Los Cadillac siguen rodando en Cuba
Los 50 a?os de embargo estadounidense a la isla han servido para bien poco
Hace ya 50 a?os que John F. Kennedy decret¨® el embargo sobre el comercio con Cuba. Y aunque el ¡°bloqueo yanqui¡±, seg¨²n la terminolog¨ªa oficial cubana, sigue en pie, para comprobar su fracaso basta darse una vuelta por La Habana. Si uno aguarda el tiempo suficiente en la esquina de Obispo y Monserrate, donde abre sus puertas el abrevadero de Floridita, ver¨¢ pasar un completo muestrario de coches anteriores a 1959, viejos Oldsmobile, Plymouth, Mercury, Chevrolet, Ford, Dodge, Cadillac y tambi¨¦n algunas Harley-Davidson que en cualquier pa¨ªs del mundo estar¨ªan en el garaje de un coleccionista o en un museo, pero que aqu¨ª funcionan normalmente y forman parte de la vida y el esp¨ªritu de la ciudad. Desde luego, despu¨¦s de d¨¦cadas de remiendos e inventos circulan renqueantes, aunque no m¨¢s que la propia revoluci¨®n.
Desde 1960 no entran piezas de repuesto para ninguno de estos sufridos veh¨ªculos, pero da lo mismo. Eso no ha impedido que constituyan parte importante del parque m¨®vil de Cuba, ya que durante casi medio siglo fueron los ¨²nicos coches con posibilidad de traspaso entre particulares; los Lada y Moskvitch de la era sovi¨¦tica eran asignados por m¨¦ritos revolucionarios y sus due?os no pod¨ªan revenderlos. Pero esa es otra historia, como la del ingenio cubano para sortear todo tipo de dificultades.
Que la pol¨ªtica de EE UU hacia Cuba ha servido para poco puede verse tambi¨¦n dentro de Floridita, donde las batidoras rugen sin parar y los cantineros dispensan cada d¨ªa monta?as de daiquiri nevado a los turistas, muchos de ellos norteamericanos. Seg¨²n la Oficina Nacional de Estad¨ªsticas de Cuba, el a?o pasado visitaron la isla cerca de 90.000 estadounidenses, y no pocos llegaron arriesg¨¢ndose a multas de cientos de miles de d¨®lares y hasta a penas de c¨¢rcel por viajar a la isla violando las leyes del embargo.
La mayor¨ªa de los visitantes recalaron en este famoso bar restaurante, donde al fondo de una gran barra de caoba cabalgada por docena y media de banquetas hay una escultura de bronce de Ernest Hemingway y una foto del Premio Nobel con Fidel Castro. La instant¨¢nea fue tomada en mayo de 1960, durante un torneo de pesca del pez aguja celebrado en La Habana un mes antes de que las refiner¨ªas de Texaco, Esso y Shell, tradicionales suministradoras de combustible a Cuba, se negaran a procesar el crudo ya por entonces adquirido en la Uni¨®n Sovi¨¦tica, a lo que Castro respondi¨® nacionalizando las compa?¨ªas.
Un a?o antes, la primera ley de reforma agraria ya hab¨ªa escocido a Washington, que amenaz¨® con suprimir la cuota azucarera si las grandes empresas norteamericanas eran expropiadas, algo que sucedi¨® despu¨¦s.
El remolino de tensiones y agravios bilaterales fue a m¨¢s, y si lo que ocurri¨® m¨¢s tarde se debi¨® a la evoluci¨®n ideol¨®gica del Gobierno de Fidel Castro o a la miop¨ªa y prepotencia norteamericana, no es lo relevante. El hecho es que para el 7 de febrero de 1962 Kennedy ya hab¨ªa decretado el embargo y Cuba estaba lista para entregarse en cuerpo y alma al bloque socialista.
Pero ?embargo o bloqueo? Las palabras aqu¨ª son importantes. Seg¨²n los detractores del r¨¦gimen, se trata de un ¡°embargo unilateral¡± y no demasiado severo. Se ponen como ejemplo las grietas ¡°humanitarias¡± de la ley, que han hecho posible que las empresas de alimentos norteamericanas vendieran varios miles de millones de d¨®lares a la isla en la d¨¦cada pasada, convirtiendo a EE UU en el quinto socio comercial de la isla y uno de sus primeros suministradores de alimentos. Otro argumento, defendido por la disidencia y el exilio, es que el verdadero embargo es el del castrismo sobre las libertades de su pueblo y que el llamado ¡°bloqueo¡± ha sido la mejor coartada con que ha contado el Gobierno desde el inicio para esconder su propia ineficiencia y sus desmanes.
Para La Habana, en cambio, no hay ¡°embargo¡±, sino bloqueo genocida. Se documenta con cifras y m¨²ltiples datos, incluidos los de centros hospitalarios que no han podido comprar medicamentos norteamericanos para tratar casos de c¨¢ncer infantil o de empresas extranjeras y bancos presionados por el Departamento del Tesoro en cualquier rinc¨®n del mundo para dificultar cualquier inversi¨®n o transacci¨®n financiera, y as¨ª hasta el infinito. El Gobierno cubano ha sacado hasta la cuenta: en el medio siglo de la vigencia de la medida, el perjuicio econ¨®mico ha sido de 975.000 millones de d¨®lares, seg¨²n una resoluci¨®n de condena al ¡°bloqueo norteamericano¡± presentada en octubre ante la Asamblea General de la ONU y aprobada por 186 votos.
Sobre el argumento del pretexto, Fidel Castro, primero; y ahora Ra¨²l Castro, han dicho siempre lo mismo: que desaparezca el embargo y se quiten las excusas, y vamos a ver qu¨¦ pasa.
Una an¨¦cdota personal, ocurrida por los a?os ochenta, viene a cuento. Acabado de llegar a Cuba, este antiguo corresponsal deb¨ªa sacar la copia de una llave y acudi¨® a un local no muy lejos de Floridita. Era uno de los mejores surtidos de La Habana y ten¨ªa hasta m¨¢quinas especiales para hacer las reproducciones, todo un lujo, pues entonces en otras ferreter¨ªas las llaves se hac¨ªan a ojo con una lima. Muchas de las cerraduras instaladas en Cuba eran norteamericanas y eso complicaba m¨¢s la cosa, pero por suerte la llave en cuesti¨®n era de la antigua RDA (Rep¨²blica Democr¨¢tica Alemana) y el empleado encontr¨® r¨¢pidamente un molde.
Al probar la llave, no funcionaba. De regreso a la tienda el empleado hizo notar que sobre la m¨¢quina hab¨ªa un cartel, que dec¨ªa: ¡°Las copias de llave se hacen sin garant¨ªa¡±. Ante la queja subida de tono, aquel funcionario estatal termin¨® la discusi¨®n con lo usual: ¡°La culpa es de Estados Unidos, que nos tiene bloqueados desde hace 25 a?os¡±. La justificaci¨®n no ven¨ªa al caso pues la llave era de procedencia socialista, pero esgrimir este argumento fue todav¨ªa peor: ¡°Y si no le gusta, v¨¢yase pa su pa¨ªs¡±, dijo. Y fue lo que finalmente sucedi¨®.
Un cuarto de siglo despu¨¦s del incidente del llav¨ªn, el embargo-bloqueo sigue en pie y sus contradicciones son cada vez m¨¢s intensas. Hace solo unos d¨ªas se cumplieron 18 a?os desde que, bajo el mandato de Bill Clinton, EE UU levant¨® el embargo al comercio con Vietnam, donde murieron 50.000 soldados norteamericanos. En el caso cubano, las cuestiones electorales internas en Estados Unidos han pesado, y siguen pesando, demasiado a la hora de tomar una decisi¨®n similar, aunque cada vez son m¨¢s las voces que lo demandan por su ineficacia y para acabar con la inercia del inmovilismo.
Hace justo 50 a?os el objetivo del presidente Kennedy al decretar el embargo fue ¡°privar a Cuba de dinero y suministros para reducirle sus recursos financieros y los salarios reales, provocar el hambre, la desesperaci¨®n y el derrocamiento del Gobierno¡±. En 2012 est¨¢ claro que no lo ha logrado, todo lo contrario: la sucesi¨®n entre Fidel, de 85 a?os, y su hermano Ra¨²l, de 80, se ha hecho con bastante tranquilidad y los viejos Cadillac y Oldsmobile no se han parado, siguen surcando las calles de La Habana renqueantes.
Despu¨¦s del paso de 10 administraciones presidenciales norteamericanas, la revoluci¨®n contin¨²a llevando el mismo apellido y hay turistas de Ohio acodados en la barra de Floridita, donde no hace mucho los cantineros tuvieron que emplear az¨²car y zumo de lim¨®n importado de EE UU para batir los daiquiris debido a la incompetencia de las empresas socialistas.
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