El L¨ªder Supremo sube a los cielos
Kim Jong-il es parte de una dinast¨ªa de dioses de un Olimpo reglado, todo bajo las ¨®rdenes del partido
Los funerales de Estado, iguales que las bodas reales, son grandes puestas en escena destinadas a conmover a las multitudes que se alinean en las calles o a las puertas de las catedrales y palacios, contenidas por las vallas de la polic¨ªa, y que igualmente congregan a millones frente a los aparatos de televisi¨®n como en las grandes lides del f¨²tbol. Los funerales del presidente Kennedy, por ejemplo. La boda y los funerales de la princesa Diana, quien tuvo la doble gracia de casarse y ser enterrada en olor de multitudes.
?Pero los funerales del L¨ªder Supremo de Corea del Norte Kim Jong-il desbordan toda imaginaci¨®n y entran en el territorio m¨¢s profundo de la divinidad. Kennedy y la princesa Diana eran mortales a quienes lleg¨® su hora, mientras que el alma del L¨ªder Supremo se desprende de su envoltura terrena y sube a los cielos como el verdadero dios que es, semidi¨®s es demasiado poco, para sentarse a la diestra de su padre Kim Il-sung, fundador de la dinast¨ªa, quien ahora tiene el t¨ªtulo de L¨ªder Eterno, y como eterno que es, sus fotos gigantescas y sus estatuas doradas est¨¢n por todas partes.
Seg¨²n la hagiograf¨ªa oficial, Kim Jong-il vio la luz en el monte Paektu, precisamente el m¨ªtico lugar donde se sit¨²a el milenario surgimiento del reino de Corea, y su nacimiento fue anunciado por una golondrina, mientras en los cielos aparec¨ªa una nueva estrella, y un doble arco¨ªris se abr¨ªa frente a los sabios ojos del ni?o. Naci¨® en una r¨²stica caba?a guerrillera, pues su padre dirig¨ªa entonces a las fuerzas de resistencia contra la ocupaci¨®n japonesa, y no ser¨ªa nada extra?o que hubiera tenido por cuna un pesebre. El ¨²nico peque?o detalle que altera el mito es que el infante predestinado a la gloria, y a los altares, naci¨® realmente en la Uni¨®n Sovi¨¦tica, donde su padre estaba entonces exiliado.
Ahora su ascenso a los cielos ha sido marcado tambi¨¦n por se?ales divinas. Como es el tiempo en que el crudo invierno desata sus peores furias sobre Corea, a la hora de su muerte se detuvo la tormenta de nieve que azotaba el sagrado monte Paektu, doblemente sagrado pues a trav¨¦s de la historia de los siglos vio nacer un reino y al heredero de ese reino. Entonces, al cesar la tempestad, el cielo ya completamente radiante se encendi¨® de rojo.
La histeria de las l¨¢grimas es obligatoria. En eso, los guionistas son implacables
En Hamhung, a la hora en que el L¨ªder Supremo expiraba a bordo de un tren, una grulla de Manchuria, entre graznidos lastimeros, vol¨® en c¨ªrculos desesperados alrededor de la gigantesca estatua de Kim Il-sung, luego se pos¨® en un ¨¢rbol, inclin¨® la cabeza en se?al de profundo respeto y reemprendi¨® su vuelo. Fue all¨ª en Hamhung, precisamente, donde el L¨ªder Eterno puso en ejecuci¨®n uno de sus grandes inventos, pues tambi¨¦n era cient¨ªfico: una f¨¢brica que produc¨ªa hilo para fabricar ropa, sacado de las piedras.
?Otros p¨¢jaros en otras ciudades se api?aron en los ¨¢rboles al conocer la noticia del deceso, como si celebraran asambleas de duelo. Nada de esto puede atribuirse a la imaginaci¨®n tendenciosa de nadie. Est¨¢ registrado en las p¨¢ginas del Rodong Sinmun, el peri¨®dico oficial del Comit¨¦ Central del Partido de los Trabajadores de Corea.
?Y c¨®mo era Kim Jong-il, seg¨²n las biograf¨ªas oficiales de lectura obligatoria en escuelas y universidades? Desde muy ni?o estuvo dotado de ¡°una inteligencia asombrosa, un agudo poder de observaci¨®n, una gran capacidad de an¨¢lisis y una perspicacia extraordinaria, valiente y ambicioso, ten¨ªa un pensamiento creativo y miraba cada problema con un ojo innovador. Ten¨ªa un car¨¢cter fuerte y audaz, que le permit¨ªa completar cualquier tarea por dif¨ªcil que fuera. Pose¨ªa un amor c¨¢lido y humano y una mente abierta, siempre era generoso, poco ceremonioso y afectuoso con la gente¡±. Nada dicen de su pasi¨®n desmedida por las actrices, todo un har¨¦n de ellas, ni por las pel¨ªculas de Hollywood, de las que conservaba miles en su cinemateca privada.
Sus funerales han sido regidos por una estricta coreograf¨ªa. Por la gran avenida cubierta de nieve la caravana de autom¨®viles negros avanza, en la capota del primero de ellos un enorme retrato enflorado del dios que ha empezado su tr¨¢nsito hacia las regiones celestes. Sonr¨ªe, congelado en los a?os de su juventud. Y como se trata de una dinast¨ªa de dioses de un Olimpo reglamentado, donde hasta los llantos y suspiros se hallan bajo las ¨®rdenes del partido, su hijo Kim Jong-un, que por su aspecto denota que disfruta de la buena mesa, marcha de primero al lado del f¨¦retro. Fue sacado del colegio en Suiza antes de que aprendiera nada, y es el sucesor gracias a un descuido imperdonable de su hermano mayor Kim Jong Nam, descubierto al querer ingresar a Jap¨®n con un pasaporte falso, pues la ambici¨®n de su vida era visitar el Disneyland de Tokio. Ahora vive en el exilio en Macao, muy a gusto porque all¨ª abundan los casinos.
La puesta en escena del funeral es impecable. La gente se alinea por millares a lo largo de la ruta del desfile, aterida por el fr¨ªo y soportando estoicamente la nevada. Sollozan, lloran a gritos, imprecan al cielo con los brazos en alto, se arrodillan, se lanzan al suelo, se desmayan, y los m¨¢s dram¨¢ticos son los de la primera fila. Hay siempre en la vida quienes expresan su dolor de manera estoica, silenciosa, sin alardes; pero aqu¨ª no. La histeria es la regla porque los guionistas son implacables.
Con las mejillas arrasadas en l¨¢grimas, un oficial del Ej¨¦rcito declara a la televisi¨®n oficial: ¡°La nieve, como las l¨¢grimas, cae sin fin. ?C¨®mo no iba a llorar el firmamento cuando hemos perdido a nuestro general que es un gran hombre del cielo? Mientras la muerte nos separe de nuestro general, el pueblo, las monta?as y el cielo derramaremos l¨¢grimas de sangre. ?Querido Comandante Supremo!¡±. El oficial es apuesto, su traje militar es impecable, y parece haber sido maquillado antes de salir a escena. A su lado, una joven muy bella, tambi¨¦n en uniforme militar, llena de congoja repite palabras parecidas, que igual parecen aprendidas de un gui¨®n teatral.
El nuevo dios Kim Jong-un, tercero de la dinast¨ªa divina, obeso e inexperto, ya tendr¨¢ su hagiograf¨ªa tambi¨¦n. Una nueva estrella en el firmamento en anuncio de su nacimiento, un arco¨ªris triple. Y sus estatuas doradas por doquier.
Sergio Ram¨ªrez es escritor.
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