La reinvenci¨®n del mundo
Las cifras de 2011 ser¨¢n famosas. Los a?os son como los seres humanos: hay muchos anodinos y grises y solo unos pocos consiguen permanecer en las memorias al menos para una larga ¨¦poca. Este que ahora termina ha hecho todos los m¨¦ritos para merecer el recuerdo, con tanto o incluso mayor m¨¦rito que el que le precedi¨® en envergadura, que fue 1989, el a?o de la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn y punto final al mundo bipolar y a la guerra fr¨ªa.
Las im¨¢genes emblem¨¢ticas de este a?o son las de los tiranos ca¨ªdos, entre las que destacan la de Mubarak enjaulado y Gadafi detenido, linchado y sumariamente ejecutado. Los ¨¢lbumes de fotos de los derrocados no pueden ser m¨¢s sorprendentes, porque tuvieron las mejores compa?¨ªas y amistades del universo y en un parpadeo se han visto arrastrados al exilio, la c¨¢rcel o la muerte.
Nada simboliza m¨¢s pl¨¢sticamente el tumbo que ha hecho este a?o: celebrados como parte de un paisaje inmutable todav¨ªa hace doce meses y ahora ya no est¨¢n. Pero ninguna de estas im¨¢genes de desposesi¨®n y deshonra consigue captar por s¨ª sola el tama?o del cambio que alcanza a todo el planeta.
Algo m¨¢s se aproximan las escenas del fin del mundo que nos proporcion¨® el tsunami de Jap¨®n, en el que centenares de c¨¢maras nos ofrecieron un despliegue ic¨®nico nunca visto de humanos, casas, enseres y coches arrastrados y tragados como hormigas por las olas gigantes. El s¨ªmbolo mayor y m¨¢s abstracto de esa cris¨¢lida naciente es que Standard & Poors, una de las denostadas agencias de rating, haya quitado la m¨¢xima clasificaci¨®n triple A a la deuda de Estados Unidos.
Y m¨¢s. Estados Unidos ha ido dando una y otra vez con los l¨ªmites de su fuerza, aun con la presidencia menos arrogante de su reciente historia: interiormente, en un bloqueo institucional que impide recortar su d¨¦ficit astron¨®mico e impulsar la creaci¨®n de puestos de trabajo; exteriormente, en una obligada autolimitaci¨®n de su poder, que abre huecos estrat¨¦gicos y conduce en Libia a la primera guerra librada por la OTAN pero sin su liderazgo. Dirigir desde atr¨¢s: as¨ª ha quedado rotulada esta nueva conformaci¨®n a una potencia m¨¢s acotada. M¨¢s acotada no quiere decir impotente.
Osama Bin Laden, el jefe terrorista que lanz¨® su desaf¨ªo hace diez a?os, cay¨® abatido por los soldados enemigos desembarcados en su escondite paquistan¨ª, en una acci¨®n que refleja la derrota del yihadismo, descabezado de sus jefes y desbordado por la acci¨®n pac¨ªfica del islamismo pol¨ªtico triunfante en las urnas: Washington se impone l¨ªmites, pero sigue teniendo dientes y vaya s¨ª sigue ense?¨¢ndolos cuando conviene.
Por una extra?a inversi¨®n entre norte y sur, en el mismo momento en que mengua el terrorismo de la media luna que hab¨ªa atemorizado a las poblaciones europeas y americanas durante una entera d¨¦cada, resurge un terrorismo blanco y europeo, fruto de la siembra populista y xen¨®foba: j¨®venes socialdem¨®cratas fueron las v¨ªctimas de la matanza de Utoya en Noruega, y trabajadores inmigrantes, turcos sobre todo, los asesinados por una red de criminales neonazis alemanes; objetivos ambos privilegiados del odio y la denigraci¨®n verbal por parte de la extrema derecha convencional europea.
La idea de cambio queda corta para expresar lo sucedido este a?o en que todo cambia. Y en que todo sucede a la velocidad de la luz, como si un acelerador hasta ahora desconocido estuviera impulsando cada una de las acciones que pretenden modificar la realidad. En doce meses se han acumulado tantos acontecimientos como en doce a?os.
Conoc¨ªamos estos acelerones de la historia, pero no pod¨ªamos sospechar hasta ahora que la aceleraci¨®n pudiera tener explicaciones tecnol¨®gicas. Es lo que sostienen muchos expertos, apoyados en el papel que han jugado los tel¨¦fonos m¨®viles y las tecnolog¨ªas digitales en estos terremotos pol¨ªticos. Las redes sociales, Twitter y Facebook sobre todo, han estallado en 2011 en n¨²mero de usuarios y en relevancia en todos los ¨¢mbitos, pero han destacado como instrumentos de organizaci¨®n y comunicaci¨®n v¨ªrica en los movimientos de los indignados o en las revueltas ¨¢rabes.
Tambi¨¦n ha sido el a?o de la transparencia, algo que puede tener relaci¨®n con la celeridad de los acontecimientos. Aunque la publicaci¨®n de los papeles del departamento de Estado por Wikileaks y sus cinco socios period¨ªsticos, EL PAIS entre ellos, se inici¨® el a?o anterior, el 29 de noviembre, sus efectos y secuelas, incluidos los que ha tenido sobre la Primavera ?rabe, pertenecen a 2011.Como sucede con los Papeles de Palestina, la filtraci¨®n protagonizada por la cadena de televisi¨®n qatar¨ª Al Yazira que dinamit¨® lo poco que quedaba del proceso de paz entre israel¨ªes y palestinos.
Un mayor acceso a las informaciones y un incremento de la conectividad, debidos ambos a la tecnolog¨ªa, no pueden pasar sin consecuencias. El mundo de 2011 es especialmente reacio a la intermediaci¨®n en cualquier actividad, pol¨ªtica, econ¨®mica o cultural. Los efectos el¨¦ctricos sobre las opiniones p¨²blicas y principalmente las nuevas generaciones, los nativos digitales ante todo, son fulminantes.
Nunca ha sido neutra la tecnolog¨ªa. Puede servir para hacer revoluciones y para sofocarlas, para mejorar la democracia o para liquidarla. Una guerra silenciosa y subrepticia, que puede suceder y vencerse sin que nadie lo perciba, se ha ido situando este a?o en el centro de la actividad militar. Los aviones teledirigidos y sin tripulaci¨®n, los famosos drones o z¨¢nganos, se han convertido en los protagonistas en Afganist¨¢n, Yemen, Somalia, Gaza o Ir¨¢n. Sirven para vigilar las instalaciones nucleares iran¨ªes o para liquidar a un dirigente de Al Qaeda en los desiertos de la Pen¨ªnsula Ar¨¢biga.
Estados Unidos, mientras completa su retirada de tropas de Irak y prepara la salida de Afganist¨¢n, incrementa su actividad sigilosa en la regi¨®n, incluida una guerra secreta contra Ir¨¢n para obstaculizar su ascenso armament¨ªstico y sus ambiciones at¨®micas. El despliegue tecnol¨®gico y el repliegue geoestrat¨¦gico son la cara y la cruz de la superpotencia americana, desgastada por el decenio de guerra global contra el terror y carcomida por el peso de la deuda y del d¨¦ficit p¨²blicos, en buena medido fabricados por la fracasada ambici¨®n neocon de cambiar el mundo por la fuerza de los ej¨¦rcitos.
Este es el a?o en que se ha concretado la debilidad de Estados Unidos en Oriente Medio despu¨¦s de la pasada d¨¦cada de intensa presencia militar. Su geometr¨ªa de alianzas ha quedado debilitada, ya sea por desaparici¨®n del socio, como en Egipto, ya sea por enfriamiento de la amistad, como Arabia Saud¨ª. Por no hablar de la quiebra con apariencia definitiva de sus dif¨ªciles relaciones con Pakist¨¢n, el ¨²nico pa¨ªs musulm¨¢n que cuenta ya con el arma at¨®mica.
Los jeques saud¨ªes del petr¨®leo no pueden estar m¨¢s insatisfechos con el viejo amigo y aliado americano, al que reprochan todos los males que se les vienen encima: por un lado, las ambiciones de hegemon¨ªa del chiismo persa, que cuenta con capacidad de influencia en toda la regi¨®n del Golfo; por el otro, las revueltas ¨¢rabes, que ponen en peligro sus coronas y emiratos.
No les falta raz¨®n: con la guerra de Irak que Washington organiz¨® se abri¨® el mapa de Oriente Pr¨®ximo a la irradiaci¨®n chiita; y con la oleada revolucionaria, que Washington no impidi¨®, las poblaciones de todo el Golfo reciben el mensaje inequ¨ªvoco de que las tiran¨ªas caen y Estados Unidos no est¨¢ siempre detr¨¢s dando su apoyo a los reg¨ªmenes en plaza. As¨ª, despu¨¦s del reproche por su altiva hegemon¨ªa, llegan ahora los reproches por su humilde deferencia.
Todos los ¨¢rabes, no tan solo los saud¨ªes, reprochan a Barack Obama que no haya sido capaz de traducir en hechos las buenas palabras de sus discursos a los iran¨ªes, los turcos y los ¨¢rabes, con las que tendi¨® la mano para el di¨¢logo y ofreci¨® la paz y los dos Estados conviviendo en el respeto mutuo y en fronteras seguras para israel¨ªes y palestinos.
Nada queda del proceso de paz, salvo el resentimiento de las partes. Israel se halla enclaustrada en un aislamiento menos espl¨¦ndido de lo que fingen sus dirigentes. Y la Autoridad Palestina se encuentra en un callej¨®n sin salida despu¨¦s de su infructuosa petici¨®n de reconocimiento internacional en Naciones Unidas.
Benjamin Netanyahu, hab¨ªlisimo jugador de dos tableros, el Congreso estadounidense de un lado y la Knesset del otro, ha desconcertado a todos los adversarios con su canje hist¨®rico negociado con Hamas, la maldita organizaci¨®n terrorista que reina en Gaza: un hombre solo, el soldado Gilad Shalit, por mil prisioneros palestinos.
Clausurado el proceso de Oslo, las posiciones cambian a ambos lados de la disputa. Unos ahora creen solo en el fort¨ªn cercado y en la guerra permanente. Otros en la creaci¨®n de un solo Estado laico y sin identidad ¨¦tnica alguna, pero democr¨¢tico y para todos. Cada vez menos son los que todav¨ªa tienen fe en la f¨®rmula de los dos Estados. El cambio de ¨¦poca es tangible en este proceso enquistado y todo se traduce en incertidumbre sobre el ma?ana en la tierra m¨¢s disputada del mundo entre el Jord¨¢n y el Mediterr¨¢neo.
Es un momento de redefinici¨®n. Muchos conceptos ¨²tiles hasta 2011 no sirven a partir de ahora. De ah¨ª que sea un a?o lleno de quiebros, s¨²bitos cambios de pol¨ªticas, sorpresas geoestrat¨¦gicas, inversiones de alianzas, bruscas mutaciones en los mapas. En los colores, sobre todo: Europa te?ida toda entera de azul conservador; el mundo ¨¢rabe virando del gris policial al verde isl¨¢mico.
Tambi¨¦n cambios en los mapas: en mitad del a?o y de ?frica, de la costilla de Sud¨¢n, pa¨ªs musulm¨¢n que era hasta ahora el de mayor extensi¨®n territorial de toda Africa y de toda la geograf¨ªa ¨¢rabe, ha nacido otro pa¨ªs, Sud¨¢n del Sur, mayoritariamente cristiano, situado entre los m¨¢s pobres de la tierra solo ver el mundo y de dudosa viabilidad futura. La mayor paradoja es que se trata del ¨²nico cambio de fronteras que se ha producido durante el a?o de las revoluciones ¨¢rabes aunque nada tenga que ver con una Primavera ?rabe que ni siquiera han rozado a los sudaneses.
Ya no es tiempo de emergencias: se han producido en los a?os recientes; es tiempo de emergidos. ?frica entera crece porque China invierte. Hay que contar con los emergentes para cualquier cosa. Las potencias de anta?o puede que sean todav¨ªa necesarias, pero es bien claro que son insuficientes.
Crujen las cuadernas de la vieja arquitectura internacional, p¨¦simamente adaptadas a los cambios que este a?o han tomado forma a la vista de todos, gracias a la nula capacidad de adaptaci¨®n de quienes construyeron sus edificios. Nada expresa mejor las contradicciones de la deficitaria gobernanza mundial que el funcionamiento tanto de Naciones Unidas como del G20, el grupo ampliado de los pa¨ªses m¨¢s ricos y decisivos del planeta, que ha venido a sustituir al G8 desde que la Gran Recesi¨®n empez¨® a instalarse entre nosotros en oto?o de 2008.
El Consejo de Seguridad, viejo escenario de todos los vetos y bloqueos a cargo de las superpotencias surgidas de la Segunda Guerra Mundial, consigui¨® este a?o, ante los desmanes de Gadafi acosado por su poblaci¨®n, la ins¨®lita gesta de avalar por primera vez una acci¨®n militar en aplicaci¨®n de la responsabilidad de proteger, incorporada desde 2006 en la Carta de Naciones Unidas. Puede que sea el canto del cisne del nuevo derecho internacional humanitario, como podr¨ªa demostrar la incapacidad internacional para frenar a continuaci¨®n la represi¨®n del r¨¦gimen de Bachar el Assad contra los manifestantes que quieren echarle del poder. Pero constituye en todo caso un antecedente que puede valer en el futuro.
Basta con observar el p¨¦simo sendero de las negociaciones sobre el protocolo de Kioto sobre cambio clim¨¢tico para tener la medida de las dificultades del multilateralismo. El carb¨®n est¨¢ de nuevo en alza, los pa¨ªses emergidos quieren seguir emergiendo y por eso avanzan sin miramientos, y la mayor¨ªa parlamentaria republicana que reina en Washington jam¨¢s ha estado para estas cosas.
La conferencia de Copenhague en diciembre de 2009, en la que China se entendi¨® con Estados Unidos a espaldas de Europa, fue la primera se?al tajante de este nuevo mundo de dif¨ªcil gobierno; y la de Durban, ahora dos a?os despu¨¦s, confirma que solo hay consenso cuando lo que se decide es aplazar la toma de resoluciones.
No es solo el gobierno del mundo lo que no funciona, ese G20 casi siempre sin capacidad resolutiva en sus cumbres, sino los gobiernos a secas que antes funcionaban. Funciona China, donde sus ciudadanos apenas tienen noticias del Gobierno, ni buenas ni malas. Funciona Rusia, a pesar de la incipiente desafecci¨®n electoral contra Putin captada en unos comicios sin garant¨ªas. Pero no funciona la Uni¨®n Europea, ni funcionan los Estados Unidos de Am¨¦rica, donde el veto y el bloqueo, la polarizaci¨®n y el radicalismo, conducen a la inacci¨®n y al fatalismo. La crisis galopa a caballo de las transacciones especulativas fulgurantes y la pol¨ªtica anda cansina a paso de hormiga.
El Tea Party, organizado para frenar los ¨ªmpetus reformadores de Obama, se ha convertido en el paradigma de un rampante populismo anarcoide de derechas que prolifera en todas partes. Primero sugiri¨® que no habr¨ªa nuevo mandato de Obama en 2012, pero ahora ya sugiere que no habr¨¢ tampoco candidato republicano ¨²til capaz de vencer a un Obama desgastado y sin pulso, pero todav¨ªa vivo.
En Europa, en cambio, ha bastado la ruptura de la UE de 27 socios para que los 23 que lo desean empiecen a construir el gobierno posible del euro: el Reino Unido euroesc¨¦ptico, con la prensa ultraconservadora del australiano Rupert Murdoch como cheerleader, era nuestro Tea Party antes de que se inventara el Tea Party.
Todo indica que ha terminado mucho m¨¢s que una ¨¦poca. Quiz¨¢s una edad o un e¨®n geol¨®gico. El tiempo que se est¨¢ yendo ped¨ªa a gritos nuevas ideas, nuevas esperanzas, formas distintas de hacer las cosas. Sarkozy, el m¨¢s gallardo de todos, quer¨ªa refundar el capitalismo.
Nada como un buen consenso para no hacer nada o para decidir la fecha en que decidiremos algo. Lleg¨® 2011 y los deberes estaban por hacer. Y as¨ª fue como el mundo empez¨® a reinventarse a s¨ª mismo. Sin avisar, que es como suceden estas cosas.
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