Seguridad sin control
Stratfor se suma a una lista de empresas cuyas actividades paraestatales levantan serias objeciones
La nueva oleada de documentos desvelados ayer por Wikileaks no puede compararse en importancia a revelaciones anteriores como la filtraci¨®n de los cables del Departamento de Estado. Esta vez la divulgaci¨®n no ata?e a la actividad del Gobierno de Estados Unidos, ni de ning¨²n otro pa¨ªs, sino que consiste en m¨¢s de cinco millones de correos electr¨®nicos de una empresa privada, Stratfor. Adem¨¢s de las revelaciones que se ir¨¢n desgranando a medida que esta masa enorme de datos vaya siendo analizada, la publicaci¨®n de las comunicaciones de Stratfor pone al descubierto la existencia de una verdadera agencia de inteligencia privada, calificada de CIA en la sombra, con mayores recursos que los servicios de inteligencia de muchos pa¨ªses. Las actividades de inteligencia se suman pues a la lista de sectores altamente sensibles, desde la gesti¨®n de c¨¢rceles hasta misiones de combate, en los que empresas privadas ejercen funciones que hasta hace bien poco se cre¨ªan reserva exclusiva de la soberan¨ªa estatal, y lo hacen sin un adecuado marco de control.
En nuestro pa¨ªs, como en Estados Unidos, no faltan empresas privadas de seguridad, pero Stratfor no es una empresa cualquiera. Es una consultor¨ªa de inteligencia que trabaja no solo para empresas multinacionales sino para agencias gubernamentales. Para obtener informaci¨®n usa mayoritariamente fuentes de acceso p¨²blico, pero tiene adem¨¢s su propia red de confidentes en organizaciones p¨²blicas y privadas en todo el planeta. Los mensajes electr¨®nicos publicados por Wikileaks ponen al descubierto pr¨¢cticas cuestionables de todo tipo: desde el pago de sobornos hasta el uso de la informaci¨®n privilegiada para operaciones econ¨®micas especulativas. Hasta ah¨ª, desgraciadamente, la sorpresa no es may¨²scula. S¨ª es llamativa, en cambio, la existencia misma de una empresa privada cumpliendo funciones que ya son altamente sensibles incluso cuando las desarrolla una agencia p¨²blica bien regulada y controlada.
El caso de Stratfor se suma a una lista de empresas cuyas actividades paraestatales han levantado todo tipo de objeciones. Tal vez la m¨¢s c¨¦lebre sea Blackwater, una empresa privada de servicios de seguridad favorecida por los contratos del Departamento de Defensa de Estados Unidos. Las actuaciones de Blackwater cubren un amplio espectro de operaciones tradicionalmente atribuidas a las fuerzas armadas del Estado. Entre las m¨¢s pol¨¦micas se cuenta su actuaci¨®n en la Nueva Orleans asolada por el hurac¨¢n Katrina, donde los guardias de Blackwater aplicaron su peculiar visi¨®n de la seguridad, magistralmente descrita por Dave Eggers en su libro Zeitoun. Pero Blackwater se convirti¨® sobre todo en el paradigma de la actuaci¨®n al margen de toda legalidad nacional o internacional en Irak, pa¨ªs donde contaron con la inestimable protecci¨®n del entonces hombre fuerte de Washington, Paul Bremer, quien, al dejar Bagdad, firm¨® una orden que garantiza inmunidad a la empresa y a sus empleados ante la justicia de Irak. Sin embargo, un juez estadounidense proces¨® a cinco de sus guardias por la muerte de 17 civiles iraqu¨ªes en 2007 en un incidente que desencaden¨® la expulsi¨®n de la empresa de ese pa¨ªs.
Statfor y Academi, el nuevo nombre con el que opera Blackwater tras los esc¨¢ndalos, son solo una peque?a muestra del boyante sector de la seguridad y la inteligencia privadas, un mercado que mueve millones en el mundo entero, y que no se limita a Estados Unidos. Gran Breta?a, por ejemplo, es sede de la mayor empresa del seguridad del mundo, G4S, y de empresas m¨¢s peque?as especializadas en escenarios b¨¦licos. Algunos de los servicios de estas empresas se pagan a precios exorbitantes, y se extienden a todos los rincones del planeta y, en especial, a los pa¨ªses m¨¢s inseguros, como Afganist¨¢n, o a misiones como la protecci¨®n de barcos, incluidos los pesqueros espa?oles, contra la pirater¨ªa.
Aunque subcontratar empresas pueda resultar m¨¢s barato que desplegar ej¨¦rcitos y servicios de inteligencia del Estado, es dif¨ªcil desechar la sospecha de que cumplen adem¨¢s otra funci¨®n: la de actuar al margen de las leyes nacionales y las convenciones internacionales que regulan la actividad de los cuerpos y agencias de seguridad estatales. Al contratarlas los Estados renuncian no solo a su monopolio sobre la coerci¨®n, sino a las garant¨ªas internacionales y constitucionales y, dicho sea de paso, a un cierto grado de profesionalidad, de la que estas empresas demuestran carecer. As¨ª, cada vez m¨¢s empresas operan en una zona de sombra que socava la misma legitimidad del Estado. El rayo de luz arrojado por Wikileaks con sus nuevas revelaciones no hace m¨¢s que resaltar la enorme dimensi¨®n de este agujero negro por el que se nos escurren los logros de casi dos siglos de convenciones internacionales para limitar el uso de la fuerza, incluso en la guerra, y de control democr¨¢tico sobre las estructuras de seguridad.
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