El Papa llega a Cuba a defender su Iglesia
La agenda de Ratzinger se centra m¨¢s en consolidar el papel de la jerarqu¨ªa local como actor pol¨ªtico que en forzar cambios a corto plazo en la isla
Hace 14 a?os, mientras viajaba hacia Cuba para iniciar una visita que atrajo la atenci¨®n mundial, Juan Pablo II contest¨® algunas preguntas a los periodistas que le acompa?aban en el avi¨®n oficial. Cuestionado por la diferencia entre la revoluci¨®n cristiana y la marxista-leninista, el Pont¨ªfice consider¨® que la primera significaba la ¡°revoluci¨®n del amor¡± mientras que, ¡°por el contrario¡±, la otra era ¡°la revoluci¨®n del odio, de la venganza, de las v¨ªctimas¡±. El viernes pasado, de nuevo en un avi¨®n, esta vez rumbo a M¨¦xico y Cuba, su sucesor, Benedicto XVI, declar¨® a otro grupo de corresponsales lo que pensaba sobre la doctrina que ha guiado la pol¨ªtica cubana durante el ¨²ltimo medio siglo: lo primero, que la ideolog¨ªa marxista ¡°ya no responde a la realidad¡±, y en segundo lugar, que ¡°si no es posible construir cierto tipo de sociedad, entonces se necesita encontrar nuevos modelos¡±.
Las dos visitas comenzaron con sendos rejones pontificios y unas expectativas de cambio m¨¢s bien sobrevaloradas, ante las cuales ni entonces ni ahora el Gobierno cubano se ha dado por aludido. Hasta ah¨ª las similitudes.
La Habana niega el visado al enviado de EL PA?S
El r¨¦gimen cubano ha negado el visado de entrada en la isla al corresponsal de EL PA?S en Roma, Pablo Ordaz, quien se dispon¨ªa a cubrir sobre el terreno la visita de Benedicto XVI. No es la primera vez que el Gobierno de La Habana impide la actividad informativa de EL PA?S desde Cuba. En septiembre de 2011, a Mauricio Vicent, corresponsal en la isla desde hac¨ªa 20 a?os, le fue retirado el permiso para poder trabajar como periodista, lo que, de hecho, supuso su expulsi¨®n de Cuba.
Desde 1998 muchas cosas han cambiado en la isla y en las relaciones Iglesia-Estado. Otras, casi nada. Entonces, pasado lo peor de la crisis tras el hundimiento de la Uni¨®n Sovi¨¦tica, Cuba estaba en plena contrarreforma bajo el liderazgo de un Fidel Castro hiperactivo y en guerra contra las secuelas ¡°contaminadoras¡± de la apertura. Los m¨¢rgenes de la iniciativa privada alentada en los a?os noventa ¡ªrepresentados en el n¨²mero de trabajadores por cuenta propia¡ª se reduc¨ªan cada d¨ªa estrangulados por la burocracia y la desconfianza estatal, mientras las relaciones con la Iglesia eran m¨¢s bien tensas. Como ¡°gesto¡± hacia el Pont¨ªfice, el l¨ªder cubano declar¨® feriado el 25 de diciembre de 1997, una fiesta que ¨¦l mismo elimin¨® del calendario revolucionario en 1969 con el argumento de que interfer¨ªa las labores de la zafra azucarera. Despu¨¦s de tiras y aflojas diversos, las autoridades tambi¨¦n permitieron por primera vez al arzobispo de La Habana, cardenal Jaime Ortega, dirigirse a los cubanos a trav¨¦s de la televisi¨®n.
En 1998 algunos quisieron creer que la mera presencia de Karol Wojtyla en la isla podr¨ªa servir de catalizador de un cambio pol¨ªtico y social de envergadura. Grave error. Como se demostr¨® despu¨¦s, el Papa polaco se limit¨® a apuntalar el papel de la Iglesia Cat¨®lica y a lograr algunas aperturas y concesiones en asuntos religiosos, algo a lo que no hay que restar valor pues sin duda allan¨® el camino del actual di¨¢logo entre el Gobierno y la jerarqu¨ªa cat¨®lica, pero nada que ver con lo sucedido en Polonia una d¨¦cada atr¨¢s.
Catorce a?os despu¨¦s de aquel hist¨®rico viaje, nadie atribuye poderes dinamiteros a Benedicto XVI, aunque muchos conf¨ªan en que su visita pueda servir para consolidar todav¨ªa m¨¢s el papel de la Iglesia Cat¨®lica en la sociedad cubana en estos momentos clave de su historia. La Iglesia ha ganado espacios, sin duda, aunque la mayor¨ªa de sus demandas hist¨®ricas tienen plena vigencia: la concesi¨®n de permisos para la entrada de sacerdotes y monjas extranjeros, la autorizaci¨®n para la construcci¨®n de nuevos templos o el acceso a la educaci¨®n y a los medios masivos de comunicaci¨®n, eran algunas de ellas en 1998 y lo siguen siendo hoy.
Sin embargo, hay cosas que han cambiado. El a?o pasado la Iglesia Cat¨®lica inaugur¨® un moderno seminario a las afueras de La Habana. Tambi¨¦n ha podido ampliar su labor asistencial y crear una escuela de negocios en colaboraci¨®n con una universidad cat¨®lica espa?ola, adem¨¢s de promover encuentros acad¨¦micos y discusiones sobre el futuro de Cuba a los que ha logrado invitar a destacados pensadores del exilio, como el economista Carmelo Mesa Lago. Tambi¨¦n ha apadrinado visitas de empresarios cubano-americanos como Carlos Saladrigas, quien en 1998 se opuso al viaje de Juan Pablo II y hoy lidera el Grupo de Estudios de Cuba, que promueve el di¨¢logo con La Habana y que el exilio se convierta en ¡°facilitador¡± de la transici¨®n y no en obst¨¢culo.
En este tiempo Ra¨²l Castro ha dado cierto ox¨ªgeno a la econom¨ªa al abrir de nuevo las puertas a la iniciativa privada ¡ªhoy el n¨²mero de cuentapropistas se acerca a los 350.000, m¨¢s del doble que hace 14 a?os¡ª, y ha permitido adem¨¢s a los bancos que concedan cr¨¦ditos a los nuevos empresarios y autorizando a los privados la contrataci¨®n de mano de obra asalariada. Se han repartido millones de hect¨¢reas a campesinos particulares, y con Ra¨²l Castro ¡ªque sustituy¨® a su hermano en 2006¡ª se ha abierto un in¨¦dito proceso de di¨¢logo con la Iglesia que ha permitido la excarcelaci¨®n de un centenar de prisioneros pol¨ªticos desde 2010, entre ellos todos los presos de conciencia del llamado Grupo de los 75.
La reciente toma de iglesias por grupos de la oposici¨®n o las detenciones de las Damas de Blanco en v¨ªsperas del viaje de Benedicto XVI, son muestra de las cosas que no han cambiado y del nudo gordiano que en la isla hay que desatar. La Iglesia aspira a contribuir a ello, aunque algunos la acusen de colaboracionista. La visita de Joseph Ratzinger, como en su d¨ªa la de Juan Pablo II, pretende ser un sonoro respaldo a la Iglesia que abra las puertas a otros cambios.
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