El h¨¦roe antinazi ha vuelto a la lucha
El griego Manolis Glezos se enfrent¨® a la ocupaci¨®n nazi y ahora protagoniza manifestaciones contra los recortes impuestos por la UE
Yo hab¨ªa quedado en ir a la manifestaci¨®n con Mikis Theodorakis, a estar con el pueblo griego. No era mi idea que ocurriera nada, pero bueno, es una manifestaci¨®n, uno ya sabe que se puede encontrar con cosas, gas lacrim¨®geno¡¡±. Atenas por la noche. Entre paredes empedradas de libros y cuadros, pero sobre todo de libros, Manolis Glezos saca de una carpeta docenas de dibujos escolares con el mismo motivo: el Parten¨®n con la bandera de Grecia izada y, en algunas de las l¨¢minas, una mancha o monigote al lado. El tipo esbozado es Glezos, el h¨¦roe de la resistencia griega contra la ocupaci¨®n de Hitler, ese cuya haza?a m¨¢s simb¨®lica fue encaramarse a lo alto de la Acr¨®polis para arrancar de all¨ª el blas¨®n nazi.
Ten¨ªa apenas 18 a?os y aquello le cost¨® la primera de tres sentencias de muerte que lleva a la espalda, el inicio de una vida entregada a la resistencia, de condenas que le llevaron a la c¨¢rcel una ristra de veces ¡ªm¨¢s de una decena de a?os entre rejas¡ª y de vida en el exilio, por obra y gracia de varios reg¨ªmenes, a saber: el nazi, el fascista italiano, el griego y, para terminar, la dictadura de los coroneles.
El domingo pasado, a los 89 a?os, se meti¨® en otro peque?o l¨ªo. Cuando se dispon¨ªa a hablar junto al cantautor e intelectual Theodorakis, en la gran manifestaci¨®n de Atenas contra los duros recortes sociales a los que est¨¢ supeditado el rescate financiero del pa¨ªs, se las vio de nuevo con ese gas lacrim¨®geno que la polic¨ªa griega suele usar para ahuyentar a los manifestantes en Grecia. En las protestas de hace dos a?os cay¨® desmayado por ese gas.
Su guerra hoy es la factura social del derrumbe econ¨®mico. Se ha convertido en uno de los s¨ªmbolos del activismo contra los recortes en la arruinada Grecia. ¡°Lo que pasa es que los griegos est¨¢n pagando una crisis que no han provocado¡±, no deja de repetir, y llama la atenci¨®n sobre los disturbios de la manifestaci¨®n del domingo. La sociedad griega, dice, se divide en cinco grupos: ¡°Primero, los acomodados, que est¨¢n bien; segundo, los que no sienten ni padecen; tercero, los que saben que est¨¢n mal, pero no hacen nada; cuarto, los que salen a la calle a romper cosas y desahogarse y, por ¨²ltimo, los que salen a la calle y saben muy bien por qu¨¦ luchan¡±.
Lo que est¨¢ ocurriendo en los ¨²ltimos meses en Grecia, en su opini¨®n, es que las tres primeras categor¨ªas van menguando, y las dos ¨²ltimas crecen. ¡°Y cuando la rabia del pueblo no se convierte en una acci¨®n pol¨ªtica, tienes un grave problema: la violencia ciega¡±, apunta.
Glezos, manos huesudas, pelo largo blanco hacia atr¨¢s y americana de pana negra algo ancha, habla con largas pausas, y traza una l¨ªnea sobre el reverso de un sobre blanco para cada uno de esos cinco grupos sociales, como si estuviese hablando en una de esas escuelas o universidades en las que dar charlas d¨ªa s¨ª y d¨ªa tambi¨¦n. Su agenda le ha impedido sentarse a esa mesa hasta pasadas las nueve de la noche. Antes de empezar, su esposa sirve frutos secos y una ronda de licor.
¡°Cuando crees en algo, no temes nada¡±, afirma este luchador, que a lo largo de su vida fue tres veces condenado a muerte
El problema de ese grupo que s¨ª lucha de forma pol¨ªtica, se lamenta, es que se reparten en m¨¢s de 40 grupos de izquierdas. No parece un problema exactamente nuevo. ¡°Bueno, en la ocupaci¨®n nazi est¨¢bamos bastante unidos, y en la guerra civil tambi¨¦n¡±, replica.
No quiere enredarse a hablar de las batallitas pasadas, sobre las que machaconamente se le ha preguntado durante d¨¦cadas y se enciende al hablar de la crisis actual, de Europa, pero se traiciona a s¨ª mismo continuamente, como cuando cuanto oye el nombre de Dolores Ib¨¢rruri, La Pasionaria, a quien conoci¨® en un mitin en Mosc¨², o de Picasso, que hizo un dibujo en memoria de su heroicidad con la bandera griega en la Acr¨®polis, para ayudar a su liberaci¨®n porque estaba prisi¨®n. ¡°Creo que fue en 1954, pero no estoy seguro. He entrado y salido tantas veces de la c¨¢rcel¡¡±, cuenta con una gran carcajada.
Se?ala un culpable de lo que ocurre ahora mismo, lo tiene claro: Alemania y su pol¨ªtica econ¨®mica. Aprovecha para quejarse de que Grecia no ha recibido las compensaciones por la ocupaci¨®n nazi, una batalla que han abierto ahora unos diputados griegos. No reniega de Europa: ¡°Europa es nuestra patria, ?deber¨ªamos salir de la Uni¨®n porque no estamos de acuerdo con su pol¨ªtica? Tampoco estamos de acuerdo con los pol¨ªticos griegos, ?acaso nos salimos de Grecia?¡±, se pregunta. El problema, a?ade, ¡°no tiene que ver con euro o dracma, eso es para distraernos del verdadero conflicto, que es c¨®mo se distribuye el dinero¡±.
Cree que, si aguanta con esa vitalidad, es por su mujer, pero tambi¨¦n, asegura, por los compa?eros que perdieron la vida a su lado, en enfrentamientos o ejecuciones. ¡°118 j¨®venes murieron en mis brazos¡±, dice. Entre ellos, su hermano. ¡°Cuando crees en algo, vences al miedo¡±, afirma.
Glezos muestra al final la foto en la que est¨¢ con el mandatario ruso Nikita Jruschov. Da un pie de foto: ¡°Hay algunas cosas en las que est¨¢bamos de acuerdo¡ Y muchas cosas en que no¡¡±
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