentemente tan poderoso se ponga tan nervioso que llegue a suprimir de Google la palabra ¡°jazm¨ªn¡±.
Los habitantes de la ciudad de Wukan, que se han levantado tras morir bajo custodia policial en extra?as circunstancias el l¨ªder de sus protestas contra las expropiaciones ilegales, son otro punto a conectar. Como lo son las miles de personas que viajan a Pek¨ªn acogi¨¦ndose a una tradici¨®n peticionaria para pedir justicia y son apaleadas y deportadas. Merece la pena recordar tambi¨¦n a los padres y madres de los 5.000 ni?os fallecidos por culpa de los defectos de construcci¨®n de las escuelas arrasadas por el terremoto de Sichuan: cuando se han organizado para protestar por algo tan evidente, en lugar de disculpas y compensaciones, han sido coaccionados y amenazados y sus abogados detenidos. Las 180.000 protestas que se contabilizaron el a?o pasado en China ofrecen otro dato: cierto que no son protestas en contra del sistema y a favor de la democracia pero s¨ª que tienen un car¨¢cter pol¨ªtico.
Muy probablemente, la mayor¨ªa de las personas que protestan en estos actos tienen demandas muy concretas, careciendo de aspiraciones democr¨¢ticas en el sentido m¨¢s formal del t¨¦rmino. Pero qu¨¦ duda cabe de que la respuesta de las autoridades a sus demandas les convertir¨¢ en dem¨®cratas toda vez que les convencer¨¢ de que el problema no est¨¢ en los individuos que detentan el poder, sino en la ra¨ªz de un sistema basado en la impunidad que en lugar de servir a sus ciudadanos los humilla, y en lugar de servirlos, se sirve de ellos. Y como 2011 nos ha ense?ado a lo que puede llevar la humillaci¨®n, he hecho un pacto con mis amigos sin¨®logos: si acierto no reclamar¨¦ ning¨²n m¨¦rito, y si me equivoco ser¨¢n ben¨¦volos y no me lo tendr¨¢n en cuenta. Al fin y al cabo, es Navidad, tiempo de burbujas (democr¨¢ticas).
S¨ªgueme en Twitter @jitorreblanca y en el blog Caf¨¦ Steiner en elpais.com
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