Las ruinas de una joya argentina
El pa¨ªs sudamericano tuvo una de las mayores redes ferroviarias del mundo. Ahora los porte?os solo piden viajar con dignidad.
La tragedia de Once ha vuelto a poner sobre la mesa un grave problema que sufren a diario los porte?os y los habitantes del conurbano bonaerense que se tienen que trasladar a la capital argentina: el lamentable y peligroso estado de la red de trenes que viajan a la capital.
Una de las peculiaridades de Buenos Aires es que adem¨¢s de varias l¨ªneas de metro (denominado subte en Argentina) dispone de una red de ferrocarriles que, en su mayor¨ªa sobre superficie, llega hasta el mismo coraz¨®n de la ciudad. Esto provoca pr¨¢cticamente a diario --aparte de las dificultades en el tr¨¢nsito de autom¨®viles por la existencia de infinidad de pasos a nivel en grandes avenidas--, situaciones peligrosas para peatones y veh¨ªculos.
A todo ello se suma un lamentable estado de mantenimiento y medidas de seguridad que convierten el trayecto en algunas l¨ªneas en un verdadero infierno para los pasajeros, que viajan hacinados y en circunstancias que desaf¨ªan el m¨ªnimo sentido de la prudencia. En el tren accidentado ayer, como es habitual, muchos pasajeros viajaban entre los vagones por falta de espacio y, como adem¨¢s es verano austral, las puertas de los vagones estaban abiertas mientras el tren marchaba. No es la primera vez en que los pasajeros sufren mareos por el calor asfixiante. Si hubiera sido en pleno invierno las condiciones hubieran sido parecidas con los usuarios ateridos por el fr¨ªo. La guinda del pastel es la delincuencia en trenes y andenes, a la que le son indiferentes las estaciones.
Es algo que sucede desde hace a?os, pero no siempre fue as¨ª. Argentina tuvo la mejor red ferroviaria de Sudam¨¦rica y una de las m¨¢s extensas del mundo. Las privatizaciones sin control del presidente peronista Carlos Menem (1989-1999) sirvieron para desmantelar literalmente una de las joyas del desarrollo argentino. No s¨®lo dejaron de funcionar los trenes condenando a la muerte a muchas localidades que quedaron reducidas a s¨®lo un nombre en el mapa, sino que miles de kil¨®metros de v¨ªa f¨¦rrea fueron arrancados porque resultaba m¨¢s rentable vender el metal. Los trenes que serv¨ªan para que cientos de miles de personas acudieran a la capital se deterioraron m¨¢s all¨¢ de todo lo razonable. Luego sobrevino la debacle econ¨®mica de 2001. Para aumentar el escarnio, las compa?¨ªas propietarias de los ferrocarriles obten¨ªan jugosos subsidios del Estado que en teor¨ªa deb¨ªan servir para mejorar el servicio.
De tanto en tanto, la ira de los pasajeros ha estallado con bloqueos de v¨ªas y hasta el incendio de taquillas y estaciones. Pero eso no ha frenado un rosario de incidentes, entre ellos, autobuses arrollados, viajeros aplastados o viandantes electrocutados. Basta con buscar en Youtube para observar algunos ejemplos.
El fallecido N¨¦stor Kirchner enarbol¨® en su campa?a presidencial el asunto de la nacionalizaci¨®n de los trenes, como ya hiciera Juan Domingo Per¨®n en 1947. Lo propon¨ªa como garant¨ªa de que los trenes volver¨ªan a funcionar con un m¨ªnimo de dignidad pero dej¨® en 2008 esa asignatura pendiente a su mujer. Los pasajeros ya est¨¢n en un punto en que no les interesa tanto la propiedad como que el viaje diario al trabajo no se convierta en una trampa mortal.
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